// CARTAS AL DIRECTOR

La influencia de Trump en Educación

No es fácil precisar los contenidos de la política del presidente Trump en materia educativa, porque, como sucede en otros ámbitos, opera a base de fogonazos. Pueden ser útiles al negociar una tregua, o quizá ocasionen movimientos inesperados en las bolsas, pero los sistemas pedagógicos tienen clara vocación de pervivencia en el tiempo: no se construyen con medidas circunstanciales, efímeras, sino con tendencias permanentes. De momento, la Casa Blanca ha lanzado dos señales fuertes, con un contenido ideológico de fondo, pero no parece enfrentarse con los problemas y las necesidades reales del sistema educativo. No abordan las quizá grandes prioridades de la primera potencia mundial: la investigación en sede universitaria, el dominio de la lengua y las matemáticas en la enseñanza básica. Trump parece preferir la lucha contra la cancel culture extendida en los campus americanos y devolver la competencia global a los Estados (no está claro si también a las familias). La eventual supresión del ministerio de educación puede afectar a ambas tendencias, como denotaría la drástica reducción de funcionarios dedicados al fomento de la DEI. En el primer frente se sitúa la emblemática supresión de la ayuda federal de 400 millones de dólares a la Universidad de Columbia, que pasa por ser la más “progresista”. Desde una óptica clásica, los ismos no casan con el rigor académico: tanto la ciencia como la transmisión del conocimiento exigen una actitud abierta, nunca excluyente de quien tiene otros puntos de vista, porque no hay dogmas en asuntos científicos. Resulta francamente orwelliano que la discriminación de los contrarios se produzca en nombre de la diversidad, la equidad y la integración… Desde la perspectiva de Trump, no tiene sentido ayudar con dinero del Estado a quienes disgregan el Estado, aun con bellas palabras que acaban reprochando como odio cualquier crítica o discrepancia. Razones semejantes motivan la inquina contra el ministerio de educación, no tanto una visión del federalismo opuesta a la reducción del papel de los Estados miembros de la Unión. Se reprocha a ese departamento gubernamental ser cauce de propagación de ideologías y de connivencia con los poderosos sindicatos de la enseñanza, más atentos a defender a los profesores que a las familias o los propios alumnos, como se comprobó durante la pandemia.

Pedro García

El papa Francisco y la guerra

Hoy, precisamente que el papa nos acaba de dejar, me parecen oportunas aAlgunas de las principales intervenciones del, hasta hoy, Papa Francisco sobre la cuestión armamentística, que creo conveniente las tengamos en cuenta.

Por ejemplo que “es un hecho”, había dicho Francisco en noviembre de 2017, “que la espiral de la carrera armamentista no conoce descanso y que los costes de modernización y desarrollo de las armas, no sólo nucleares, representan una partida considerable de gastos para las naciones, hasta el punto de tener que poner en segundo plano las verdaderas prioridades de la humanidad que sufre: la lucha contra la pobreza, la promoción de la paz, la realización de proyectos educativos, ecológicos y sanitarios y el desarrollo de los derechos humanos… Los armamentos que tienen como efecto la destrucción del género humano son incluso ilógicos en el plano militar”.

Desde Hiroshima, en noviembre de 2019, Francisco recordaba, haciendo suyas las palabras del Papa Montini, que la verdadera paz sólo puede ser desarmada: “En efecto, si queremos realmente construir una sociedad más justa y segura, debemos dejar caer las armas de nuestras manos: “no se puede amar con las armas ofensivas en el puño” (San Pablo VI, Discurso a las Naciones Unidas, 4 de octubre de 1965, 5). Cuando nos entregamos a la lógica de las armas y nos alejamos del ejercicio del diálogo, nos olvidamos trágicamente de que las armas, antes incluso de causar víctimas y ruinas, tienen la capacidad de provocar pesadillas, “exigen enormes gastos, detienen los proyectos de solidaridad y de trabajo útil, alteran la psicología de los pueblos”.

Juan García. Cáceres

Los tan traídos y llevados aranceles son impuestos

Los tan traídos y llevados aranceles son impuestos que cobran los Estados a las empresas o particulares que importan y exportan productos o servicios. Otros muchos impuestos gravan también todas las actividades económicas y comerciales. Son costes “impuestos” que se suman a los propios costes de producción, manipulación, distribución, comercialización…

Entonces, ¿Qué se debe hacer frente a la imposición arbitraria de un arancel de un Estado frente a otro? ¿poner un arancel recíproco y desatar una absurda guerra comercial?. No. La mejor forma de defender a productores y consumidores es que los Estados negocien para bajar aranceles y todos los demás impuestos… que son muchos.

Pero claro, ahí los Estados van a hacer menos “Caja”. El problema de siempre.

Eduardo Gómez Arrieta. México DF.

La reacción europea

La reacción europea ante la decisión de Trump de romper la mayor alianza entre democracias del mundo está poniendo en evidencia quién es cada cual en Europa.

Hace unos días, las dos grandes formaciones políticas alemanas, democristianos y socialdemócratas, llegaron a un acuerdo para aprobar una enmienda a la Constitución alemana que permita eliminar el techo de deuda y así aumentar el gasto en defensa.

Pocas horas después, el presidente Emmanuel Macron se dirigía a los franceses con un discurso institucional televisado en el que destacaba que estamos en una nueva era en la que ni la prosperidad ni la seguridad están garantizadas, recordando que Rusia es una amenaza no sólo para Ucrania y que el futuro de Europa no se puede decidir ni en Whashington ni en Moscú.

El primer ministro británico, Keir Starmer, ya se ha dirigido al parlamento para explicar el aumento del gasto en defensa en el contexto del nuevo orden mundial.

Jesús D Mez Madrid (Girona) 

Que China invada Taiwán

La inteligencia estadounidense ve bastante probable que China invada Taiwán antes de 2027. En los últimos meses, Beijing ha llevado a cabo un formidable esfuerzo diplomático gracias al que no solo se protege de hipotéticas sanciones comerciales, sino que ha logrado que más del 60% de los países de la ONU respalden hoy su soberanía sobre Taiwán, muchos en términos que legitiman el uso de la fuerza. Alguno de esos países, como Malasia, mantiene disputas territoriales con China. No es irracional. Pese a los esfuerzos de Obama y Biden por establecer alianzas en la región, cada vez es menos probable que nadie considere a EE.UU. como un socio fiable dispuesto a salir en su defensa.

Pedro García

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