Se estima que 800.000 ruandeses murieron durante el genocidio de 1994. Imagine esta masacre incrementada entre un 20-120% y repetida una y otra vez durante años. Ese es el precio de la malaria. Hoy, otros burócratas internacionales prohíben a los empleados de malaria utilizar pesticidas. Y la tasa de mortalidad innecesaria, inconsciente e inexcusable continúa creciendo.
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