América, Política

Reescribir la historia guatemalteca

Los procesos electorales siempre dejan alguna lección que aprender. Finalizada la primera parte de uno de ellos, en este caso en Guatemala, también hay determinadas cosas que es necesario retomar…

Pedro Trujillo
Cuando en 1996 se culmina el proceso de negociación y se firman los Acuerdos de Paz, se pone fin a un largo periodo de conflicto interno. Los medios de comunicación nacionales e internacionales difunden la idea de una firma entre dos poderes: el legalmente constituido y que representaba el gobierno de la nación y los grupos guerrilleros, a través de la URNG (Unión Nacional Revolucionaria Guatemalteca). Este error político, aunque posiblemente no histórico, presentó ante la comunidad internacional la imagen de una Guatemala que por fin se había inclinado por silenciar las armas y optaba por la democracia a través del diálogo, las propuestas, el debate, el consenso y la oferta política.

No obstante lo anterior, los medios de comunicación, especialmente internacionales y concretamente europeos, continuaron difundiendo una imagen del país con una altísima carga de negatividad, y lo presentaban como un lugar donde la integración de diversos grupos sociales, el liderazgo y la participación indígenas, la potenciación del papel de la mujer y de otros sectores minoritarios y el desarrollo rural no era posible por, fundamentalmente, presiones e intereses de grupos tradicionales de burgueses. Nada que ver con la realidad. La información provenía de quienes se permiten escribir del país, en el mejor de los casos, tras algunas horas de estancia en el mismo o siguiendo comentarios y lineamientos de grupos interesados con los que dialogaban o de quienes recababan información.

Este panorama desalentador permitió que durante largo tiempo la ayuda internacional se focalizase a "resolver" los problemas que se presentaban a través de esos medios de comunicación: integración indígena, desarrollo rural, salud reproductiva de la mujer, potenciación de los derechos humanos y otras temáticas similares, permitiendo el "éxito" de misiones como MINUGUA y de diversos proyectos auspiciados por la cooperación internacional y dirigidos por grupos de interés que, a pesar de todo, continuaban presentando el país con altos índices caóticos, lo que, de paso, les permitía su propia supervivencia. Todo ese esquema ha estado durante este tiempo sostenido por una izquierda tradicional que continuaba abogando por la necesidad de "quitarle a los ricos para darle a los pobres", de promover una reforma agraria, de potencia, por encima de otras cosas la salud, la vivienda, la igualdad y otros postulados más, mientras se olvidaba de la seguridad y la justicia, el respeto a los derechos de la persona, el derecho de propiedad (fundamentalmente cuestionado tras la invasión y ocupación de fincas cuyas propiedades estaban claras y registradas) y de la observancia de normas que garantizasen la libertad.

Curiosamente, al iniciarse este proceso electoral, resultó que todos los partidos políticos ponían el énfasis de sus propuestas en la seguridad y la justicia, algo que es prioritario, fundamental, incuestionable y hasta único, dentro de los deberes del Estado. Algo más de diez años después de la firma de los Acuerdos de Paz, la sociedad se da cuenta que el Estado no ha cumplido con sus deberes y estamos en igual o peor situación que antes. Pero, no solamente en estos indicadores fundamentales, sino que tampoco habíamos avanzado nada en desarrollo humano, libertad económica, democracia, capacidad para atraer inversiones y un largo etcétera de indicadores institucionales. Seguimos anclados en el pasado confrontador, batallador, nefasto y destructor que por años mantuvo al país en una situación preocupante.

El ingreso en la oferta electoral de la premio Nobel de la paz, Rigoberta Menchú, dentro de un partido próximo a la izquierda tradicional, fue interpretado como un acontecimiento histórico. Por primera vez, una mujer indígena que era presentada en el mundo como símbolo de lucha contra el Estado y su poder omnímodo e incluso contra los sectores todopoderosos ladinos, era candidata de un partido político y, "por fin" podrían los colectivos menos tenidos en cuenta por la sociedad contar con una opción de voto. Había surgido una "alternativa". De pronto, la comunidad informativa internacional tornó su mirada hacia nosotros y comenzó a presentar el proceso electoral en sus respectivos países, especialmente porque una premio Nobel se presentaba, ya que de no haber sido así seríamos una anécdota más en las estadística electorales de algunos institutos que recopilan datos y analizan estos procesos políticos.

