Economía y Sociedad, Política

Acerca del fracaso de las políticas de control de población

“Una de las bajas más importantes en la batalla por la democracia y la demografía es la libertad individual. Por su parte, la India y China lucharon en esta guerra utilizando políticas de coacción para imponer controles en el crecimiento de la población. El programa de la India de esterilización forzosa bajo Indira Gandhi en los años setenta implicó abusos masivos de la dignidad humana; el programa “One Child” de China fue igual de represivo”.

Políticas Públicas

   



Estas políticas han causado un enorme desequilibrio de sexos en las poblaciones de ambos países. Informes oficiales de China destacan que en el 2000, la tasa de sexos es de entre 117 a 119 varones por cada 100 mujeres. El United Nations Population Fund emplea energías considerables o bien en exagerar el hecho de que demasiadas personas ocupan la tierra, o preocupándose por sus condiciones pobres. Para aquéllos que siguen la lógica simplista de la ONU, estos dos puntos se ven relacionados.


 


Hay muchos motivos buenos para desafiar la imagen negativa constante y persuasiva asociada a los incrementos de población per se. Los partidarios del control de la población (voluntario e involuntario) asumen que ya hay demasiados de nosotros sobre la tierra. Y sorprendentemente, hay muy poco en lo que disentir con esta opinión.


 


Un disidente elocuente fue el difunto economista norteamericano Julian Simon, que sostenía una opinión del mundo destacadamente optimista. Su optimismo se expresa sobre todo en su libro El último recurso. Allí, identifica a los seres humanos como el recurso capaz de resolver la mayor parte de los problemas que nos acucian. Ignorando a pensadores como Simon, los líderes políticos tanto de China como de la India estaban atrapados en la lógica negativa que permite todos los abusos contra sus ciudadanos en nombre de la “sonada” política pública. Claramente, la esterilización forzosa y los abortos buscados fueron una violación de los principios más básicos de la dignidad humana. Sus acciones reflejan una falta de respeto al valor potencial que es inherente a todos y cada uno de los seres humanos. Pero aún así no son los únicos; incluso los cálculos económicos convencionales reflejan la parcialidad contra el crecimiento de la población.


 


Considérese el cálculo de los ingresos per cápita, en donde los ingresos nacionales se dividen entre el tamaño de la población. Esto significa que una persona adicional incrementa el denominador y reduce el bienestar material de la comunidad. Sin embargo, una camada de cachorros para un criador comercial incrementa el numerador y mejora las condiciones económicas. Este cómputo ilustra el nacimiento de un bebé como un precio e ignora el ingreso presente en el futuro flujo de beneficios que puede esperarse de los nuevos nacimientos de seres humanos. Solamente una lógica retorcida nos puede retratar mejor posicionados con más cachorros y peor con más seres humanos.


 


A pesar de las negaciones, existe un racismo implícito en las afirmaciones de los defensores del control de la población. La mayor parte de los países occidentales tienen poblaciones en retroceso que consisten principalmente en blancos. Resulta que limitar el crecimiento de la población inevitablemente restringirá las cifras de personas negras, mulatas o amarillas. De alguna manera, la desalentadora visión del crecimiento de la población persiste a pesar de las considerables pruebas de lo contrario. Por ejemplo, las áreas con mayor densidad de población son a menudo las más prósperas y las más hospitalarias, como Amsterdam, Hong Kong, Londres, Singapur o Tokio. Mientras que Bombay y El Cairo están fuertemente contaminadas, son mucho más prósperas y productivas que las áreas campestres que las rodean.


 


Llamativamente, los defensores del control de población afrontan fuertes incentivos personales para exagerar los peligros de una población creciente. Crear imágenes horribles de superpoblación permite que los políticos reclamen más recursos a los contribuyentes (cuyas cifras desean incrementar paradójicamente). En cualquier caso, la pobreza constante y extendida se debe principalmente a malas políticas gubernamentales, más que a demasiados ciudadanos. Es un hecho comprobado que la mayor parte de las personas capaces que continúan siendo pobres, lo son porque continúan sin un empleo. Los empleos son escasos, dado que hay poca formación de capital o inversiones en nuevos negocios. La ausencia de actividad económica está causada normalmente por políticas públicas que castigan el éxito con altos impuestos marginales o que crean obstáculos burocráticos a la competición. Esto se debe a que la creciente media de ingresos tiende a llevar a un declive en la tasa de natalidad.


 


Otro modo de hacer frente al crecimiento de la población global sería permitir la inmigración más abierta. Pero los populistas invocan el temor a la infiltración por parte de organizaciones terroristas o la desaparición de la cultura indígena para desplegar la oposición política. Tales afirmaciones son ávidamente apoyadas por sindicatos comerciales que buscan limitar la competición del exterior con el fin de mejorar su parte. Desde un punto de vista completamente económico, la migración tiende a suponer beneficios netos para los países receptores, puesto que los inmigrantes que llegan son frecuentemente más jóvenes y sanos. Y su elección de mudarse de su país de origen implica una elevada iniciativa a la hora de trabajar.


 


En lugar de desviar recursos hacia las medidas de control de la población, gobiernos y ONGs deberían promover la libre inmigración y políticas que incrementen el crecimiento económico. Una vez que los problemas que se perciben en el crecimiento de la población sean vistos como fracasos del gobierno, el debate acerca del tamaño de la población y su contenido racial será expuesto como completamente inhumano.


 


Christopher Lingle es miembro permanente del Centre for Civil Society de Nueva Delhi y profesor de económicas de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala.

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