“La Argentina que fue ya no es pero puede llegar a ser distinta. ¿Cómo? ¿De qué manera? Posiblemente si empezamos a unir piezas del rompecabezas, a ocuparnos de lo que puede pasar y no de lo que ha pasado.”
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Jueves, 07 de diciembre 2023
“La Argentina que fue ya no es pero puede llegar a ser distinta. ¿Cómo? ¿De qué manera? Posiblemente si empezamos a unir piezas del rompecabezas, a ocuparnos de lo que puede pasar y no de lo que ha pasado.”
Gabriela Pousa
per carrera hacia la meta
final”
Preparados,
listos, ya… ¡Largaron! No. No se trata de una carrera de
Fórmula 1. Se trata de la Argentina. De hecho, si bien se mira se verá que la
escenografía tiene alta congruencia con aquella que sirve de marco para las
aventuras de Los Autos
Locos, dibujo animado infantil donde un grupo de peculiares
corredores se prestan a competir en viajes cuyo trayecto es ignorado. En el
camino, van perdiéndose engranajes, la velocidad aumenta y disminuye, las reglas
se evaden y todo es permitido con tal de llegar antes que el otro. Así
transcurrían esas carreras de autos fantásticos en mi infancia. Esas imágenes
vuelven, regresan casi intactas…
¡”Y
allá van de nuevo…!” Con estas palabras comienzan
las carreras de estos autos lanzados, a una competición en la que la única regla
es llegar a la meta antes que los demás. Once coches y otros tantos pilotos
dispuestos a usar los trucos más ingeniosos son los protagonistas de “Los Autos Locos“. Hoy, más de 30 años
después de su estreno, mantienen la misma frescura y el mismo atractivo en cada
uno de sus capítulos. En rigor, el argumento es sencillo: vehículos tan
estrafalarios como sus propios conductores, recorren todo Estados Unidos
participando en distintas etapas. Como ocurría en películas como “Los Locos de Cannonball” o
“Los caraduras“, el único
objetivo es llegar el primero a la meta, pase lo que pase. La estrella absoluta
de la serie es Pierre
Nodoyuna, un francés que podría ser buen piloto si no perdiera el
tiempo preparando las trampas más extrañas, siniestras y macabras. Para él, una
victoria limpia no sería una auténtica victoria.
Esa
podría ser la crónica de la versión fílmica que se hiciera de la serie a la que
hago referencia. Sin embargo, y a pesar de que estamos en el plano de lo veraz
también podría ser la noticia del día redactada en portadas de medios
nacionales, a modo de pintura radiográfica de lo que pasa en esta geografía. Y
es que se largó la campaña.
Acá
también, la única regla es llegar a la meta antes que los demás. Los diseños vienen refaccionados por
cirujanos plásticos y asesores de imagen en vez de por técnicos-mecánicos y,
¿quién se atreve a negar que, algunos pilotos están dispuestos a usar los trucos más
ingeniosos, y hasta los más perversos, a fin de alcanzar el objetivo, violando
las reglas que se presenten en el camino?
Lamentablemente
después de 30 años -o menos-
(siempre, de todos modos, parecen demasiados) esta comicidad, traída a la Argentina,
no mantiene frescura alguna, menos aún atractivo. Por el contrario, y quizás sea
ésta la gran diferencia entre realidad y ficción, surge con pilotos corriendo
desesperados detrás de cargos, montados a estructuras destartaladas y viejas.
Viejas en la acepción literal de esta palabra. El mundo se ha modernizado. Así,
el recuerdo de aquellos dibujos animados llega con desanimo. No alegra tener en
casa un Pierre
Nodoyuna
acompañado por más de un “Patán”
saboteando rivales en vez de ocupado en transitar la ruta de la ética y la
gobernabilidad concreta.
En concordancia con el personaje torpe de la
TV, nuestro Nodoyuna
tampoco suele ganar pero se las ingenia para ser protagonista. Tiempo atrás,
como en la pantalla chica tuvo su propia serie en la cuál se dedicó a perseguir
un palomo mensajero. Hoy podemos darnos cuenta que la carta transportada por
aquel contenía los datos dónde se hallan depositados los fondos de la provincia
de Santa Cruz, pero eso, como diría Kipling, es otra
historia… O pretenden que lo sea.
No hace falta
observar demasiado la anatomía del país para hallar la personificación exacta de
los hermanos Macana, quizá no sean parientes sanguíneos pero unidos por el
apellido es difícil discernir quién es uno y quién el otro. Estos, en la misma
tónica de la tira, van al mando de una estructura “tracción a sangre” tratando
de disimular los retrasos que sufrimos a causa de problemas con el motor,
desperfectos en el acelerador, exceso de marcha atrás, miradas detenidas en el
espejo retrovisor, freno innecesario, carencia de combustible y pérdida de
tiempo en demasía. En definitiva, a garrotazos, avanzan justificando o tratando
de neutralizar todo obstáculo.
