Estados Unidos inventa y compite, China copia y exporta a precios bajos y Europa fabrica reglamentos. La locomotora económica alemana está estancada, y los brotes de crecimiento en España y en el sur de Europa no son suficientes para hacer frente a la solidez de la economía que ahora preside Donald Trump en competencia con la del chino Xi Jinping.
Desde la crisis del 2008, el crecimiento de la economía norteamericana se ha duplicado, mientras que el de la Unión Europea ha subido un 20%. China sigue siendo la gran fábrica global, y Europa vive enzarzada en sus regulaciones administrativas y en la agenda 2030.
Europa teme a Rusia por la obsesión imperial de Putin. Pero estratégicamente es más peligroso perder competitividad económica frente a Estados Unidos y China. El informe Draghi advertía del declive de Europa y ofrecía vías razonadas para resistir la potencia económica de Estados Unidos y China. Los retos planteados son la transformación tecnológica, la descarbonización, la seguridad jurídica y el mantenimiento del modelo social europeo.
Las barreras regulatorias interiores dificultan la consecución del mercado único en el flujo de capitales, la energía, las comunicaciones y la industria de defensa. La potencia económica de China y Estados Unidos amenaza la existencia misma de la Unión Europea. O Europa es más competitiva y menos burocrática y regulatoria o tendrá dificultades para resistir la ofensiva tecnológica, industrial y comercial que se avecina.
El control administrativo es necesario, pero no puede ahogar la iniciativa de empresas privadas y públicas, de emprendedores pequeños o grandes, que tropiezan con burocracias asfixiantes. Esto ocurre en los ayuntamientos, en las autonomías, en los gobiernos centrales y también en la maquinaria funcionarial de lo que entendemos por Bruselas, que se ocupa más de controlar lo que se hace que de promover iniciativas basadas en innovación, tecnologías punta, investigación y competividad en un mundo digitalizado.
La burocracia y el control rígido de la actividad económica frenan el progreso y devoran el bienestar general y particular. Europa no puede perder la batalla del talento en papeleos innecesarios.
Publicado en La Vanguardia el 30 de enero de 2025