Lamentablemente, una vez más, el Debate del Estado de la Nación no ha servido para mejorarlo sino para continuar con la confrontación parlamentaria.
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Sábado, 05 de octubre 2024
Lamentablemente, una vez más, el Debate del Estado de la Nación no ha servido para mejorarlo sino para continuar con la confrontación parlamentaria.
De quién es la culpa, que cada uno juzgue. Lo que si es triste y bastante significativo es el papel que han jugado los temas de política exterior. O se han utilizado como arma arrojadiza o han sido aludidos de pasada. Sin duda, es muy sintomático de nuestra actual situación: estamos consumidos en una batalla interna donde la proyección española en el exterior está bajo mínimos y la preocupación real por estos temas, quizá por necesidades del guión, está muy aparcada.
Hemos pasado -a ojos de los extranjeros- del llamado "milagro español" a la grave preocupación por la "balcanización de España". Este proceso y su evolución merecería un pormenorizado análisis que aquí no podemos realizar pero si cabría llamar la atención sobre un hecho ya anunciado por Ortega en su España invertebrada. Una nación fuerte, sólida y con proyecto de futuro da lugar a una política internacional ambiciosa. Lo contrario a una política exterior mediocre o inexistente. Claramente, estamos en el último caso.
La ausencia de proyección fuera de nuestras fronteras no es sino un síntoma de nuestro eterno cainismo y de nuestro afán continuo por revisar nuestra identidad histórica. Ante este panorama, cabe sugerir una idea que se barajó en el Debate: ¿por qué no dedicar, también, un debate monográfico sobre qué queremos hacer los españoles en el exterior y llegar a un consenso sobre el asunto? ¿O es que hemos llegado a tal grado de confrontación que no habría posibilidad de un mínimo acuerdo?
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