La influencia de Trump en Educación
No es fácil precisar los contenidos de la política del presidente Trump en materia educativa, porque, como sucede en otros ámbitos, opera a base de fogonazos. Pueden ser útiles al negociar una tregua, o quizá ocasionen movimientos inesperados en las bolsas, pero los sistemas pedagógicos tienen clara vocación de pervivencia en el tiempo: no se construyen con medidas circunstanciales, efímeras, sino con tendencias permanentes. De momento, la Casa Blanca ha lanzado dos señales fuertes, con un contenido ideológico de fondo, pero no parece enfrentarse con los problemas y las necesidades reales del sistema educativo. No abordan las quizá grandes prioridades de la primera potencia mundial: la investigación en sede universitaria, el dominio de la lengua y las matemáticas en la enseñanza básica. Trump parece preferir la lucha contra la cancel culture extendida en los campus americanos y devolver la competencia global a los Estados (no está claro si también a las familias). La eventual supresión del ministerio de educación puede afectar a ambas tendencias, como denotaría la drástica reducción de funcionarios dedicados al fomento de la DEI. En el primer frente se sitúa la emblemática supresión de la ayuda federal de 400 millones de dólares a la Universidad de Columbia, que pasa por ser la más “progresista”. Desde una óptica clásica, los ismos no casan con el rigor académico: tanto la ciencia como la transmisión del conocimiento exigen una actitud abierta, nunca excluyente de quien tiene otros puntos de vista, porque no hay dogmas en asuntos científicos. Resulta francamente orwelliano que la discriminación de los contrarios se produzca en nombre de la diversidad, la equidad y la integración… Desde la perspectiva de Trump, no tiene sentido ayudar con dinero del Estado a quienes disgregan el Estado, aun con bellas palabras que acaban reprochando como odio cualquier crítica o discrepancia. Razones semejantes motivan la inquina contra el ministerio de educación, no tanto una visión del federalismo opuesta a la reducción del papel de los Estados miembros de la Unión. Se reprocha a ese departamento gubernamental ser cauce de propagación de ideologías y de connivencia con los poderosos sindicatos de la enseñanza, más atentos a defender a los profesores que a las familias o los propios alumnos, como se comprobó durante la pandemia.