Bajo el mandato de Romano Prodi, la Unión Europea se hace mayor. Con veinticinco países en su seno, se convierte en una de las áreas de influencia más importantes del mundo.

Dossier sobre la ampliación
Quizá para muchos pase como un día más, pero realmente este 1 de mayo es un día
histórico en el calendario, de los que habría que marcar en rojo. El hecho de que
la UE deje de ser la de los Quince para pasar a la de los Veinticinco es para el
presidente del Parlamento Europeo, el irlandés Pat Cox “un gran momento para
Europa ya que estamos llegando a lo que, de hecho, es la esencia europea. Para
nuestra generación, este es el mayor acto creativo de reconciliación”. Como
comentaba también Romano Prodi, “no sólo necesitamos una Europa más democrática
y eficiente, sino también una Europa que resulte más familiar a sus ciudadanos”.


Reconciliación es una palabra que se ha repetido con frecuencia en las últimas
fechas. Y es que muchos han visto en esta ampliación, más que su importancia
económica o estratégica, que se ha superado la división entre el este y el oeste
que quedó tan firmemente establecida tras la Segunda Guerra Mundial.

Si
nos fijamos en las cifras, la población crecerá casi un 20 por ciento, de 380,8
millones de habitantes a 454,9 millones, según cifras a enero de 2004 de
Eurostat. La superficie se amplía en un 23 por ciento, a casi cuatro millones de
kilómetros cuadrados. Y aunque los nuevos miembros no tienen un gran peso
económico, todos juntos aumentan el Producto Interior Bruto (PIB) de la UE en
casi un cinco por ciento.

Datos menos
positivos

Estos datos, sin embargo, no pueden ocultar el hecho de
que habrá cuestiones espinosas. Así, la situación en el mercado de trabajo se ve
aún más complicada que ahora: la tasa de desempleo del bloque crecerá de un ocho
a un nueve por ciento, con Polonia, que cuenta con una desocupación del 19,1 por
ciento, como el país más problemático en este sentido.

Esta
circunstancia ha hecho que algunos de los “países más veteranos” hayan hecho uso
de la posibilidad de blindar su mercado de trabajo a los ciudadanos de los
“nuevos”, pero eso no hace desaparecer el temor de que muchas empresas se muden
al este debido a sus competitivos salarios de sólo 2,42 euros (2,87 dólares) la
hora, como por ejemplo en Lituania. En la UE actual, una hora de trabajo cuesta
22,21 euros (26,41 dólares).

También la productividad per cápita del
bloque se verá reducida ya que los nuevos países, que supondrán el 20 por ciento
de las personas, aportarán sólo el cinco por ciento más del PIB.

Otro
gran escollo, como se ha demostrado en las últimas fechas, será el reparto de
los fondos. Como España ha vivido en sus propias carnes, ahora son más países a
repartir un mismo presupuesto, lo que ha provocado que estados tradicionalmente
receptores de ayudas, dejen paso a alguno de los nuevos integrantes.


Expectación

A pesar de las
dificultades, los nuevos miembros se muestran expectantes ante lo que puede
significar para ellos, en el día a día, ser miembros de la UE. En sólo seis
meses, las encuestas en estos países han variado mucho y, en algunos empieza a
asomar el escepticismo. Es el caso de Hungría, donde a aflorado una cierta idea
de rechazo por las restricciones a la libre circulación de trabajadores.
Eslovenia y Lituania también muestran estos días menos esperanza en la Unión que
hace unos meses.

Caso contrario es el de Malta, donde el resultado del
referéndum de ingreso fue el más apretado, y que, sin embargo ha aumentado su
confianza en cuatro puntos. Chipre también es un caso especial, ya que la isla
continúa dividida después del último referéndum. En el resto (Letonia, Estonia,
República Checa y Eslovaquia) también se dividen entre la emoción y el
escepticismo ante el futuro.

Quizá una explicación a estos sentimientos
contrapuestos la ofrezca Gary Tittle, europarlamentario socialista experto en la
ampliación que afirma que “los ciudadanos de la UE no están particularmente
cocienciados sobre la ampliación. Parece como si no fuera a afectarles
directamente”.