Por nuestras calles,
el “Espanto-móvil” –
especie de casa rodante que se asemeja a algún altillo de película terrorífica
como el de “Psicosis” –
marcha trayendo al ARI. Sus
conductores son extraños (¿quién recuerda acaso a Big Gruesome o a Little Gruesome a bordo de aquel
automóvil?) Y es que no cuenta quién está al frente del volante sino que la
trascendencia radica en aquel dragón que constantemente escupe fuego a
corredores que se acercan mucho a su vehículo. ¿Qué es lo que hace hoy Elisa Carrió?
Echa acusaciones por doquier pero se mantiene en segundo plano por “hartazgo de la política” según sus
propias palabras. Extraño cansancio que la lleva, sin embargo, a postularse para
nuevo cargo…
En la carrera, por televisión,
podíamos observar al Profesor
Locovich. No era mucho lo que se revelaba de aquel a lo largo de la
serie. Aparentemente, un viejo gruñón que no hacía grandes cosas dedicado a
superar a sus adversarios mediante las nuevas prestaciones de su auto
convertible, al que se definía como una cruza entre avión, automóvil y lancha.
Aquí y ahora, este “profesor” (Cambalache asumido como cierto) surge
conduciendo un poco de menemismo-kirchnerista-transversal-duhaldista con
justicia social… Léase: bandera a conveniencia de quién lleve la delantera.
Personajes de esta índole,
cambiando camisetas y lealtades, jamás escapan a la historieta argentina. Es
como si nunca se quedaran sin nafta. En la terminología política suele decirse
que “acompañan“…
Acompañan conveniencias… Ahora bien, una vez fuera del celuloide, la
pretensión de conducir un movimiento propio, ajeno a la ficción, parece un
desborde insensato, un dislate. ¿Qué ofrecer después de tantos años sin “hacer”?
Una carrera por la provincia de Buenos Aires desvencijada y convertida en tierra
de nadie no resulta grato ni para el público infantil ni para aquel entrado en
años.
Infaltable, Penélope Glamour… Con un
inconveniente grave fuera de la tira. Dos artistas se disputan el papel y no
parece haber director capaz de organizar el casting con cierta lógica.
¿Votación interna? ¿Rifa? ¿Al mejor postor? No se sabe. Penélope espera, no a su
amor sino la conveniencia. Hete aquí la diferencia entre el guión de los
hermanos Barbera y el que ha escrito nuestra
dirigencia…
Queda, en el
trayecto, Matthew
y sus Pandilleros, grupúsculo de hombres que corrían en la Antigualla, auto viejo pero capaz
de llevarlos a todos por caminos de impunidad y misterio. A pesar de ser
bandidos y pandilleros, en la tele optaban por tratar de superar los escollos de
manera mancomunada (aunque usualmente, la ineptitud de todos era tan evidente
que los alejaba demasiado del éxito). Aún así a veces llegaban y pasaron a la
serie protagonizada por Penélope Glamour, auxiliando a la heroína en momentos
difíciles. Corriendo por este asfalto, hoy tratan de arrimarse a alguna de ellas
pero no terminan de decidirse y van, de acto en acto, unidos solamente en
desacato…
El soldado Meekly que iba acompañado
por el dictatorial
Sargento (conocido como Sarge) encarnaba la presencia del ejército en las carreras dejando a las
claras la particular relación de dominación digna de un estudio psicológico.
Estos personajes no fueron nunca muy explotados por Barbera. Su vehículo era una
mezcla de oruga con aplanadora simulando un tanque de guerra. Pero… Pero el
pasado sábado me pareció hallar a Meekly arrastrándose tal cuál la
serie: como gusano. Por Palermo, en el campo de Polo sin ir más lejos… Mucha
política, sumisión desmedida o quizá, necesidad de mantenerse a la sombra del
dictatorial compañero como es De-Vido, sentado cuidándole las espaldas
(aunque aburrido ante un discurso “progresistamente” in-correcto)
Es por estas cosas
que, de pronto, siento que la infancia no pasó y estamos otra vez todos, viendo
quién llega primero. Descubriendo que Nodoyuna es un débil fracasado
incapaz de admitirlo y obstinado en hacer las mil y una para salirse con la
suya: ¡Hasta instaurar un plebiscito a fin de que los chicos voten a ver si le dan
pasaporte a la meta para llegar
trampeando antes que los otros autos! ¡Voten chicos, voten…! Y Patán asiente aún cuando, la
metodología, más que risa dé lastima y vergüenza.
Tronco-móvil hay tantos… Ya no es
dable enumerarlos. Rudimentarios, intentan, pero sabemos que con ruedas
cuadradas ganar la carrera es deseo vano.