Multitud de periodistas siguieron el proceso. Telefonearon al país buscando opiniones e información en relación con el panorama electoral y confrontaron su interesada o histórica visión con la realidad que comenzaba a aflorar. En síntesis, la oferta política se circunscribía a un partido de "extrema derecha" que pretendía, nuevamente, violentar los derechos humanos tal y como había ocurrido en años pasados; a una izquierda moderada aunque con dudas más que razonable de estar anclada a grupos financieros próximos al crimen organizado y, por último, una izquierda tradicional, procedente de la revolución y la firma de los Acuerdos de Paz que representaba una opción fresca con ingredientes antes inimaginables en el país: la encabezaba una mujer, era indígena, de izquierdas, popular, conocida y premio Nobel de la paz. Por otra parte, en este proceso electoral la juventud comenzaba a tomar un protagonismo inusual. Situando la edad juvenil en torno a los treinta años, resultaba que alrededor del 65% de la población estaba incluida en ese rango. Además, surgen grupos de jóvenes que sin miedo, con las ideas muy claras y una visión de futuro a la que no estábamos acostumbrados, encabeza propuestas que promulgaron el voto, por quien sea, pero reconociendo la necesidad de participar. Se suman a ellos otros colectivos que, hasta ese momento, no eran significativos dentro de ese protagonismo político: mujeres, indígenas, grupos específicos de la sociedad civil, etc. Los medios de comunicación nacionales alaban esta nueva dinámica, especialmente juvenil, y consideran que la iniciativa es algo que refresca los procesos políticos, hasta entonces anclados en un formato clásico, poco transparente, escasamente participativo y dudosamente creíble. Coadyuvando con lo anterior, el gobierno decide invitar a participar a observadores internacionales, prestándose para tales cometidos la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea (UE), la Confederación Parlamentaria de las Américas (COPA) y otras, siendo complementados por una importante cantidad de grupos nacionales: grupos de observadores indígenas (Misión Indígena Electoral), mirador electoral, etc.

Para este momento previo a la primera vuelta electoral se podía leer en prensa extensos artículos sobre la denominada violencia política, los disturbios que se podrían organizar en algunas poblaciones y se hacia un repaso de los diferentes líderes de los partidos que optaban al poder, con un énfasis muy especial en Rigoberta Menchú, finalmente era la única candidata conocida en el resto del mundo y el imán que atraía a esos medios. Concluida la primera vuelta, resultó que la violencia política no había aparecido, que la jornada electoral fue un ejemplo de participación ciudadana (destacado por los múltiples informes de los grupos observadores) que la izquierda no obtenía representación significativa y que la premio Nobel era menos votada que otros grupos minoritarios, llegando escasamente al 3% nacional, al 2,83 en el Quiche y solamente al 2,78 en Uspantán, departamento y municipio respectivamente donde se encuentra la aldea en qué nació. Todo ello en un ambiente de participación electoral (60.46%) que era el más elevado desde 1985 (69.28%). Este estrepitoso fracaso político de un personaje internacional y conocido por toda la población guatemalteca requiere, necesariamente, de una lectura especial.<
br> ¿Cómo alguien que reunía todas las condiciones para ser elegida por esos grupos de indígenas que, tradicionalmente, habían sido desplazados y marginados, cuando no castigados y masacrados en un conflicto armado, rehusaban elegir a "su" representante?. Los datos estadísticos finales no concuerdan con la "realidad" histórica. Es posible que muchos lectores y analistas, especialmente extranjeros, se habrán hecho una pregunta similar sin encontrar la respuesta apropiada, siendo posible que tampoco les aclare mucho la información que puedan recibir en sus respectivos países a través de diferentes medios, especialmente si continúa siendo sesgada e interesada. ¿No será que la historia que se conoce no se corresponde con la realidad del país?. ¿Quiénes habrán escrito esos documentos que interpretan el pasado reciente y lo presentan interesadamente?. Es ahí donde está la clave. La no elección (ni aceptación) de la premio Nobel obedece, simplemente, a qué no es reconocida por esa gran comunidad maya o indígena y, a pesar de su popularidad y de ser suficientemente famosa, no es querida como una lideresa política porque, sencillamente, no lo es.

No se trata de un fracaso del sistema, ni del país, ni de las opciones políticas (salvo de la izquierda que comentaremos más adelante), sino que la persona no es la idónea y, en torno a ella, se ha construido un contexto histórico lleno de falsedades, intereses, mentiras y turbiedades que, ahora, cuando se ha puesto a prueba, se ha revelado tras un contundente rechazo tal como es, con su crudeza e intensidad. En algún lugar se podrá leer la falta de presupuesto como escusa para que no llegara su imagen y propuestas a los electores. No es cierto, otros grupos políticos con menos o igual gasto en la campaña han obtenido resultados sorprendentemente altos. Además, la elección a diputados (liderada por otra mujer) de la coalición representada por R. Menchú, ha obtenido mejores resultados, lo que se interpreta como una aceptación mayor de otros que de ella misma.

