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El Tratado de No Proliferación y la OIEA

El Tratado de No Proliferación Nuclear (TNPN) ha ido perdiendo su razón de ser en los últimos años.

Pero a principios de julio se produjo un hecho sorprendente y casi desapercibido por la opinión publica internacional al plantearse en el seno mismo de la OIEA una iniciativa de revisión de la Conferencia de 1995 que pretende re-conceptuar tardíamente lo que se considera “violaciones flagrantes” según lo establecido por ese Organismo en referencia a uno de sus Estados firmantes: La Republica Islámica de Irán. Al mismo tiempo, algunos países árabes (Libia y Argelia) han pretendido desviar el foco de atención desplazando la problemática a un país que no ha firmado el tratado: El Estado de Israel.
 
 
1. Irán e Israel: cualquier parecido es pura coincidencia

 Así pues, se ha sindicado la conducta israelí como perjudicial para las posibilidades de paz en Oriente Medio y se ha relegado a un segundo plano la atención sobre el programa nuclear iraní. Estados Unidos, un importante aliado estratégico de Israel también se unió al bloque de presión sobre el Estado Judío para que firme el TNPN -para disgusto de los partidarios de Israel que dieron su voto al actual inquilino de la Casa Blanca-. Los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU también han apoyado la resolución fundamentando su posición en el deseo de un Oriente Medio libre de armas nucleares sin excluir a Israel.  En realidad la pregunta que deberían responder los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU es si podría contribuir a la paz regional el hecho de que Israel declare su arsenal nuclear y firme el TNPN. La respuesta es una obviedad: “No”.

En consecuencia, cualquiera que sea el argumento que esgriman los miembros permanentes del Consejo de Seguridad será tan débil e inconsistente como la creencia de que la resolución del conflicto árabe-israelí tendrá un fin inmediato si ocurriera tal cosa. Y ello viene a demostrar que Occidente parece no comprender la dinámica nuclear del Oriente Medio, pero sobre todo, las abismales diferencias que existen entre los programas nucleares de Israel y de Irán.  Hay que recordar, puesto que no es un dato menor, que el mayor control y critica internacional que haya experimentado país alguno en materia nuclear en la historia contemporánea ha sido el programa nuclear israelí, cuya sede en Dimona, sur de Israel, estuvo expuesta a la opinión pública internacional a partir de las denuncias del Ingeniero Mordechai Vannunu, un ex empleado de la central nuclear en cuestión. La planta se construyó con la ayuda de los franceses en el marco del protocolo y los acuerdos de Sèvres entre los años 1962-1963 y fue foco de atención de la comunidad internacional por casi toda la década de los ‘70 y los años ‘80.

La crítica a la ambigüedad del Estado de Israel en relación a reconocer su política nuclear pasó a primer plano durante la guerra más devastadora que tuvo que luchar (Yom Kipur, 1973). Los israelíes sufrieron graves pérdidas en la etapa inicial de esa guerra y tal vez, si su existencia hubiera estado amenazada y los reveses militares no hubieran sido contrarrestados, posiblemente se hubieran visto obligados a utilizar armas nucleares, aun así, ello es un elemento subjetivo y algo que nunca se podrá confirmar fehacientemente. Pero podría decirse que de no ser por la capacidad israelí en disponer de armas tácticas, la guerra habría tenido un resultado muy diferente, especialmente por la asistencia tardía de los americanos en ella. Contrariamente a la creencia popular, EE.UU. no fue un aliado de Israel desde el nacimiento mismo del Estado, aun cuando fue una de las primeras naciones que estableció relaciones diplomáticas con el; la ayuda estadounidense a Israel fue mínima hasta 1966 y no fue sino hasta 1967 cuando se fortaleció la alianza entre ambos países.

Por consiguiente, estratégicamente los israelíes lograron superioridad militar en la región a partir de la guerra de 1967 y la amenaza existencial a la que se enfrentaban reforzó su creencia en la necesidad del desarrollo nuclear. Esta creencia se sustento en el peligro de destrucción de Israel durante el conflicto de 1973 y contribuyó al desarrollo de su política nuclear para preservar su existencia. En cualquier caso y a pesar de sus detractores, el Estado Israeli nunca ha sido un agresor primario en ninguna de las guerras que libró, ni amenazó abiertamente a ningún estado con utilizar su poder nuclear para borrarlo de la faz de la tierra. Por tanto, carece de sustento cualquier alegación contra su programa nuclear, menos aun, puede pretenderse el despropósito de una comparación con las actividades nucleares de países como Irán y Siria.  A pesar de la superioridad militar convencional que Israel posee, el nivel de amenaza al que se enfrenta desde la guerra de 1973 no ha disminuido. Durante los años ‘70, ‘80 y aun en 2006 Israel se vio envuelto en guerras en el Líbano, enfrento continuas amenazas terroristas patrocinadas por gobiernos enemigos y el peligro del desarrollo de armas no convencionales del Irak de Saddam Hussein quien presto su apoyo a enemigos de los israelíes como el grupo terrorista de Abu Nidal -una amenaza directa a los intereses de Israel-. Por consiguiente, las medidas adoptadas por Israel en la lucha contra la proliferación deben ser elogiadas y no criticadas por Occidente. Estas medidas han incluido acciones militares exitosas como el ataque preventivo al reactor de Osirak (Irak 1980) y la operación contra una instalación nuclear secreta en Siria (2007). Ello viene a demostrar que Israel es el país regional pionero en el desarrollo de un comando de vanguardia contra las amenazas nucleares anti-occidentales desde finales de la Guerra Fría, por tanto merece una especial atención en su consideración, dada la amenaza estratégica que pende sobre su seguridad.

