Política

Los malos arquitectos desestabilizan el mercado global

“Las expansiones de crédito impuestas son quizá la mayor fuerza desestabilizadora para una economía de mercado. Cuando los gobiernos extienden el crédito a través de tasas de interés artificialmente bajas o de una política de créditos directos, los consumidores y los negocios experimentan incrementos en los ingresos en términos monetarios.”

Globalización
Tras la euforia económica y financiera ampliamente extendida en gran parte del
este de Asia en 1997 y 1998, apareció una percepción de que los mercados
globales se encontraban en un estado de crisis y de que los mercados emergentes
eran víctimas de los flujos de capital a corto plazo. Esto trajo [consigo] la
denuncia de los propietarios de capitales como carentes de lealtad nacional [y] hasta historias de usura y conspiración. Comenzó a formarse un consenso que
justificaba imponer límites y regulaciones a los mercados de capital. Hasta los
miembros del G7 se unieron al coro.

A cambio, hubo referencias a la
necesidad de una nueva “arquitectura financiera global”. Desafortunadamente, la
ingeniería económica propuesta se basaba en premisas equivocadas. Revisemos las
presunciones de que las crisis financieras se derivan de (1) inestabilidad
inherente al mercado, que se ve (2) agravada por flujos de capital a corto
plazo.

Con respecto a la cuestión de la inestabilidad del mercado, a
pesar de las afirmaciones contrarias, los mercados tienden a ser inherentemente
estables debido a un equilibrio entre los que buscan riesgos y los que quieren
evitarlos. Si los beneficios del mercado son desequilibrados en una dirección, o
si un conjunto de opiniones domina, el resultado es el excesivo pesimismo y el
pánico, o el excesivo optimismo y las burbujas. Aunque son raros, hay algunos
ejemplos históricos dramáticos donde tuvo lugar la sobre-especulación, como se
vio recientemente en algunas partes del este de Asia.

¿Entonces, cómo se
inestabilizan los beneficios del mercado?. Que estos sucesos sean raros sugiere
que el mercado posee algunos defectos inherentes. Inducir a la mayoría de los
jugadores del mercado a tomar un rumbo que demuestre estar tan desastrosamente
equivocado [indica que] tiene que haber señales persuasivas. Esto se debe a que
los mercados están compuestos de muchos jugadores independientes, que bien
pueden no discutir nunca sus planes con nadie más. Cuando la mayoría de los
jugadores comete errores constantemente acerca del futuro, una fuente dominante
tiene que haber generado influencias distorsionadoras para inducir a las que de
otro modo son decisiones autónomas a actuar de modo similar.

Las
decisiones del mercado se toman dentro de una estructura de incentivos que
emerge de acuerdos institucionales existentes. Por supuesto, los gobiernos
tienen el control más extensivo sobre el marco institucional. En particular, los
gobiernos controlan el suministro de dinero. El dinero es el conductor de
información más importante de una economía de mercado, dado que su cuantía y
valor contienen información acerca de los valores individuales, los ingresos y
los precios.

Las expansiones de crédito impuestas son quizá la mayor
fuerza desestabilizadora para una economía de mercado. Cuando los gobiernos
extienden el crédito a través de tasas de interés artificialmente bajas o de una
política de créditos directos, los consumidores y los negocios experimentan
incrementos en los ingresos en términos monetarios. Sin embargo, el incremento
de los ingresos refleja solamente el flujo entrante de papel dinero en lugar de
incrementar su disponibilidad de bienes y servicios reales. Este incremento
ilusorio en los ingresos inspira inversiones que no pueden ser apoyadas por el
sector real de la economía. En la práctica, los empresarios creen erróneamente
que había disponible más ahorro del que [hay] en realidad, así que llevan a cabo
inversiones para las que hay demanda real insuficiente como para hacerlas
beneficiosas.

El impulso a invertir y consumir crea señales
distorsionadas en los precios, que animan las inversiones indirectas y quizá la
fiebre especulativa. Con el tiempo, la expansión ilusoria se detiene, ya sea
porque los gobiernos deben recortar la tasa inflacionaria de sus políticas de
crédito desencadenadas o porque las fuerzas de autocorrección accionadas por la
inflación comienzan a invertir la expansión.

Con respecto a la necesidad
de limitar el capital a corto plazo, existe una proposición ilusoria y quizá
contraproductiva. En primera instancia, parte del capital pensado para ser
transitorio puede comprometerse durante períodos más largos bajo condiciones u
oportunidades apropiadas. Y algunos compromisos a largo plazo pueden cancelarse
si las condiciones cambian. En todos los casos, es de importancia capital hacer
tales distinciones, dado que los flujos de capital están normalmente limitados
por los flujos de ingresos.

Bajo esta interpretación, el éxodo de
capital desde el este de Asia y desde otros mercados emergentes en 1997 fue
solamente el mensajero o un efecto, mas que la causa de la crisis económica y
financiera. Hubo una crisis de confianza que causó un flujo neto de capital
saliente, sin importar la intención previa de los inversores.

La crisis
de confianza surgió por un reestablecimiento de la fiabilidad de las
instituciones económicas y políticas de los países afectados. Como tales, no hay
soluciones rápidas a los problemas estructurales y sistemáticos de los flujos de
capital. De hecho, los controles de capital propuestos pueden empeorar las
cosas, al retrasar las medidas necesarias hacia la estabilización de las
economías de la región que debe preceder a la recuperación.

Los
legisladores deberían evitar las tentaciones de soluciones rápidas políticamente
expedientadas. En su lugar, deberían atacar los problemas fundamentales que
coartan la estabilidad de sus economías. Desafortunadamente, la estabilización
exige un período de ajustes dolorosamente largo. La crisis de confianza sólo
pueda resolverse a través de reformas institucionales radicales. El retorno de
los flujos del capital entrante espera garantías de mayor transparencia y
auditoria por parte tanto de los actores políticos como de los comerciales.


En pocas palabras, los mercados sirven mejor a los intereses del público
en general cuando sus operaciones son despolitizadas. Así, la clave para
resolver los problemas del este de Asia es [hacerlo] a través de ajustes en el
suministro de sus economías. Esto requerirá mayor eficacia del mercado
financiero que puede provocarse a través de la aceleración de la liberalización.
Para la estabilidad y el crecimiento se necesita una política monetaria clara,
al tiempo que patronaje político en la forma de eliminación o minimización de
los subsidios y las concesiones de monopolios.

Al mismo tiempo, la
eliminación de los aranceles de exportación y de tarifas y de las concesiones de
monopolios pueden reducir las distorsiones en sus economías nacionales. Existen
pruebas de que el este de Asia dispone de un amplio suministro de empresarios
privados. Deberían llevarse a cabo reformas tributarias para disponer de un
mayor control sobre el retorno de las fuentes a sus manos. La estabilización y
la recuperación del este de Asia espera la voluntad política para despolitizar
los mercados.

La noción de necesidad de una “arquitectura financiera”
con medidas regulatorias para introducir la estabilidad en la economía global se
basa en premisas imperfectas. Llevaría a una mayor politización de la economía
global y cambiaría la implicación burocrática por un nivel internacional
supervisado por arquitectos que no han demostrado ser competentes. Después de
todo, ninguno de ellos predijo los problemas que ahora afirman entender cómo
solucionar.

*Christopher Lingle es Global Strategist de eConoLytics.


Fuente: TechCentralStation

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