En esta misma línea de reflexión, el resto de la izquierda tradicional, tampoco ha conseguido auparse (ni acercarse) al poder. ¿Cómo y por qué en un país con más de treinta años de conflicto la otra parte signataria de los Acuerdos de Paz no alcanza una representación política siquiera significativa?. La razón también es fácil de explicar. La izquierda tradicional, nunca existió más allá del interés y voluntad de quienes difundieron la información y una interesada imagen, especialmente de grupos de presión que se dieron a la tarea de magnificar el hecho. Desde la firma de la paz los grupos izquierdista se unieron en la URNG y presentaron batalla política, sin alcanzar nunca representación significativa en el Congreso ni alcaldías. Hoy, a más de diez años de aquella firma, dos diputados será lo único que quede del movimiento. ¿Cuál es la razón de ello?. Sencillamente, la izquierda nunca tuvo el protagonismo ni la aceptación popular que ella y otros interesados pretendían mostrar. Algunos medios de comunicación, ciertos países y movimientos y grupos interesados que con ayuda internacional promovían, escribían y difundían ideas con el primordial fin de continuar recibiendo ayudas económicas, se encargaron del resto. En el mundo éramos vistos como un país donde sectores burgueses seguían imponiendo su voluntad, sin que nadie se fijara en esos otros grupos de presión que eran quienes realmente proyectaban una imagen tan nefasta como la que se tenía antes de este proceso electoral y generaban opinión que se traducía en presión desde muchas direcciones.

¿Qué harán ahora esos interesados?. Es posible que busquen y hasta encuentren razones para justificar el fracaso. Seguro que interpretan la realidad tras el recuento de votos de una forma artificial y nuevamente segada. Es muy posible que oigamos y leamos (de hecho ya hay publicaciones al respecto) sobre el racimo, la discriminación, la derecha recalcitrante y temas muy diversos. De lo que no estoy seguro es que la prensa internacional se vuelva a "tragar" el anzuelo de país tercermundista que nos habían endosado. No estamos en tiempos en los que se pueda ocultar o disfrazar la verdad y eso es lo ha quedado suficientemente claro en estas elecciones.

Hay que señalar, además, la importancia de la juventud en la reversión de toda esta historia mal e interesadamente escrita. Las elecciones han sido protagonizadas por los jóvenes quienes no están dispuestos a que nadie les ennegrezca su presente y futuro. Se acabó seguir generando incertidumbre y fomentando ideas que no se corresponden con la verdad. Se terminó la lucha fratricida que algunos, como modo de vida, pretenden seguir manteniendo a través de donaciones que no sirven nada más que para que ellos mismos y sus estructuras se perpetúen. Se ha puesto punto final a dos mitos: la izquierda tradicional y su papel social y la aceptación de una premio Nobel de la paz que era conocida pero no ha sido aceptada como quien podía, supuestamente, arreglar las deficiencias político-sociales que sus propuestas "progresistas" ponían de manifiesto. Ahora será necesario aclarar qué pasó y quienes fueron los que interesadamente escribieron nuestro pasado reciente, aunque aquí lo sabemos y no es necesario escarbar y mucho menos profundizar. Es presumible que se acabe con gran parte de esa ayuda y quienes vivían de ella terminen por aceptar que perdieron la guerra porque jugaron al margen de las reglas. Deberemos leer la interpretación del fracaso de R. Menchú que hacen los medios no nacionales y como se proyecta su imagen y entorno a partir de ahora. Lo más importante del proceso es que la juventud ha determinado como quiere el futuro del país. No se ha dejado manipular por medios, opiniones ni grupos, y optado por lo que cree más conveniente para ella. Ha ejercido su libertad y derecho de voto y elegido a quienes más les han convenido y, por otra parte, desechado a quienes por años han venido poniendo en jaque al país, comprometiendo el futuro, engañando a la opinión pública nacional e internacional. Este episodio electoral pone, ahora sí, punto y final a los años de guerra militar y política que ha sufrido el país, trasciende, clarifica y cierra el capítulo especialmente en relación a lo que los Acuerdos de Paz no supieron hacer A partir de ahora será necesario reescribir la historia guatemalteca. ¿Quién lo hará?, seguro que sobran candidatos.

Fuente: Hispanic American Center for Economic Research (www.hacer.org)

// OTROS TEMAS QUE TE PUEDEN INTERESAR

// EN PORTADA

// LO MÁS LEÍDO

// MÁS DEL AUTOR/A

No se encontraron resultados

Menú