José Blanco es un gallego que cree en la Santa Compaña, procesión de falangistas a los que ve como almas en pena ayudantes de Rajoy.
 

Mientras, el mismo Rajoy, otro gallego, parece culpar a los socialistas de defender al juez Garzón para colocar a Pilar Bardem como presidenta de la III República.
 

En medio, las nutridas manifestaciones del pasado sábado pro Baltasar Garzón pidiendo esa República, pero bastantes menores que el Maratón Popular en calzoncillos de correr del día siguiente, domingo.
 

Los garzonistas exigían en el centro de Madrid la ilegalidad para su héroe, es decir, que no le apliquen la legalidad vigente, y en una calle cercana manifestaban su talante unos falangistas que llamaban al Movimiento Nacional.
 

Estadea o miniprocesión de penitentes: Falange, tan importante en su pasado imperial-franquista, era ahora solamente triste centuria de almas en pena.
 

Cien militantes, lo que enlaza con la superstición de José Blanco, que vio en esos pocos una enorme Santa Compaña, una marcha sobre Roma con tantos miembros como votantes tiene el PP.
 

En lugar de echar un padrenuestro como hacen los gallegos para ahuyentar esas almas doloridas, Blanco creyó que eran millones de peperos, se asustó y salió gritando: ¡Falangistas!
 

Y es que la Santa Compaña da mucho miedo, y es fácil confundir cien seres fantasmagóricos con los casi diez millones de votantes de Rajoy, que es lo que le ocurrió al ministro de Fomento, gran cráneo privilegiado de Zapatero.
 

El periodista cordobés Miguel Higueras tiene la tesis, basada en estudios demográficos del erudito Salomón Cabeza Sagaz, diciendo que si el PP fuera franquista, como cree Blanco, en veinte años este país volvería a estar regido por el Generalísimo.
 

Lo que indica que la Santa Compaña existe, Franco está resucitando gracias a las invocaciones del paisano Blanco, y Rajoy pinta muy poco.