América, Política

Comunismo: un delta de abusos al ciudadano

En Venezuela, la mayoría de los servicios que se prestan padecen una insultante ineficiencia.


En la Venezuela roja ambos procesos destructivos se desataron. El aniquilamiento de la ciudadanía comienza en el año 1999. Las primeras expresiones de esa demolición estuvieron asociadas a la perversión de los procesos electorales: el ventajismo oficialista, la toma del Consejo Nacional Electoral (CNE), la falta de transparencia de los comicios; luego vinieron el asalto a todas las instituciones del Estado, la politización de las Fuerzas Armadas (FAN) y la militarización creciente de la sociedad y el Estado; ya no existe ningún espacio público donde los uniformados no tengan una presencia ostensible y determinante. La evaporización del cliente ha sido más reciente y más lenta. Durante el período 2008-2012, la importación desmesurada de toda clase de mercancías logró crear la sensación de bienestar. La extensa variedad de productos que se traían del exterior garantizaron una amplia oferta. Los venezolanos podían escoger entre marcas y comparar calidad y precios. Todo formó parte de un espejismo. El panorama cambió con el declive del ingreso de divisas. La corrupción, el despilfarro, la regaladera a Cuba y a los socios de la moribunda ALBA, las confiscaciones, las expropiaciones y todos los demás disparates del comunismo del siglo XXI contra la propiedad privada, pasaron la factura.

Ahora predomina la escasez y el desabastecimiento. Mercal y los supermercados del Gobierno han resentido la carestía.

Las penurias propias del comunismo emergieron después de la borrachera que le produjo al régimen la montaña de dólares que ingresaron durante un quinquenio. Interminables colas, aislamiento internacional, caída del fluido eléctrico, ausencia de alimentos esenciales y medicinas, falta de repuestos para vehículos, son algunos de los innumerables déficit existentes. El cliente quedó carbonizado.

En el comunismo el virus de la ineptitud, la corrupción y el desprecio por el ciudadano no carcome tan solo a los órganos públicos. Se extiende también a las empresas privadas, nacionales y extranjeras, que terminan imitando la ineficacia y arrogancia del Estado.
En Venezuela, la mayoría de los servicios que se prestan padecen una insultante ineficiencia. Vaya a un banco, a una empresa de televisión por suscripción, a una operadora de teléfonos móviles o viaje por una línea aérea privada, para que lo compruebe. El síndrome invade a las compañías de aviación internacionales, donde el abuso asume el rostro de la venganza. Delta Airline, la poderosa empresa norteamericana de aviación, está retaliando al gobierno rojo mediante el castigo a los miles de indefensos clientes que desde hace meses compraron boletos para volar a Estados Unidos y desde allí a otras partes del mundo. Violando todas las normas de la ética, la responsabilidad social y el compromiso con sus pasajeros, esta línea aérea suspendió de forma intempestiva e inconsulta casi todos los vuelos desde y hacia Venezuela. Se comporta como una empresa dirigida por una banda de comunistas.
El ciudadano, sea agente político o cliente, siempre es despreciado por el totalitarismo comunista. Más lamentable es que algunas empresas privadas acentúen esa dominación.

Publicado en CEDICE y extraido originalmente de El Universal

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