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Dios ha muerto…

Los islamistas, que exponen su propia vida luchando contra todos aquellos que se oponen a su versión radical de lo divino, quien pareciera no puede defender su propia honorabilidad, y por esto echa mano de sus “guerreros sagrados”.


"…Ahora amo a Dios: a los hombres no los amo. El hombre es para mí una cosa demasiado imperfecta. El amor al hombre me mataría…" "…Mas cuando Zaratustra estuvo solo, habló así a su corazón: “¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto!”…" (Nietzsche, Friedrich. “Así habló Zaratustra”, 1883).

Lo escrito anteriormente es parte del dialogo que sostuvo el personaje de Zaratustra con el “santo” en uno de los libros más emblemáticos del filósofo alemán Nietzsche, donde siguiendo una parte de su el nihilismo ha expresado la carencia de valores morales. Por una parte expresaba la crítica general que sobre los religiosos el autor tenía ya que se dirigían a los “simples mortales” como seres imperfectos a los cuales no se les podía amar porque ese amor estaba viciado, y por otro lado reflejaba su pensamiento filosófico pleno; por lo que matar a “dios” era dar a comprender que los valores de la moralidad humana eran vacíos, condicionales, casi inexistentes. 

El “santo” en este escrito, en su pensamiento amar a los hombres es complejo, por lo que amar a lo divino suele ser más sencillo, porque su práctica implica menos obligaciones. A veces a través de actos quizás ridículos se logra complacer el ego de ese ser supremo. En este espacio se pueden encontrar en la actualidad todos los extremistas que asesinan en el “nombre de Dios”. 

Un ejemplo de lo mencionado anteriormente son los islamistas, que exponen su propia vida luchando contra todos aquellos que se oponen a su versión radical de lo divino, quien pareciera no puede defender su propia honorabilidad, y por esto echa mano de sus “guerreros sagrados”, quienes en un arrebato pasional de cumplimiento por los principios celestiales, son capaces de arrancar de raíz a todo aquel que consideren un infiel o que esté cometiendo afrentas contra los estatutos morales impuestos por sus líderes religiosos. 

Para el islamismo, principalmente el radical, el supuesto respeto por lo divino los lleva a realizar actos de violencia sin contemplaciones, atentando contra la vida de otros seres humanos por considerarlos violadores de su interpretación de las normas islámicas (sharia). Muy a pesar de que otras interpretaciones islámicas prohíben el uso desmedido de la violencia y el asesinato (Sura La Mesa Servida 5:32), los islamistas justifican sus actos en que los infieles desagradan a Dios y por eso su eliminación o sometimiento son un acto de rectificación espiritual. 

En ese principio, los actos de violencia del pensamiento radical islámico no afectan solamente a los no musulmanes, sino que en reiteradas oportunidades atenta directamente contra los propios practicantes de su religión. Países africanos donde la mutilación genital femenina es una practica común, musulmanes que viviendo en países occidentales practican los asesinatos por honor, y la práctica de normas islámicas que son prohibidas en los países que los albergan; pena de muerte por ejemplo, ejercen una normativa paralela con jueces comunitarios de carácter religioso y cuya jurisprudencia no es vinculante y hasta es algo ilegal. 

Esta manera de actuar, alimenta las posiciones negativas que de la religión islámica se tiene en diversos grupos sociales, porque si bien hay comunidades islámicas que se desvinculan completamente de este tipo de actividades, cuando el radicalismo musulmán es el que ha logrado generar unión entre los clanes islámicos del Medio Oriente (de ahí parte del éxito del califato en la zona) y fortalece a las comunidades en países no musulmanes, su discurso logra ganar simpatías. 

Los islamistas radicales son además los que promueven la Dawah (proselitismo) en los países occidentales y la hégira (migración) a dos vías, una para fortalecer las posiciones sunitas en la región del Medio Oriente y el Norte africano y por otro lado, nutrir a las comunidades islámicas en su proselitismo dentro de países no musulmanes, promoviendo muchas veces las versiones más “ortodoxas” y tajantes de los principios islámicos, como el salafismo y los principios de la escuela de de Muhammad Ibn Ismail Al – Bujari, uno de los principales memorizadores de los dichos del profeta Mahoma (Hadices). 

De este modo, promueven muchas veces una religión cuyo objetivo final sea agradar solamente a lo divino, sin importar lo suficiente si en la ejecución de este fin dañan a otros seres humanos, los cuales finalmente por su imperfección no son objeto de respeto pleno. 

Meditando sobre la vida en un bosque lejano, el Profeta se encontró con un clérigo islamista que se hacía tajos sobre su piel y clamaba a los cielos a gran voz. El Profeta le preguntó sobre el objetivo de su vida, a lo que el clérigo contestó: Ahora amo a Alá y todos los principios que sus santos sabios han enseñado, a los hombres, primordialmente a los infieles y sus caminos pecaminosos no los amo. Los hombres son para mí una cosa demasiado imperfecta. El amor a los hombres me enviaría a los infiernos. Mas cuando el Profeta estuvo solo, habló así a su corazón: “Qué complicado ¡Este clérigo islamista que ha huido al bosque de seguro no se ha enterado todavía de que Alá ha muerto y con él todos sus santos sabios!”

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