La tira cómica de
Hanna Barbera mostraba varias referencias a la época
del cine mudo y de los años ´20. Se ponía énfasis en los personajes como
Pierre y Penélope hasta en el aspecto del
Espanto-móvil o en la
Antigualla de los
Pandilleros. Esta pintoresca calidad, inusual para un dibujo animado,
convirtió a esta serie -emitida hasta septiembre de 1970- en un clásico de los
dibujos infantiles.
Ahora bien, cuando
la infancia se instala por décadas y en el mundo de la adultez se actúa como
infantes sin conciencia, la gracia se esfuma y la comicidad se transforma en
tragedia. De allí
qué, hallar estos personajes de ficción lanzados a una nueva carrera en vivo y
en directo por las calles porteñas, causa estupor y no es vana una voz de
alerta.
Los argentinos estamos ahora a
punto de cruzar de vereda. Los semáforos no funcionan (entiéndase que es la
ciudad autónoma, autónoma de Ibarra al parecer…) y todos estos conductores
vienen haciendo de las suyas. Desenfrenados, largados con el pie en el
acelerador, olvidado el freno y sin un tino de cordura como si la meta (es decir
la elección de Octubre) estuviese a la vuelta de la esquina.
Triste sinonimia, sin lugar a
dudas. Pero estamos en esta serie veraz con papeles cambiantes. Somos a veces un
poco “Callejeros” – con y sin culpa-, un poco Chabán – libres pero entre rejas
por conveniencia, pagando la libertad, inocentes para algunos pero con un
prontuario detrás – y tenemos, eso sí, mucho, demasiado quizás de las 193 víctimas fatales…
¿Cuántos respirando aún, no viven como
cadáveres? Y llevamos encima las secuelas de la supervivencia…
La Argentina que fue ya no es pero
puede llegar a ser distinta. ¿Cómo?
¿De qué manera? Posiblemente si empezamos a unir piezas del rompecabezas, a
ocuparnos de lo que puede pasar y no de lo que ha pasado (encima distorsionado
por versiones antojadizas de Nodoyuna y Pandilleros que quieren vendernos
el perro…) Observando, aprendiendo y, por encima de todo, escuchando a quienes
han dado prueba de conocimiento -no
para repetir autistas el cuento-, sino para agarrar lápiz y papel y trazar
nuevos libretos: crear originales series para adultos donde los personajes dejen
de lado las trampas, donde los conductores enfilen a la meta estimulados por una sana y libre
competencia. Entonces, ganará el mejor. Y el podio tendrá, sin artilugios
demagógicos, un justo vencedor.
El éxito
animado producido por los legendarios
Hanna
Barbera se
convirtió en una de sus más históricas series. La casualidad estuvo ajena a esta
victoria. La idea surgió en
Septiembre de 1968 inspirada en
películas sobre carreras como “Monte Carlo or bust“ o “The Great Race“, que maravillaron a los
realizadores por la sensación que trasmitían, aunque luego éstos cambiaron las escenas para que los personajes
compitiesen en campo abierto por el éxito. Para el diseño de vehículos,
contrataron a expertos como
Jerry Eisenberg y Iwao Takamoto, quienes trabajaron
mano a mano con la cadena privada CBS. La serie empezó a tener cada vez más
adeptos, con una primera temporada que duró hasta 1970. Cada personaje fue
delineado por un propio maestro. Es decir, por un profesional que se ocupó de
que no le faltase un solo de
caracterización. El dibujante Takamoto se encargó, por ejemplo, de
Penélope Glamour, dándole una apariencia frágil pero fuerte al mismo tiempo. Con
un to
cuatro capítulos en su primera temporada, los Autos Locos pasaron
a ser una de las más exitosas series de dibujos animados para televisión, tanto
en Estados Unidos como en el extranjero.
Si los argentinos comenzamos a
buscar expertos para delinear los personajes que queremos conduzcan los
vehículos que nos lleven hacia el futuro, si hacemos las alianzas correctas
acorde al siglo en que vivimos (no con Chávez ni Castro ni Bolivia) como Hanna
Barbera supo hacerlas con Walt Disney en su momento, es posible que nuestra
serie tenga el éxito que tuvo la tira televisiva. Y en una de esas, la Argentina
pase – no por casualidad sino por merecimiento, competencia y elección del
público-, de la pantalla chica a la cinematografía mundial donde se ven
superproducciones y a dónde se llega no en vuelos de cabotaje sino en viajes de
primera.
Para un comienzo oportuno, es
necesario fijarnos cuándo y cómo cruzamos de vereda porque la carrera se largó.
Después será cuestión de analizar con creces, de qué manera llega el conductor
que sube al podio en carácter de ganador y, no descuidar tampoco quién o quiénes
son los copilotos…il
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