América, Política

La docencia del islam radical entre el personal militar estadounidense

Impartir el fundamentalismo no es islamofobia ni algo en contra de lo que quienes deseen proteger o incluso defender el islam deberían de agitar. Después de todo, las víctimas principales del islamismo radical son los moderados.


 Cuando los efectivos estadounidenses empezaron a combatir por primera vez en Irak y Afganistán, abundaban las críticas de la ausencia de sensibilización cultural de los efectivos regulares al ingresar en territorios de Oriente Próximo o el Sureste de Asia. Parte de las críticas vertidas eran lamentablemente ciertas, si bien para el segundo o tercer año de combate, los efectivos estadounidenses tenían mejores nociones de la región y la confesión que muchos de quienes vertían la crítica fácil.

 
Pero aunque los efectivos destinados tendrán que someterse a incontables horas de instrucción cultural para aprender de la región en la que dentro de poco vivirán y combatirán, muchos con quienes he hablado con los años manifiestan una crítica común a los programas: Están sujetos a descripciones elementales y políticamente correctas del islam que parecen ajenas a la realidad de sus misiones. Los efectivos estadounidenses regulares que han combatido en Irak y que siguen combatiendo en Afganistán no se enfrentan a pacíficos musulmanes practicantes de las interpretaciones coránicas más benevolentes, sino a yihadistas radicales que pretenden mutilar y asesinar en nombre de la religión.
 
Mismo caso a menudo de la instrucción que proporciona el Departamento de Justicia. Tras haber sido objeto de las críticas de grupos de activismo islamista, por hacer demasiado hincapié en el fundamentalismo, el Departamento de Justicia ha saneado a lo grande su docencia. Se evita las polémicas, permitiendo que colectivos como el Consejo de Relaciones Islámico-Norteamericanas (CAIR) o la Sociedad Islámica de Norteamérica (ISNA) – que apoyan o disculpan a algunos de los peores grupos – colaboren a la hora de poner límites a la interpretación permisible. Permitir que el Consejo de Relaciones diga lo que puede y no puede impartirse del terrorismo islamista es como dejar que los talibanes tengan la última palabra acerca de los manuales de contrainsurgencia del ejército de los Estados Unidos. Que la Sociedad Islámica de Norteamérica determine el mecanismo de homologación de los religiosos militares sugiere falta de rigurosidad a la hora de combatir el fundamentalismo.
 
Si bien ninguna confesión tiene el monopolio del terrorismo, la equivalencia cultural también suena hueca: Ahora mismo revisten muchos más problemas los terroristas islamistas que operan por el globo y se valen de exégesis teológicas para motivar y justificar sus atentados que los colectivos que se fundamentan en el cristianismo, el judaísmo o el hinduismo. Dar a entender lo contrario es ingenuo. Impartir a los analistas especializados en el contraterrorismo los "Cinco pilares del islam", los rasgos comunes del Corán con el Nuevo y Viejo Testamento o enseñar exclusivamente las interpretaciones más saneadas del Corán constituye simplemente negligencia profesional, mucho peor cuando las preguntas referentes al fundamentalismo quedan sin respuesta.
 
La teología elemental no es difícil de entender. Pero si los oficiales estadounidenses y los funcionarios del Departamento de Justicia han de entender de verdad el clima en el que trabajan y el rival del que aspiramos a proteger a los Estados Unidos y a todos los estadounidenses, entonces pasa a ser esencial que las autoridades norteamericanas puedan entender y explicar no solamente lo que son los cinco pilares del islam, la fecha del nacimiento del profeta Mahoma o las definiciones de Gran Yihad o Pequeña Yihad, sino ser capaces de argumentar de:
 
                         Los pasajes del Corán de los que se valen los fundamentalistas para justificar los atentados suicida y los argumentos teológicos exactos de los que puede hacer uso el clero moderado para desmentir a los primeros (más allá de afirmar simplemente que el islam prohíbe el suicidio).
      
La evolución de la interpretación islámica de los pasajes coránicos que recomiendan la decapitación de los prisioneros. También deberían de aprender que, en contra de la retórica común, el Corán no sido siempre igual, sea históricamente o en su traducción e interpretación.
                        
Todas las religiones evolucionan. Muy pocos cristianos defenderán públicamente la condena de las mujeres a la hoguera que públicamente recita la Biblia. Después de todo, esto ya no es el siglo XIV. De igual forma, aunque sea importante comprender las interpretaciones contemporáneas de yihad, es igual de importante advertir que el concepto de yihad ha evolucionado con el tiempo. Dicho eso, cuando grupos militantes aspiran a construir una sociedad basada en sus nociones de lo que habrían hecho los estados islámicos 1.350 años atrás, entender las interpretaciones teológicas que les orientan es la responsabilidad de los analistas.
      
La teología que suscribía y explicaba Osama Bin Laden, y que auspiciaban Aymán al-Zawahiri o Abubakr al-Bagdadí. Si estos caballeros predican algo que no es islámico, entonces un funcionario con conocimientos debe poder explicar la razón – no ignorar a propósito su teología, simplemente.
 
Impartir el fundamentalismo no es islamofobia ni algo en contra de lo que quienes deseen proteger o incluso defender el islam deberían de agitar. Después de todo, las víctimas principales del islamismo radical son los moderados.
 
El Presidente Obama pudo haber pretendido proyectar rigurosidad cuando esbozó la estrategia de combate del ISIS el 10 de septiembre. Pero hasta que el gobierno estadounidense — sea en el hincapié en el extranjero del Departamento de Defensa o el Departamento de Justicia a nivel nacional — reforme su plan de estudios para abordar las preguntas espinosas de las interpretaciones teológicas en lugar de evitarlas, cualquier funcionario u oficial que participe en el combate no sólo entrará a ciegas sino que, de forma más lesiva, entrará cegado por el interés político de sus superiores. Es hora de dotar de verdadera sensibilización cultural a quienes se encargan de la defensa de nuestras posiciones en el frente, no del equivalente religioso a Mi Pequeño Pony.
 

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