El XVIII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), inaugurado el 8 de noviembre, no buscaba sorpresas en el relevo de los líderes del Partido y del Estado, renovados cada diez años. El régimen comunista ha extremado la habitual y cuidada puesta en escena de esta reunión de alto nivel, que debe servir para reafirmar que un poder absoluto rige China desde 1949, aunque la imagen de unidad en las filas de los dirigentes hace tiempo que se ha cuarteado.
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