Política

Un panorama para América latina en 2020

Dos nuevos estudios -uno del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos (CNI) y otro de un prominente legislador de la Unión Europea- pintan un panorama sombrío del futuro de América latina: dicen que la influencia de la región será cada vez menor en los próximos años.

Andrés Oppenheimer
Antes de decirles por qué creo que estos informes deben ser tomados en serio
-pero no demasiado- veamos sus conclusiones.

El trabajo dado a conocer
el viernes por el CNI, el centro de estudios que nutre a todas las agencias de
inteligencia de Estados Unidos, predice que en 2020 Estados Unidos seguirá
siendo el país más poderoso del mundo, pero algo menos que ahora.

Será
seguido de cerca por China, la India y Europa, mientras que América latina -con
la excepción de Chile y Brasil- prácticamente no estará en el horizonte. El
estudio, titulado “El mapa del futuro global”, ni siquiera menciona a América
latina en su resumen gráfico inicial, que muestra el “Panorama global en 2020”.


La tendencia hacia la globalización continuará en los próximos 15 años,
pero el centro de gravedad de la economía mundial girará hacia los países
asiáticos, dice el estudio.

Debido a que gran parte del crecimiento
ocurrirá en China, la India e Indonesia, “las compañías multinacionales de las
naciones actualmente avanzadas adaptarán sus «perfiles» y sus prácticas de
negocios a la demanda de esas culturas”, afirma. En otras palabras, viviremos en
un mundo cada vez menos americanizado y cada vez más “asiatizado”.


América latina seguirá sin beneficiarse de una mayor integración a la
economía global por “la ineficacia gubernamental y porque hay un riesgo cada vez
mayor de que surjan líderes populistas que explotarán la brecha entre ricos y
pobres para consolidar su poder”, sostiene el trabajo.

Un informe
preparado para el estudio del CNI titulado “América latina en 2020” y producido
por académicos de la Universidad de Georgetown, el Centro de Estudios Nueva
Mayoría de la Argentina y la Universidad Diego Portales de Chile, es más
explícito. Dice que América latina “verá crecer la brecha que la separa de las
naciones más avanzadas del planeta”.

Entre otras razones, el informe
dice que, a diferencia de los países asiáticos, “casi ningún país
latinoamericano podrá invertir sus escasos recursos en proyectos importantes de
investigación y desarrollo” que produzcan un rédito comercial significativo.


El otro estudio, redactado por Rolf Linkohr, presidente de la delegación
del Parlamento Europeo para Sudamérica, dice: “La influencia de América latina
en el mundo está disminuyendo”. La región se está quedando atrás porque tiene
gobiernos ineficientes, carece de sistemas de justicia independientes, ha
descuidado la educación y “la corrupción está a la orden del día”, sostiene
Linkohr, del grupo parlamentario socialista.

Como resultado de todo
esto, “la credibilidad de las elites políticas es baja´´, dice, y agrega que el
atraso de la región “es principalmente culpa de una elite que está mucho más
preocupada por sí misma que por la sociedad”.

¿Son exagerados estos
estudios? Lo cierto es que ninguno de estos informes puede ser tomado a la
ligera, sobre todo porque representan el pensamiento vigente en los círculos
académicos y políticos de Washington y Europa. Sin embargo, muchas cosas pueden
cambiar en los próximos años. No se puede descartar que haya una nueva crisis
asiática, producida por la fragilidad del sistema bancario chino o por la misma
epidemia de corrupción que afectó la apertura económica de muchos países
latinoamericanos en los años 90.

Incluso si las actuales tendencias
mundiales se mantienen puede que Chile y Brasil sigan adelante con su apertura y
se conviertan en países prósperos. Y también puede ser que a otras partes de
América latina les vaya bien.

En un mundo cada vez más dependiente de
las inversiones de las corporaciones multinacionales y el trabajo a distancia,
puede que el Estado-nación sea cada vez más irrelevante y los corredores
económicos transnacionales o los bolsones de modernidad dentro de los países
sean cada vez más importantes.

Puede que la economía de México quede
estancada pero que el corredor económico de Monterrey-Puebla-San Salvador tenga
un futuro brillante. Puede que la Argentina deje de ser un país con futuro, pero
que el corredor económico San Pablo-Buenos Aires-Mendoza sea un mercado pujante.
De manera que no lloren por América latina. Lloren por los millones de
latinoamericanos pobres que -por culpa de líderes populistas que se aferran a
ideologías retrógradas mientras los asiáticos abren sus economías- parecen
condenados a vivir en la miseria.

Fuente: Fundación Atlas y La Nación

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