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Evo Morales: una lectura anti-ilustración del problema indígena

“…El proyecto indigenista que defiende Morales, en sus distintas versiones se irá transformando en un movimiento anti-occidental que busca reinstaurar una realidad político-económica distinta al modelo de desarrollo que conocemos…”

Gonzalo Bustamante Kuschel

Las declaraciones del presidente boliviano Evo Morales, en el sentido de que la llegada del “pueblo” al poder no es momentánea sino que al menos por 500 años, llama a reflexionar. El sentido implícito en el concepto “pueblo” que emplea el presidente Morales, se refiere básicamente a la población indígena y al “boliviano” que se encontraría en un proceso de recuperación de sus raíces. No se entiende su aseveración si no es en relación al indigenismo ideológico y al problema indígena.


Éste último, hunde sus raíces en los orígenes de la identidad hispanoamericana: un continente formado por una población pre-existente y los colonos de múltiples procedencias que la reemplazarán. Estamos constituidos por un crisol de razas y nacionalidades, las cuales generaron culturas e identidades diversas en cada una de las naciones del continente. En el caso de quienes se sienten de modo más directo como representantes de la cultura indígena, nunca ha existido un sentido de inclusión a ésta nueva realidad cultural y social. Es en ésta exclusión, donde se han generado bolsones, muy importantes, de pobreza y rezago educacional.


Producto de esto último, es que ha resurgido con mayor fuerza el indigenismo como ideología. Su origen se encuentra en europeos e hispanoamericanos no indígenas, entre estos últimos, Valcárcel, Mariátegui, el indianista Reynaga, y, hoy en día, García Linera en Bolivia, el verdadero ideólogo de Evo. El indigenismo, supondrán que el origen del “problema indígena” se encuentra en una política racial a la cual se debe responder con otra política racial: los llamados pueblos originarios, son los “americanos legítimos” y por tanto quienes realmente tienen derechos sobre las tierras.


Fausto Reynaga lo expresa de la siguiente forma en su obra, la Revolución India: “El cholaje blanco-mestizo es el ´puñadito´, la minoría étnica; y sin embargo, es el opresor de la mayoría. (…) El indio ha despertado; tiene la mirada fija en el poder”. En esa mirada en el poder, se busca rescatar estructuras políticas pre-existentes a la llegada de los europeos, por ejemplo las provenientes de la tradición del  Tawantinsuyo, como una forma de rechazar lo que se considera un discurso euro-céntrico sobre la libertad, las estructuras económicas y jurídicas. Estas prácticas políticas indígenas van acompañadas de una fuerte reinterpretación que permita su acoplamiento con ideas socialistas de origen occidental.


En su versión más extrema, como la que estamos presenciando en Bolivia, pareciera inclusive buscarse materializar el anhelo de Valcárcel: “los pueblos indígenas están a la espera de su Lenin“. Hemos podido presenciar como al estado de derecho se lo ha debilitado, poniendo la llamada “justicia comunitaria” al mismo nivel que éste, esto es: un juicio regular en tribunales pasa a estar en igualdad de condiciones de legitimidad que un linchamiento público decidido “popularmente”. Esos son casos que hoy en día podemos ver en la Bolivia de Evo Morales y García Linera.


El proyecto indigenista en sus distintas versiones se irá transformando en un movimiento anti-occidental que busca reinstaurar una realidad político-económica distinta al modelo de desarrollo que conocemos. Pensadores  europeos de la izquierda liberal han destacado que éste intento no sólo es inviable políticamente sino que además es dar la espalda a los avances en materias de democracia, modernización económica, científica, tecnológica y a los derechos humanos, que se ha logrado desde la Ilustración hasta el día de hoy.


Mi país, Chile, no ha sido una excepción en las reclamaciones indígenas. Si bien por diversos factores, entre otros demográficos, culturales e institucionales, los niveles de conflicto han sido menores que en otras latitudes del continente. No obstante se requiere contemplar las dimensiones políticas del lenguaje y discursos que se generan a raíz del problema indígena. Aquí no hay ingenuidad, ni de un lado ni del otro.

Fuente: CADAL

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