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¿De qué hablamos cuando hacemos referencia a la ultraderecha?

“La ultraderecha”. Todo el mundo empieza a hablar de ella de manera indistinta y con poca claridad conceptual. Se trata de un término que se emplea con extrema ligereza, principalmente alentada por analistas y medios de comunicación que curiosamente rehúyen hablar en términos equivalentes de la “ultraizquierda” cuando se refieren a partidos que, en su ideario, contravienen la democracia representativa liberal, como es el caso del Partido Comunista.

Sin ir más lejos, la ex Presidenta Michelle Bachelet ha señalado que uno de los temas que más le preocupa es el “auge de la ultraderecha”. Pese a que fue ella quien incorporó al Partido Comunista por primera vez en la alianza de Gobierno desde el retorno de la democracia.

Pero más allá de las disquisiciones semánticas, lo interesante es entender la entidad del fenómeno para poder separar la paja del trigo.

¿DE QUE HABLAMOS CUANDO HACEMOS REFERENCIA A LA “ULTRADERECHA”? FORMAS Y FONDO

¿Qué tienen en común las derechas alternativas? Siguiendo a Pablo Stefanoni, autor del libro ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio), lo primero sería hablar en el campo de las formas, de la imposición de un estilo contestatario, desfachatado e impugnador. Algo curioso, considerando que los líderes de derecha han sido siempre asociados en el imaginario colectivo a personas de tono más compuesto. Stefanoni advierte signos de que ahora es la izquierda la que se ha vuelto de algún modo conservadora o defensiva ¿Por qué?

La izquierda se habría vuelto defensiva porque defiende un statu quo moral, una suerte de decálogo de corrección política que impone formas, normas y usos en la mayoría de los casos asociados a la cultura woke, a un identitarismo exacerbado que fragiliza y victimiza a los sujetos políticos y que ve como único horizonte moral la idea de un consenso socialdemócrata. Cuestión que contrasta con la tradicional imagen histórica de la izquierda asociada a la rebeldía, la desobediencia y la transgresión. De este modo, si hoy hay algo de transgresión, esta es de derechas, porque son ellas quienes estarían
disputando con más energía el sentido común.

Respecto al fondo, y yendo más allá de lo planteado por Stefoni, habría que señalar que las derechas alternativas no son un cuerpo monolítico. Existe heterogeneidad entre ellas.

Por cierto, no es lo mismo Viktor Orban de Hungría que Giorgia Meloni de Italia, así como Alice Weidel de AfD alemán no es lo mismo que la francesa Marine Le Pen, por citar algunos ejemplos. Difieren en asuntos valóricos y económicos, siendo algunos más liberales, otros más conservadores, otros más libremercadistas y otros  más intervencionistas. Pero sí hay algunos vasos comunicantes, interesantes de considerar.

En primer lugar, hay una conexión vehemente con las principales angustias y frustraciones provocadas por el descontrol inmigratorio, acompañado de una condena a las muchas veces fracasadas políticas multiculturalistas, con énfasis en el enfoque de derechos, que han hecho de las fronteras europeas bordes extremadamente vulnerables al paso de incesantes oleadas de inmigrantes desde oriente medio y áfrica, colmado de guetos a muchas zonas periféricas de las urbes europeas: caldo de cultivo perfecto para resentimiento y marginalidad de incluso segundas generaciones inmigrantes que ya no
ven en la asimilación una alternativa de inserción social.

Un segundo aspecto en común de todos estos liderazgos es una oposición a las políticas de la Unión Europea con sede en Bruselas, muchas de las cuales transgreden la soberanía nacional. De ahí que estos movimientos se definan como soberanistas, en el sentido de impulsar, en diferentes grados, un retorno a la idea del Estado-Nación. Apelando permanentemente a una reminiscencia a un pasado en el cual, los líderes sí eran capaces de tomar control sobre las fronteras, la seguridad y la economía, sin tener que pedir opinión alguna a los líderes de Bruselas.

Por cierto, que el anhelo de restauración de la soberanía se entremezcla, en ocasiones, con resabios nacionalistas, consideraciones geopolíticas de un continente azotados por dos guerras mundiales y pulsiones de mayor control estatal en la dirección de la economía.

LA CONEXIÓN CON MIEDOS Y ANGUSTIAS

Otra característica de estas derechas es la interpelación directa a los grupos más desposeídos, disputando espacios sociales, culturales y electorales tradicionalmente colonizados por la izquierda. Por ejemplo, en Francia, el mundo agrícola y rural se ve cada vez más asfixiado por crecientes trabas regulatorias que imponen grupos medioambientalistas radicales, o los jóvenes de clase baja, en las periferias parisinas de zonas como Saint-Étienne, protestan contra el acceso a prestaciones sociales de
inmigrantes que incluso reniegan de la cultura francesa. Sintiéndose, en ocasiones, estos sectores de las clases bajas y medias, pero de también de otras ciudades europeas, como extranjeros en su propia tierra.

Cada uno de estos líderes, asociados toscamente a la idea de “ultraderecha” ha sido capaz de conectar -en distintos grados- con este sentimiento de miedo y angustia respecto del presente, pero también hacia el futuro, que se canaliza en formas de rabia, frustración y desesperanza hacia los actores tradicionales del juego político, sus enfoques y toma de decisiones.

Para las élites, y en especial para cierta izquierda, en ocasiones, pareciera complejo percibir o comprender estas aflicciones.

Muchos, ante la desesperación, optan sencillamente por etiquetar u otorgar credenciales democráticas, tildando de “ultra” o “fachos pobres” a sectores de la población que cansados de las agendas post materialistas del identitarismo de izquierda, buscan desesperadamente alguna referencia política que les otorgue algún grado de esperanza y certeza para sencillamente recomponer el orden y la seguridad. Así, el germen de estas derechas alternativas, no es otro que los propios traumas, complejos y sesgos de la izquierda en abordar con decisión y firmeza cada uno de estos
temas.

Referencias:
• Stefanoni, P. (2021) ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio). Siglo XXI.

Alerta conceptual publicada en el Informe de Coyuntura política elaborado por el instituto chileno Libertad y Desarrollo.

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