Para que Turquía sea una nación moderna y respetable, va siendo hora de que abandone toda forma de política ideológica: secularismo militarista, definición ultranacionalista de los derechos, y sunni-centrismo.
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Domingo, 25 de mayo 2025
Para que Turquía sea una nación moderna y respetable, va siendo hora de que abandone toda forma de política ideológica: secularismo militarista, definición ultranacionalista de los derechos, y sunni-centrismo.
LA REELECCIÓN EN TURQUÍA del primer ministro del AKP (Partido Justicia y Desarrollo) en el poder, Recep Tayyip Erdogán, ha dado nuevos bríos al discreto debate en Washington a propósito de los partidos islámicos extranjeros que afirman respetar el secularismo y la democracia. Pero para el AKP — no menos que para sus rivales en las estructuras estatales militar y secular turcas — el elemento positivo que brilla por su ausencia en sus concepciones es el pluralismo más que la política u las oraciones.
Turquía está dividida hoy entre dos formas de intolerancia: un elemento secular que solamente acepta el islam bajo supervisión estatal estricta, y una formación religiosa que restringe de igual manera su aprobación al sunnismo.
Ninguna respeta a las minorías de Turquía: los heterodoxos musulmanes Alevi, que tienen miedo del AKP porque les excluye; los kurdos, cuya situación es peligrosa para Irak y la coalición encabezada por Estados Unidos allí, así como para la propia Turquía; la reducida población ortodoxa griega, que sufre la reducción de sus funciones religiosas más elementales, o los armenios, que aún reclaman la verdad acerca de las deportaciones y las masacres que sufrieron a finales de la Primera Guerra Mundial.
A muchos críticos norteamericanos les gustaría ver emerger partidos “islámicos democráticos” por el mundo musulmán — notablemente en Egipto, con la supuesta opción del acomodamiento norteamericano a la Hermandad Musulmana. Tanto el AKP de Erdogán como la Hermandad Musulmana egipcia (siendo la segunda el padrino de Hamas entre los palestinos) dicen lo adecuado. Dicen optar por las urnas en lugar de por las balas, y puesto que elecciones y renuncia a la violencia son palabras que a los americanos les encanta escuchar, la posibilidad de apoyar a partidos que representan una ideología islamista “tibia” resulta atractiva para muchos en Washington.
Además, la estridente retórica y la herencia militarista del secularismo turco parecen culpar al islam como fe de los problemas de la política turca, lo que funciona bastante bien entre algunos sectores de la opinión occidental pero es una concepción arriesgada si las democracias occidentales pretenden derrocar a los radicales dentro de los países musulmanes. Nadie que sea serio en el bando de la libertad ha sugerido que la coalición en Irak encabezada por Estados Unidos debería hacer de la erradicación del islam su objetivo estratégico.
Y finalmente, al depositar sus papeletas, muchos turcos votaron al AKP porque después de más de 75 años de secularismo obligatorio, se sienten agraviados por culpa de aquellos que juraron expulsar la religión de la esfera pública y extirpar las antiguas costumbres y moralidad de los otomanos, creando una nación moderna y eficaz, pero que después fracasaron a la hora de cumplir sus promesas de transparencia y prosperidad. Turquía terminó con un ejército dado a la violencia, una policía famosa por su extrema corrupción, y un enfrentamiento político encarnizado entre nacionalistas de extrema izquierda y nacionalistas de extrema derecha.
Lo peor de todo, el ejército turco conserva “su derecho” a derrocar a los gobiernos que desapruebe, lo cual a duras penas resulta ejemplar desde el punto de vista democrático. Habiendo confiado en los seculares, que no cumplieron nada, muchos turcos quieren dar a los fieles religiosos una oportunidad en el gobierno. Y el AKP, en su propaganda electoral, no pide más que una oportunidad para administrar el estado existente de una manera más limpia y consciente. Sus funcionarios y apologistas niegan profusamente cualquier intención de introducir la sharia — fuente de horror literal para muchos turcos — o expandir de cualquier manera el papel de la mezquita en la vida turca.
¿Pero cumplirán lo que dicen los “demócratas islámicos” del AKP? La pregunta es peliaguda en Turquía, porque la combinación de factores inestables de ese país significa que no se puede dar por seguro ningún resultado. Los partidarios del AKP comparan su movimiento con los partidos de base cristiana de Alemania, Austria y los Países Bajos, que tienen excelentes historiales de fidelidad a la democracia — pero que también son producto de, y por, compromisos entre iglesias.
