Oriente Próximo, Política

El extremismo islámico y la responsabilidad de Arabia Saudí

“El reino del desierto nos debe aún una versión saudí del Informe de la Comisión del 11 de Septiembre que aclare completamente la implicación de sus sujetos en el asalto terrorista contra América”

 

 

CUATRO AÑOS DESPUÉS del 11 de septiembre del 2001, el gobierno norteamericano ha realizado un significativo cambio histórico en la guerra contra el terror islamista. En un informe oficial, las autoridades federales han identificado directamente al enemigo como "extremismo islámico" — uno de los pocos casos en los que se han atrevido a dejar constancia de este término, al que objetan tan acaloradamente los apólogos del islam radical. Además, el documento identifica la amenaza principal de modo directo: el culto wahabí que es la religión estatal en Arabia Saudí.

 

Este logro en la nomenclatura política llega tras cuatro años de hablar a la pared acerca del problema saudí.

 

El informe de la GAO, Información de los Esfuerzos de las Agencias Norteamericanas por Hacer Frente al Fundamentalismo Islámico, está fechado este mes y fue enviado a las agencias de Inteligencia, los Departamentos de Defensa, Estado y Hacienda, y a la Agencia Internacional de Desarrollo. Este documento se acompaña de un informe clasificado acerca de la misma materia, a circular más adelante.

 

Estos informes se originan de una solicitud del Congreso a la GAO, y hasta la fecha los resultados dan que pensar. El informe no clasificado comienza admitiendo que "Las agencias norteamericanas no conocen el grado de los esfuerzos del gobierno saudí por limitar las actividades de fuentes saudíes que presuntamente han difundido el fundamentalismo islámico fuera de Arabia Saudí". La inclusión del término "presuntamente" en esta oración parece superficial, puesto que el informe de la GAO se entiende como una acusación criminal contra el gobierno del reino. Haciéndose eco del Informe de la Comisión del 11 de Septiembre, del año pasado, la GAO destaca que "Arabia Saudí lleva siendo un aliado problemático a la hora de combatir el extremismo islámico"

.

En opinión de la GAO, "extremismo islámico", como categoría genérica, "es la amenaza inmediata a los intereses norteamericanos" — en lugar de al Qaeda, que es un único ejemplar del fenómeno. Además, la GAO es admirablemente clara sobre en qué consiste el extremismo islámico: "Una ideología islámica que niega la legitimidad de los no creyentes y practicantes de otras formas del islam [ajenas a la versión saudí] y que promueve explícitamente el odio, la intolerancia y la violencia". El informe tiene en cuenta las distintas definiciones de extremismo islámico: "islam militante", "radicalismo", "fundamentalismo", "jihadismo", "wahabismo" y "salafismo".

 

Casi todas estas definiciones llevan al reino saudí. Entre los principales factores de crecimiento del problema, destaca la GAO, se encuentran "la financiación y propagación externas del fundamentalismo y el extremismo, especialmente por parte de Arabia Saudí". En un apéndice que repasa su metodología, la GAO descubre que revisó 100 comunicaciones del Departamento de Estado redactadas de 1998 hasta el 2004, seleccionadas a través de búsquedas computacionales centradas en los términos "ideología extremista", "intolerancia", "odio", "wahabismo" y "organizaciones saudíes de caridad". Las comunicaciones monitorizaban actividades en Afganistán, Albania, Bangladesh, Bosnia Herzegovina, Egipto, la India, Indonesia, Mali, Nigeria, Pakistán, las Filipinas y el reino saudí.

 

Es preocupante observar, sin embargo, que en el inventario de comunicaciones del Departamento de Estado sólo se generaron 100 documentos que tratan acerca de estos temas en siete años, cuando podrían y deberían haberse despachado miles de comunicaciones. No obstante, el informe cita fuentes gubernamentales y no gubernamentales que atestiguan que "la financiación saudí y la exportación de una versión particular del islam que predomina en Arabia Saudí han tenido el efecto… de promover el crecimiento del fundamentalismo religioso a nivel global". La GAO involucra a agencias oficiales del régimen saudí, como la Liga Musulmana Mundial (MWL), la Asamblea Mundial de Juventudes Musulmanas (WAMY) o la Organización Islámica Internacional de Ayuda (IIRO), junto con organizaciones de caridad de patrocinio privado y fundaciones de educación, en "la propagación de la intolerancia religiosa, el odio a los valores occidentales y el apoyo a las actividades terroristas, a nivel global".

 

El informe de la GAO enfatiza que cualquiera que sean las medidas que hayan adoptado los saudíes para suspender la financiación terrorista, han tardado en aplicarse. El Departamento de Estado "continúa destacando en sus conversaciones con los saudíes la necesidad de la completa implementación de regulaciones de las organizaciones de calidad, incluyendo una comisión (de supervisión) de principio a fin". Que el Departamento de Estado tenga que presionar para la implementación y la constitución de supervisiones eficaces de organizaciones de caridad habla por sí mismo. Pero la GAO afirma también que "es absolutamente necesaria la supervisión regulatoria apropiada" de la MWL, IIRO, y WAMY.

 

Como comprobación pragmática de sus hallazgos, la GAO se desplazó a Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo, donde sus representantes se entrevistaron con funcionarios gubernamentales junto con líderes de las dos organizaciones islámicas con más adeptos, Nadhlatul Ulema y la Mohammadiyah, y la reformista Red del Islam Liberal. Utilizar Indonesia como testigo de control de los datos fue sabio; los musulmanes del sudeste de Asia son directos al analizar los problemas de la comunidad islámica mundial, y no tienen miedo de describir con precisión las ambiciones saudí-wahabíes como colonialismo religioso.

 

El reino del desierto nos debe aún una versión saudí del Informe de la Comisión del 11 de Septiembre que aclare completamente la implicación de sus sujetos en el asalto terrorista contra América; deben al mundo la suspensión del apoyo al wahabismo; y se deben a sí mismos el establecimiento, con nuestra ayuda, de instituciones de la sociedad civil. En otras palabras, un punto de partida limpio que pueda reestablecer la alianza norteamericano-saudí sobre una base firme de transparencia, honestidad y confianza.

Stephen Schwartz (EE.UU., 1948) es periodista y escritor. Ha escrito varios libros sobre asuntos internacionales entre los que se destaca "Las dos caras del Islam: la familia real saudí de la tradición al terror", que condena la influencia del Wahhabismo y defiende la corriente musulmana Sufi.

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