Economía y Sociedad, Política

Colombia: El libre comercio es bueno para ambas naciones

Andrés Mejía-Vergnaud argumenta que rechazar el tratado de libre comercio con Colombia sería una mala decisión por parte de EE.UU. ya que decepcionaría a uno de sus más importantes aliados en la región.

Andrés Mejía-Vergnaud
El Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos se encuentra bajo fuego por parte de los demócratas y los sindicatos que afirman que varios escándalos implican que Colombia no lo merece. Sin embargo, no debería castigarse a un pueblo entero cuando éste podría ser rescatado a través de un TLC.

La fecha límite para los tratados comerciales con Panamá, Perú y Colombia era el 31 de marzo. Pero los líderes del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes han dicho que “Continuaremos en la búsqueda de un acuerdo sobre estos temas en los próximos días ya que reestablecer una base bipartidista sobre la política comercial es más importante que cumplir con un plazo de procedimiento”.

Algunos congresistas desean que se incluyan estándares laborales y ambientales más estrictos en estos TLC´s. Esto usualmente refleja estrategias más proteccionistas —no significa que en realidad se preocupen por los trabajadores o el ambiente. Si estas condiciones hunden el tratado, entonces los colombianos habrán sido abandonados por el país que se supone ser su principal aliado.

En la actual década, América Latina ha visto el surgimiento de varios regímenes sumamente antagónicos hacia Estados Unidos. El presidente venezolano Hugo Chávez se ha dedicado a socavar las alianzas estadounidenses alrededor del mundo y ha presionado a los países andinos a no firmar tratados de libre comercio. Colombia se resistió y permaneció leal a Estados Unidos. Como represalia, Chávez abandonó el Pacto Andino.

Los colombianos hemos pagado una factura muy alta en vidas humanas y esfuerzos económicos con el fin de perseguir objetivos comunes con Estados Unidos. Un fracaso con el TLC generaría una decepción profunda y facilitaría el camino para que los políticos locales anti-estadounidenses ganen el respeto que han carecido hasta el momento, en un país en donde la gente en general se siente orgullosa de su amistad cercana y comercio masivo con Estados Unidos. Esto también haría ver muy mal a los líderes que han defendido y promovido una buena relación entre Colombia y Estados Unidos, así como aquellos que defienden el libre comercio, la apertura de mercados y las instituciones democráticas contra la alternativa autoritaria y socialista que está de moda. Colombia sería entregada en bandeja de oro al proyecto “chavista”.

El sindicato AFL-CIO ha hecho causa común con la izquierda colombiana y con algunos demócratas sobre el tema de los asesinatos de sindicalistas en Colombia. Otros quieren acabar con el TLC debido al reciente escándalo “para-político”, el cual ha causado que varios miembros del Congreso y el antiguo jefe de inteligencia hayan sido enviados a prisión y enfrenten juicio por sus ligámenes con escuadrones de la muerte paramilitares.

Los defensores del TLC no negamos la cruel historia de la violencia anti-sindical en Colombia. Tampoco minimizamos la importancia del escándalo “para-político”. Simplemente pensamos que todo un país y todo un pueblo no deberían ser castigados por los crímenes de unos pocos.

No se les debe negar a los colombianos los beneficios del libre comercio, de mayores oportunidades, de mercados abiertos, de más competencia, de menores precios a los consumidores y de una mayor interacción con el mundo, tan solo por unos pocos criminales cuya agenda no tiene nada que ver con el libre comercio. Por el contrario, las acciones de estos delincuentes tienen la intención de consolidar un estado peor que feudal en las áreas que controlan, basado en el poder de la violencia y la posesión de tierras. Ellos están totalmente opuestos al libre comercio, a la apertura de mercados y a la modernización.

De hecho, el escándalo “para-político” tan solo muestra que Colombia va en el camino de superar un legado de violencia armada que ha manchado la política en décadas recientes. La Corte Suprema ha encarcelado a ocho miembros del Congreso, junto con el antiguo jefe de inteligencia (liberado por el momento), mientras espera un juicio.

Esta es difícilmente la imagen de un país manejado por mafias paramilitares; es la imagen de un país donde las instituciones democráticas, y también los medios de comunicación, están luchando contra el crimen organizado, donde los elementos fundamentales del Estado de Derecho están empezando a funcionar, incluso si esto perjudica a gente importante.

Existen muy buenas razones para demandar niveles básicos de decencia a la hora de aplicar la ley, pero la violencia criminal contra los sindicalistas no es una buena razón para rechazar un acuerdo comercial que le daría bienes más baratos a los pobres y expondría la economía a un monitoreo internacional más fuerte.

Aún así, el TLC no constituye un acto de caridad hacia Colombia. Es en el interés de Estados Unidos reforzar la economía de libre mercado, enriquecer a los pobres, fortalecer la lucha contra la corrupción, y debilitar el avance corrosivo del socialismo autoritario a través de la región.

Por todas estas razones, los demócratas deberían apoyar el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos. Es una magnífica oportunidad de combatir la pobreza y darle una oportunidad a un país que ya ha sufrido lo suficiente.

Andrés Mejía Vergnaud es Director ejecutivo del Instituto Libertad y Progreso (ILP) en Bogotá.

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