Los Democristianos alemanes y el Partido Popular austríaco surgieron en respuesta a los movimientos sindicalistas socialistas, y reconocieron que adoptaron muchos de los principios programáticos de la izquierda. Los partidos religiosos holandeses nacieron de la reconciliación nacional entre protestantes y católicos.
No hay a la vista ningún compromiso así entre el AKP, el ejército y los civiles seculares, o lo que es más importante, entre las minorías étnicas o religiosas de Turquía y de haber sucedido algo, es que las costumbres nacionalistas turcas comunes y sunnismo-céntricas tanto del ejército secular como del AKP se han agravado.
Ni los secularistas militares ni el AKP van a reconocer los derechos de la enorme minoría alevi, cuya fe combina la espiritualidad sunita y la chiíta con la antigua cultura turca. Antes de que el AKP llegase al poder, el Diyanet secular (Administración de Asuntos Religiosos del Estado) construía mezquitas y homologaba imanes para los sunitas, pero no daba dinero para que los alevi construyesen sus casas de congregación, conocidas como cemevi, o para formar a sus clérigos. En esa materia no existe diferencia entre los seculares y el AKP.
Ni el ejército secular ni el AKP han propuesto conceder su papel tradicional al Patriarca Ecuménico, Bartholomaeus I, que representa a los creyentes cristianos ortodoxos y está radicado en Estambul. Se exige que el Patriarca sea ciudadano turco, y tiene deberes oficiales extraordinariamente limitados dentro de la República. Un seminario de formación con editorial griego ha sido clausurado.
Los seculares mantienen esta política por desagrado hacia toda forma de religión, así como por nacionalismo turco. Es dudoso que los sunitas del AKP se apresuren a aliviar a la reducida comunidad de cristianos griegos. Ni los seculares del ejército ni el AKP han manifestado ningún interés en resolver la cuestión del sufrimiento armenio histórico en Turquía. El novelista Orhán Pamuk mencionaba los sucesos armenios al escribir y era amenazado con un juicio público – por el gobierno del AKP. Y final, y más peligrosamente, ni el ejército secular ni el AKP han dado señales de disposición ninguna a reconocer los derechos étnicos de la gigantesca población kurda del país. La tradición militar secular sostiene que en Turquía solamente hay turcos, y los kurdos son todos terroristas secesionistas; cualquiera que defienda al kurdo es etiquetado de radical marxista.
Han sido enviadas tropas turcas a la frontera del Kurdistán iraquí, y tanto el ejército como el AKP han adoptado un tono amenazador hacia la coalición encabezada por Estados Unidos, que podría dar lugar inevitablemente a un intercambio de disparos. Tanto el ejército como el AKP vienen alimentando cada vez más la propaganda antiamericana.
Los políticos sunnismo-céntricos del AKP pueden no ser igual que Hamas, pero su ideología sí mata gente, al igual que el ejército secular turco. En una fecha nunca olvidada por los alevi kurdos y turcos, un ataque popular sunita contra un hotel donde tenía lugar un acto cultural alevi en la ciudad de Sivas en 1993 dejó 37 muertos.
Después de años de atrocidades oficiales contra los kurdos dentro de Turquía, el ejército turco ahora dispara su artillería contra el norte de Irak. Es difícil informar con precisión sobre alevis o kurdos, porque Turquía reduce su número sistemáticamente. Mientras que las cifras oficiales afirman que Turquía es sunita en un 99%, los alevi compondrían entre el 20 y el 33% de la población, dependiendo de la fuente de las estadísticas de población, es decir, entre 15 y 25 millones de personas.
Para que Turquía sea una nación moderna y respetable, va siendo hora de que abandone toda forma de política ideológica: secularismo militarista, definición ultranacionalista de los derechos, y sunni-centrismo. Turquía necesita un gobierno del que no haya dudas, porque se mantendrá al margen e intentará curar — en lugar de capear y agravar — sus peligrosas diferencias. El AKP no puede brindar tal gobierno.
STEPHEN SCHWART-(Suleiman Ahmed Schwartz) es Director Ejecutivo del Centro del Pluralismo Islámico de Washington y periodista autor (entre otros libros acerca del islam y sus subdivisiones y diferencias) del bestseller “Las dos caras del islam: fundamentalismo saudí y su papel en el terrorismo (Doubleday).
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