Hay un problema grave cuando el enemigo está desarrollando tecnologías que neutralizan a la próxima generación de naves de América antes de que la generación previa haya sido totalmente desplegada. Estados Unidos no ha perdido un portaaviones en batalla desde la Segunda Guerra Mundial.
Una de las cosas más deprimentes cuando visité por primera vez el Kurdistán iraquí en el año 2000 fue que aunque muchísimos iraquíes entendían que las decisiones y los conflictos del Presidente iraquí Saddam Hussein habían congelado su progreso, muy pocos entendían de verdad el avance exponencial del resto del mundo. Hace catorce años, por ejemplo, los estudiantes de la Universidad Sulaimani todavía estaban aprendiendo el BASIC en sus clases de informática, y el personal docente formado en el Bloque del Este tenía pocos conocimientos del correo electrónico y no digamos de internet.
Tal parece ser el caso ahora de Estados Unidos y nuestros estrategas militares. Cuatro días antes de la invasión rusa de Ucrania, el Secretario de Defensa Chuck Hagel hablaba de que los efectivos estadounidenses regulares serán dentro de pocos tan numerosos como lo fueron pre-Segunda Guerra Mundial. Los mecanismos presupuestarios de compensación obligarán a realizar un ajuste ulterior. El Almirante James “As” Lyons, de la marina estadounidense (jubilado), ha destacado que durante la administración Carter, navegó al frente de más naves en el Pacífico de las que tiene hoy la marina. Si bien responsables Republicanos y Demócratas solicitaron con anterioridad la capacidad para librar dos guerras importantes de forma simultánea, ahora el Pentágono tendría problemas para reunir los recursos necesarios para un conflicto así. Esto sería, por supuesto, una invitación abierta a intervenir cuando Estados Unidos está distraído o desbordado, destinada a rivales y regímenes disfuncionales. Los enemigos no hacen descansos sólo porque el Congreso lo haga. China desde luego no los hace.
Desde la Segunda Guerra Mundial, la marina ha brindado el sostén de la fortaleza militar de América, al permitir el desplazamiento de efectivos en intervenciones en todo el globo. Y el portaaviones es el orgullo de la marina, una verdadera ciudad flotante y un inmenso entramado que fusiona tecnologías y personas. Así es desde luego el USS Gerald R. Ford, la última nave de la marina botada oficialmente este pasado noviembre, y la primera de las nuevas post-Clase Nimitz. La marina ha invertido más de 12.000 millones de dólares en el Ford y en su nuevo Sistema Electromagnético de Despegue. Si los portaaviones tienen un servicio de 50 años (suponiendo que el Pentágono pueda llevar a cabo las labores de reforma y mantenimiento), entonces ¿durará el Ford hasta el año 2064?
No si China tiene éxito. La solvencia y la estabilidad interna de China pueden haber sido exageradas, pero su proliferación militar no. China no intenta replicar todo lo que puede hacer el ejército estadounidense, sino que en su lugar se concentra en rechazar los puntos fuertes de América al tiempo que mejora los suyos, por ejemplo, con aviación hipersónica. Los chinos no han hecho ningún secreto de su trabajo en el desarrollo de armamento anti-satélites, pero es su labor en el desarrollo de proyectiles balísticos capaces de hundir portaaviones lo que debería de asustar realmente a los estrategas militares estadounidenses y al Congreso. Imagínese: un único proyectil balístico hipersónico puede hundir una nave con una tripulación de 5.000 efectivos estadounidenses, sin posibilidades de defensa eficaz. Como un accidente de tráfico a cámara lenta, parece que Defensa y los analistas navales reconocen el problema, pero Estados Unidos todavía parece incapaz o reacio a invertir lo que sea necesario para repeler la amenaza. En lugar de eso, mientras los chinos siguen desarrollando y desplegando el proyectil, la defensa de Chuck Hagel parece consistir sencillamente en quedar fuera del alcance del misil, entregando en la práctica a Taiwán, Japón, Corea del Sur y la mayoría del Sureste de Asia a la esfera de influencia de los chinos.
El proyectil capaz de hundir portaaviones no es el único problema. Este pasado junio, la Universidad de Defensa Nacional difundió un informe que sitúa los constantes progresos de China en el desarrollo de misiles de crucero nuevos, más rápidos y más precisos. Los autores destacan:
La velocidad potencialmente supersónica, la pequeña huella de detección en el radar y la capacidad de vuelo a muy baja altura de los misiles de crucero ponen a prueba los sistemas de defensa aérea y la vigilancia aérea y los radares de vigilancia, elevando la probabilidad de penetrar con éxito las defensas.
Al seguir detallando el informe, The Diplomat explica:
Además, los misiles de crucero son económicos de fabricar, lo que permite a China disponer de grandes cantidades de ellos. Esto es importante porque permitiría al Ejército Popular sacar tajada de la simple aritmética para desbordar los sistemas de defensa aliados o de Estados Unidos. Es decir, el Ejército Popular podría lanzar los proyectiles suficientes para superar simplemente la capacidad de respuesta de los sistemas de defensa balísticos en vigor. De hecho, el informe afirma que Pekín estaría convencido de que los misiles de crucero representan una ventaja de coste 9 a 1 con respecto a las defensas en su contra. Por tanto, el ejército chino podría explotar el enfoque de cantidad frente a calidad, todo lo contrario a la clase de fuerza estructural que ha proyectado para su futuro el ejército estadounidense. “Empleados en salvas, quizá en tándem con proyectiles balísticos, los misiles de crucero pueden saturar las defensas con gran número de cabezas alcanzando un objetivo concreto en poco tiempo”, destaca el informe.
El 10 de septiembre, el programa Live News de la cadena oficial china Xinwén debatió y describió las nuevas modificaciones de los misiles de crucero anti-navíos C802A y C602 chinos:
Wéi Guán nos informa de que el peso neto de este proyectil ronda tan sólo la tonelada, pero puede alcanzar objetivos a más de un centenar de kilómetros de distancia y alcanzar y hundir enseguida o dañar gravemente naves de 3.000 toneladas. ¿Tiene realmente tan descomunal fuerza este pequeño proyectil?
[Guan Shiyi, experto balístico de la Corporación de Ciencia e Industria Aeroespacial de China] Se debe a que la cabeza tiene una característica, que se llama detonación fragmentada a prueba de blindajes. Primero se abre paso a través del blindaje y luego explota dentro de la nave. Por tanto, su efecto devastador es muy elevado.
Hay un problema grave cuando el enemigo está desarrollando tecnologías que neutralizan a la próxima generación de naves de América antes de que la generación previa haya sido totalmente desplegada. Estados Unidos no ha perdido un portaaviones en batalla desde la Segunda Guerra Mundial. Ignorar los problemas o convencernos de que lo impensable no sucederá, o pensar que la diplomacia puede neutralizar las vulnerabilidades, es negligencia legislativa. No sólo cuesta decenas de miles de millones de dólares sino que pone en peligro las vidas de efectivos estadounidenses y la seguridad de aliados de América.
A lo mejor es hora de preguntar al Secretario Hagel cuál piensa que será el impacto de perder la supremacía naval incontestable, si considera la supremacía naval incontestable un objetivo digno o no y, de serlo — nada puede darse por sentado en la era Obama — cómo conservará Estados Unidos su supremacía naval frente al misil de crucero anti-navío chino y los avances balísticos en la destrucción de portaaviones.
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