Las últimas cifras muestran que no hay brotes verdes, ni primaverales, ni de ningún tipo.
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Lunes, 09 de diciembre 2024
Las últimas cifras muestran que no hay brotes verdes, ni primaverales, ni de ningún tipo.
Coincidentemente, el fin de semana pasado el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, y el de la Presidencia, Nicolás Eyzaguirre, estrenan tesis sobre lo que está pasando con la economía chilena.
Ambos, cada uno en su estilo, se refieren a ciertos elementos estructurales que estarían afectando a nuestra economía. Con ello prácticamente dan por perdida la batalla por el crecimiento económico, luego de constatar que las últimas cifras muestran que no hay brotes verdes, ni primaverales, ni de ningún tipo. Lo hacen, además, luego de que en la instancia regional el Gobierno rechaza un proyecto de inversión minera por US $2.500 millones que crearía 10 mil empleos de los cuales cerca de dos mil serían permanentes. Ciertamente circunstancias desfavorables, por no decir desesperanzadoras, para el crecimiento económico que obligan a levantar un caso que explique por qué su gestión es la peor que conozca Chile desde el Gobierno de la Unidad Popular.
Que Valdés y Eyzaguirre tiren la toalla con el crecimiento económico es preocupante.
Rodrigo Valdés intenta convencernos de que este es un problema que viene desde hace tiempo y da cuenta de la incapacidad de la economía chilena para aumentar sus exportaciones. Pretende minimizar la caída de la inversión en Chile encontrando un caso —siempre hay un caso— en que la caída de la inversión fue más abrupta aún que la del país en los últimos años. No dice que la tasa de inversión en Perú es bastante más alta que la chilena, por lo cual tiene más espacio para bajar. Tampoco dice que Perú, así como Colombia y México, nuestros socios en la Alianza del Pacífico, con todos los problemas que enfrentan sus economías, crecieron el año 2016 más que Chile. Ni que Chile por tercer año consecutivo crece por debajo del promedio de la economía mundial. El ministro reconoce algún efecto de las reformas del Gobierno de Bachelet, especialmente la tributaria, pero en definitiva lo minimiza al centrar su explicación en estos elementos estructurales que estarían enfrentando la economía chilena y que afectarían sus exportaciones, su inversión y su productividad desde hace ya varios años.
Pero la explicación del ministro de Hacienda es inconsistente. No se sostiene.
En primer lugar, porque si estos elementos estructurales están presentes en la economía chilena hace tanto tiempo, no se explica cómo ellos (Valdés y Eyzaguirre) apoyaron un programa de Gobierno que introdujo un shock negativo sobre la inversión como lo fue una reforma tributaria que aumenta en tres puntos del PIB la carga impositiva. Tampoco se explica que realizaran una reforma sindical y a la negociación colectiva que rigidiza el mercado laboral y que es un nuevo golpe a la productividad de nuestra economía. ¿No se pensó, tampoco, que un proceso de cambio a la Constitución como el que inició el Gobierno podía afectar la inversión?
Rodrigo Valdés, en su condición de economista y por las posiciones que tuvo tanto en organismos internacionales como en importantes bancos privados, sabía, hace cuatro años, cuáles eran las condiciones que enfrentaba la economía chilena, por lo cual su apoyo a esos programas daría cuenta de una gran irresponsabilidad si aceptamos su tardía tesis acerca de la economía chilena.
Nicolás Eyzaguirre, además de referirse al fin del ciclo de los commodities (que está en entredicho) y de replicar el argumento de nuestra dificultad exportadora de Valdés, agrega algunos elementos adicionales a la tesis, esta vez en su área de responsabilidad: la educación. Con la desmesura que lo caracteriza, compara la reforma estructural a la economía chilena realizada por el Gobierno militar al abrir la economía chilena al mundo con la reforma educacional. Dice que la apertura comercial también fue resistida en sus inicios, pero ahora todos reconocen que fue un factor clave en el despegue económico de Chile. Lo que no indica es cuáles son los elementos de la reforma educacional que tendrían estos efectos maravillosos sobre nuestro país. ¿Si los expertos coinciden en que es en la educación temprana donde debe invertirse prioritariamente, por qué gastar miles de millones de dólares en la gratuidad de la educación superior? ¿Los cientos de millones de dólares destinados por el Estado a comprar infraestructura a colegios privados, qué efectos tendrán sobre la calidad de la educación chilena? ¿Se atreve Eyzaguirre a comparar el consenso que hay en la profesión acerca de las bondades de la apertura de una economía al comercio exterior con las discutibles y hasta el día de hoy muchas veces inexplicables reformas que se han introducido a la educación en Chile en los tres años de gobierno de Michelle Bachelet?
Por último, si los problemas estructurales de la economía chilena tienen diez años de antigüedad y hacen tan difícil la tarea del actual Gobierno, ¿por qué el de Sebastián Piñera, afectado por esas mismas circunstancias, fue capaz de crecer a una tasa promedio de 5,3% y crear un millón de empleos, mientras que Bachelet tiene al país creciendo al 1,5%?
La tardía tesis de los ministros Valdés y Eyzaguirre no es sino un intento fallido, una operación mediática, para desviar la responsabilidad que tiene este Gobierno por haber detenido la marcha de la economía chilena con su insensato programa de reformas.
Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en El Líbero.-
© LyD
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