Hasta muy recientemente, la historia de España ha estado plagada de intolerancias, de fuerzas inquisitoriales en las que aparecían entremezcladas la cruz y la espada, de los zarpazos de Felipe II y de los tenebrosos Primo de Rivera y Franco. Muy pocos tramos pueden juzgarse rodeados con destellos de libertad y respeto recíproco.
Los antiguos fueros que dieron lugar a los juicios de manifestación que resultaron precursores del habeas corpus inglés, el fértil período de los moros con su llamativa tolerancia religiosa, sus contribuciones al derecho, la economía, la arquitectura, la medicina, la filosofía, la música, la literatura y las innovaciones agrícolas e industriales.
Las dos generaciones que produjo la célebre Universidad de Salamanca: la escolástica tardía sobre la que volveremos enseguida y algunos de los diputados a las magníficas Cortes de Cádiz donde por primera vez se recurrió a la expresión “liberal” como sustantivo y donde se promulgó la Constitución del 12 que naturalmente fue de inmediato abrogada por el embotado Fernando VII.
Por último, muchos de los representantes de la llamada generación del 98 como Unamuno, José Martínez Ruíz (Azorín), Antonio Machado a los que cabe agregar los nombres de Ramón del Valle-Inclán, Benito Pérez Galdós y Mariano José de Larra (Fígaro) y, muy posteriormente, las figuras señeras de José Ortega y Gasset y Salvador de Madariaga.
Para una tragicómica y muy ajustada recopilación de la brutalidad franquista, Fernando Savater me recomendó el libro de Andrés Sopeña Monsalve titulado El florido pensil: memoria de la escuela nacionalcatólica: magnífica obra para constatar los extremos inauditos a los que pudo llegar la imbecilidad del caudillo, luego del cual nos parece que los hechos están muy encima nuestro como para ensayar una reflexión histórica que pueda incorporar la suficiente perspectiva y el necesario equilibrio.
La antes referida escolástica tardía se conoce como la Escuela de Salamanca que abrió nuevas y notables avenidas en el estudio de la economía y el derecho que luego fueron tomadas por muy diversas corrientes de pensamiento hasta desembocar en los integrantes de la moderna Escuela Austríaca. Sus exponentes de mayor peso fueron Saravia de la Calle, Domingo Soto, Tomás de Mercado, Luis de Molina, Pedro de Valencia y Martín de Azipuleta Navarro, todos con un notable conocimiento sobre los primeros pasos en dirección al establecimiento de mercados libres y marcos institucionales compatibles con la sociedad abierta.
La intelectual que mas ha trabajado estos autores es Marjorie Grice-Hutchinson en su medulosa obra editada en Oxford y titulada The School of Salamanca. Hace poco lo conocí a Gabriel Calzada, ,director del Instituto Juan de Mariana en Madrid,quien me hizo volver sobre las contribuciones de otro personaje de esa Escuela que tenía prácticamente olvidado y que dio origen al nombre de la institución que dirige mi nuevo amigo. El sacerdote jesuita Mariana escribió en varios tomos una muy difundida y jugosa historia española, una obra sobre las instituciones reales en la que justificaba el derrocamiento de tiranos y otras de espíritu crítico respecto a la época que lo condujeron al confinamiento por parte de la criminal Inquisición.
Esta es una breve nota a pie de página para una breve irrupción del espíritu liberal en la historia española de antaño. El socialismo cavernario del momento no trasmite señales de los principios y valores sobre los que se sustenta una sociedad abierta, por lo menos a nivel gubernamental. Es de desear que se repasen algunas de las fuentes de libertad que, aunque escasas, fueron muy potentes en España.
Fuente: Cato Institute