De todos modos, los argumentos contra el programa nuclear israelí se han planteado en repetidas ocasiones sobre todo porque Israel no ha firmado el TNPN -y puede que tales argumentos sean validos para algunos- pero ello es motivo de otro análisis.  Lo cierto es que en el escenario actual, hacer una comparación entre el programa nuclear israelí con el dossier nuclear iraní no solo es inviable e impropio, sino que es decididamente descabellado de parte de Occidente. El programa iraní ha violado los términos que el propio gobierno de Irán ha firmado, también ha sido Teherán quien disparo reiteradas amenazas de destrucción contra Israel. El régimen iraní ha llegado al extremo de negar el holocausto, ofendiendo la memoria de las víctimas del régimen nazi y existen hechos documentados de su apoyo a grupos desestabilizadores en la región.

Por tanto, ninguna persona informada, simpatizante o no de la Republica islámica de Irán puede ofenderse o negar que Teherán se haya convertido en actor relevante de las principales causas de inestabilidad en Oriente Medio. Sus aliados, Hezbollah y Hamas, han sido condenados por la comunidad internacional y otros movimientos allegados a Irán también han desestabilizado otros estados como puede verse con la secta de Mokhtada Al-Sadr en Irak o con los continuos ataques sobre la soberanía de Bahrein al que Teherán considera una provincia de Irán. Este accionar incluye el apoyo a un golpe de estado en el mismo Bahrein (1981), al terrorismo en Kuwait (1983), a los atentados durante la peregrinación anual a la Meca en 1987 y al atentado de Khobar, Arabia Saudita (1996), todos ellos saldados con cientos de personas asesinadas. En contraposición, Israel nunca ha amenazado con aniquilar a ningún país o pueblo, mientras que Irán y antes Siria, Libia e Irak <que si firmaron el tratado> lo han violado sistemáticamente con la acción y la palabra. 

 

2. En torno al Tratado de No Proliferación

Hoy los iraníes afirman que oficialmente no están violando el TNPN, que su programa es pacífico y que aborrecen las armas nucleares. Sin embargo, si el Tratado es analizado en profundidad las contradicciones entre la posición iraní y la realidad se pueden observar claramente. El TNPN consta de cuatro pilares fundamentales, a saber:  

a)       Establece que los Estados poseedores de armas nucleares no deben -en modo alguno- ayudar, alentar o inducir a un estado no poseedor de armas nucleares a adquirirlas (artículo I).
 
b)      Las partes firmantes del TNPN se comprometen a la no fabricación de armas nucleares, ni a buscar o recibir ayuda para la fabricación de armas nucleares (artículo II).
 
c)       El TNPN en su artículo VI establece que cada una de las partes firmantes se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces y relativas a la cesación de la carrera armamentista nuclear, tendientes ellas, al desarme general y completo”. <Habrá quien pueda decir que Israel estaría violando esta norma debido a su escaso apoyo a las resoluciones nucleares. Sin embargo, la singularidad del programa nuclear israelí radica en lograr la disuasión estratégica, especialmente contra países que son mucho más grandes y operan fuerzas militares convencionales numéricamente mayores. Por tanto, la posición de Israel en materia nuclear debe ser considerada en estos términos y no en otros>.
 
 
d)       El TNPN remite al uso pacífico de la energía nuclear. Israel ha defendido durante mucho tiempo que no sería el primero en utilizar armas nucleares en la región, por lo que en este aspecto, la critica a su ambigüedad nuclear se ha contrapuesto con un comportamiento responsable respecto de los esfuerzos en su lucha contra la proliferación y lo mismo en su cumplimiento en declarar que no hará uso ofensivo de las armas nucleares y se ha declarado dispuesto a suscribir cualquier programa nuclear llevado a cabo “bajo reglas claras” emitidas por el Organismo.

Pero si se realiza una equivalencia entre la posición iraní y las bases y los principios fundamentales del TNPN es muy claro que hay un fuerte contraste entre “las palabras y los hechos”. El apoyo de Irán a grupos relacionados al terrorismo, sus declaraciones de exterminio, el ocultamiento sobre su programa nuclear y sus amenazas contra estados miembros de las Naciones Unidas es lo que debería ser el eje del debate sobre el que la comunidad internacional centre su mirada y no sobre otra variable.  Pero por si quedaba alguna duda respecto de la inoperancia de la OIEA y que el Tratado no está en condiciones de fijar ningún control ni fiscalización sobre proliferación, ello quedo palmariamente demostrado con la retirada y el desaire que le propino al Organismo la dictadura de Corea del Norte, un hecho gravísimo que hizo “pasar por el aro” a toda la comunidad internacional sin generar más que un minúsculo alboroto, pero que demostró con claridad que el Tratado no es mas que letra muerta y sin ningún valor, ya sea para los Estados firmantes como para los que están fuera de el. En otras palabras, está muy claro que incluso si Israel se une al TNPN, el programa nuclear de Estados como Irán continuará y seguirá contribuyendo a la desestabilización de la región. Por lo que no debe haber dudas que para avanzar hacia la paz regional, la verdadera función y acción de la OIEA y el TNPN es la de frenar junto a la comunidad internacional a los regímenes radicales.

Y es en este sentido donde debe focalizarse la comunidad internacional, en aquellos que lo violan, y no en el Estado de Israel que ha contribuido a los esfuerzos de no proliferación a pesar de no ser un miembro firmante.

Geoge Chaya colabora con el Diario Exterior

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