Joe Biden ha decidido anunciar su candidatura a la reelección. Tiene 80 años y pide a los norteamericanos que le renueven la confianza a pesar de ser el presidente de mayor edad en la historia del país. Si consiguiera ser reelegido acabaría su segundo mandato a la edad de 86 años. Qué lejos queda aquella figura de John Kennedy que entró en la Casa Blanca a los 43 años.
El anuncio de Biden se produce en medio del debate global del edadismo que es la discriminación contra personas o colectivos por motivo de su edad. Nos podemos preparar para una intensa campaña a favor y en contra de la facultad de los ancianos a desempeñar cargos públicos. Los jóvenes tienen más energía y vitalidad. Los mayores aportan la experiencia y las heridas recibidas en su largo recorrido vital.
Si el debate es la edad escucharemos que la política no estimula a la juventud o que las generaciones de los viejos no quieren apearse del poder. Es arriesgado teorizar sobre el edadismo sin tener en cuenta que hay tantos casos como personas y que a un individuo con responsabilidades públicas hay que juzgarlo por lo que dice y, sobre todo, por lo que hace. Las limitaciones de la vejez son evidentes. Pero con la cabeza clara y la movilidad personal asegurada, se puede llegar muy lejos.
La pregunta que cabe hacerse es si la edad de Biden o la de su rival Donald Trump, con 76 años, es un síntoma de que el servicio público a su más alto nivel ha perdido interés para las mujeres y hombres en plenas facultades de madurez intelectual en Estados Unidos. Reagan tenía 78 años cuando acabó su segundo mandato.
Biden dice contar con el apoyo del partido demócrata y Donald Trump va por delante de cualquier otro rival republicano en las encuestas para las primarias a pesar de tener que responder ante tribunales de tres querellas contra su persona. Si la presidencia se disputara en noviembre de 2024 entre Biden y Trump sería la primera vez desde 1956 en que dos mismos candidatos se enfrentaran en dos elecciones consecutivas. El precedente fue Eisenhower y Stevenson.
Biden se presenta para impedir que Trump vuelva a la Casa Blanca. Pero siete de cada vez norteamericanos prefieren que no sea candidato. Las encuestas indican que su indice de aprobación como presidente está anclado en un 42 por ciento. Pero todo es posible en política. Los pronósticos son muy arriesgados. Si la confrontación final se produce entre Biden y Trump los electores tendrán que pronunciarse sobre dos personajes que no tienen intención de jubilarse.
Una victoria demócrata sería el mal menor si la alternativa es un Trump que ha mentido, ha impulsado un golpe de Estado en el Capitolio el 6 de enero de 2021 y exhibe un populismo impropio de la democracia más sólida del mundo. Biden lleva media vida en la política americana con 36 años como senador, ocho de vicepresidente con Obama y cuatro como presidente. Su figura es familiar para muchos americanos que valoran su resistencia a las adversidades y también su fragilidad y sus errores. Biden es un abuelo, al igual que Trump.
La vicepresidenta Kamala Harris ha exhibido un perfil tan bajo que nadie menciona su nombre como posible candidata. Pero si Biden sufriera un percance serio que le incapacitara en los próximos dieciocho meses, se convertiría en la primera presidenta de Estados Unidos. La campaña electoral, en todo caso, será más anómala de lo habitual.