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España: La paradoja inesperada

El precio de la investidura será alto y muy laborioso. La legislatura empieza con la misma tensión con que acabó la última. Gobernar con el ruido de la confrontación entre dos bloques que no se soportan ni se toleran comportará un inútil derroche de energías. Pero la política consiste en gestionar las contradicciones derivadas de los intereses contrapuestos de los ciudadanos.

Núñez Feijóo es improbable que sea elegido, porque con Vox y UPN queda a cinco escaños de la mayoría necesaria. Pedro Sánchez pasará el rastrillo y puede repetir gobierno con los socios habituales y con los votos afirmativos de Junts que gestiona Carles Puigdemont desde Waterloo.

Se puede decir, por lo tanto, que el gobierno de España depende de la voluntad de un expresidente de la Generalitat, eurodiputado, demandado por la Justicia española y partidario de la independencia de Catalunya. Es la inesperada paradoja de la política española en este verano del 2023.

Más allá de cómo se despejan los interrogantes puntuales planteados por la política de bloques, es interesante ver qué ha cambiado en los últimos diez años desde que Artur Mas abrió el procés, que tuvo su momento álgido en los hechos de octubre del 2017. Catalunya vuelve a ser el factor que determina la política española.

En su lúcido ensayo El país que nunca existióGabriel Magalhães hace un recorrido amable sobre aquellos episodios de nuestra historia que se remontan a pasados sin solucionar y que comportan un impedimento para vivir el presente como un viaje hacia el futuro.

Lo que provoca que el nacionalismo español tenga por principal enemigo el catalanismo político es porque defiende una idea alternativa de España. El catalanismo político, desde Valentí Almirall hasta que Artur Mas decide abrir la opción unilateral de independencia, había tenido dos ejes constantes: un mayor autogobierno para Catalunya y participar en la modernización y gestión de los asuntos políticos y económicos de España. La política de Jordi Pujol durante 23 años se basaba en el axioma del peix al cove , que los nacionalistas vascos han ejercitado desde siempre, sin importarles demasiado quién gobernaba en Madrid.

La novedad del procés es que se da el salto del nacionalismo al independentismo y ya no se trata de lo que decía Azaña al defender el Estatut de 1933, poniéndose en la mentalidad de muchos catalanes que querían vivir de otra manera dentro del Estado español.

La alternativa era la ruptura porque el independentismo no confía ya en la convivencia política hispánica. Magalhães ensalza los grandes logros de la Constitución de 1978, el periodo más largo de nuestra historia en libertades, progreso y paz social. Todo el edificio ha sido sostenido por nuestro anclaje en Europa, que ha ahuyentado nuestros fantasmas.

La mirada de Magalhães, un portugués que ha vivido en muchas partes de España y que tiene un conocimiento exhaustivo de nuestra historia, llega a la conclusión de que la Constitución se ha congelado en el tiempo y lo que era un factor de cohesión se ha convertido en una zona de conflicto.

La división que se establece en Catalunya entre independentistas y constitucionalistas es un ecuador que no se ha logrado superar a pesar de que las fuerzas independentistas van perdiendo votos a raudales y representación parlamentaria en todas las elecciones.

No se trata de cambiar la Constitución, sino de adaptarla y hacerla más útil en unos tiempos que son distintos a los de hace 44 años. Remarca el autor que los dos únicos cambios constitucionales fueron provocados desde el exterior, por decisiones de las instituciones europeas que había que articular con la realidad española. Fueron reformas leves.

Las constituciones no son tablas de la ley, sino principios básicos que han sido objeto de enmiendas y cambios a lo largo de los años. Pienso en Alemania, en el Reino Unido, en Italia, en Francia y en Estados Unidos, que desde 1778 ha aprobado 27 enmiendas, algunas de gran calado. El inmovilismo de la Constitución española afecta también al rey Felipe VI, que, siendo tan joven y haciendo su trabajo correctamente, está envejeciendo con una Carta Magna petrificada.

Lo que ocurra en los próximos días va más allá de una investidura. Magalhães aporta reflexiones de futuro para articular las relaciones en la convivencia hispánica que incorporen de modo civilizado la diversidad multicultural del país.

Publicado en La Vanguardia el 9 de agosto de 2023

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