Asia-Pacífico, Economía y Sociedad

Australia: La fantasía de la energía verde se vino abajo

A principios de este mes, Reuters informaba del colapso del mercado australiano de la energía eólica. El gobierno del Partido Liberal de este país está cerrando el grifo de las subvenciones al sector de las energías renovables. Sin esas subvenciones, el interés de los inversores se evapora. Tanto afirmar de que las tecnologías solar y eólica ya son competitivas…

Si Ud. navega kilómetro tras kilómetro de costa y por el camino se encuentra con las proas oxidadas de varios barcos hundidos, no cabe duda de que el agua no es demasiado profunda y que sería una buena idea cambiar de rumbo.

Australia no es más que la más reciente proa del barco hundido que nos advierte de que nos alejemos del traicionero camino de los mandatos, impuestos y subvenciones para energías verdes. Otros ejemplos serían los de Alemania, España e Italia.

A principios de este mes, Reuters informaba del colapso del mercado australiano de la energía eólica. El gobierno del Partido Liberal de este país está cerrando el grifo de las subvenciones al sector de las energías renovables. Sin esas subvenciones, el interés de los inversores se evapora. Tanto afirmar de que las tecnologías solar y eólica ya son competitivas…
 
En Estados Unidos, ya tuvimos un anticipo de lo que le sucede a la energía eólica cuando de pronto se queda sin subvenciones. El anunciado fin del Crédito Fiscal para la Producción (PTC) el 31 de diciembre de 2012 secó de tal manera el caudal de las inversiones que incluso a pesar de que el PTC se reinstauró con carácter retroactivo apenas unas semanas después de su expiración, en todo Estados Unidos sólo se instaló un aerogenerador durante los seis primeros meses de 2013.
 
¿Paridad en la red eléctrica? No es eso lo que vimos en Estados Unidos en 2013 y tampoco es lo que las compañías de energía eólica nos están dando a entender con sus medidas en Australia en este momento.
¿Qué ocurrió en Australia para llegar a este punto? En 2011, el gobierno laborista de Kevin Rudd impulsó un plan para restringir las emisiones de CO2. Cuando lo implementó, su enfoque se asemejaba al de un programa de canje, que en la práctica ocultaba los costos para los consumidores. Pero con el paso del tiempo el programa se transformó de manera más explícita en un impuesto al carbono.
 
Como suele ocurrir casi siempre, los costos de estas restricciones se minimizaron mientras se consideraba la propuesta. Sin embargo, las leyes de la ciencia y la economía no se pueden eliminar mediante legislación, de modo que sus inevitables costos pronto se hicieron patentes. El programa condujo a un aumento significativo del precio de la electricidad y los votantes australianos no estuvieron muy contentos al ver que los habían engañado.
 
De hecho, los impuestos al carbono se hicieron tan impopulares que el Partido Laborista botó a Rudd de su puesto e hizo campaña, en parte, para eliminar su propio impuesto. Los resultados de las elecciones, sin embargo, obligaron a una alianza con el Partido Verde, cuya exigencia fue el mantenimiento en vigor del impuesto.
Pero los votantes no se olvidaron de que los habían embaucado. En las siguientes elecciones, pusieron en el poder a una coalición de los partidos Liberal y Nacional tras una campaña que estuvo dominada por las promesas de retirar el impuesto al carbono. Esta vez los políticos mantuvieron su palabra y se deshicieron del impuesto.
 
Los australianos, como la mayoría de personas de todo el mundo, están más preocupados por aumentar el crecimiento económico, el empleo y tener una energía asequible que por adoptar planes costosos aunque ineficaces destinados a abordar un problema que ocupa una baja posición en su lista de prioridades. Y ciertamente, así sucede también en Estados Unidos.
Encuesta tras encuesta, se ve que los americanos sitúan sus preocupaciones por el clima en los últimos puestos de prácticamente todas las listas, incluso cuando esas listas se circunscriben a los problemas medioambientales. Las predicciones histéricas de un inminente juicio final, que no se cumplen a pesar de que van pasando las distintas fechas para el mismo, han creado fatiga acerca del calentamiento global.
 
Las personas que en su momento se asustaron por las terroríficas predicciones de huracanes y otros sucesos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes han visto que esas visiones no se materializan. No resulta sorprendente, por tanto, que ya no estén tan nerviosos por las advertencias de un aumento del nivel del mar de cuatro o cinco centímetros o de unas tardes más cálidas en una fracción de grado de aquí a cien años. Además, ninguna de las normativas de “salvación del clima” propuestas puede ofrecer una corrección que vaya más allá de algún centímetro o fracción de grado.
 
Sume Australia a la lista de países que se está enfrentando a la realidad después de ver cómo se viene abajo su fantasía de la energía verde. Alemania está recortando las subvenciones verdes y construyendo nuevas centrales térmicas alimentadas por carbón para ayudar a detener el aumento desorbitado del costo de la electricidad (tres veces el costo que tiene en Estados Unidos), que amenaza a su sector industrial. España e Italia también han recortado sus normativas sobre las energías renovables, que contribuyeron a que se sumieran en una crisis financiera.
 

Esperemos que los legisladores americanos puedan aprender de los errores en materia de energías verdes cometidos por sus colegas extranjeros. 

© DailySignal

Publicado en Heritage

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