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La Sudamérica Kongo Gumi

¿Que pasa con América Latina? Una sociedad de la comunicación global significará una Sociedad Mundial; que los desafíos y oportunidades están interconectados y quien no se suma a la globalización tiene un solo destino.

Gonzalo Bustamante Kuschel


La tragedia de Eurípides, Medea, tiene múltiples versiones y un número mayor de  interpretaciones. Eurípides, al igual que muchos griegos de su época, se revelaban contra los cambios que experimentaba Grecia. Atenas, estaba dejando de ser lo que era, una comunidad unitaria,  transformándose de a poco en una “sociedad” en la cual la tradición existente empezaba a ser reemplazada por cánones más abstractos y la ley positiva que promovían los sofistas a sustituir la ley basada en la fundamentaciòn mitológica. Es en ese escenario en el cual Medea prefiere destrozar a sus propios hijos antes que, a su juicio, manos peores lo hagan; Eurípides prefería la muerte de Atenas  a su transformación.


La empresa Kongo Gumi se dedicó por 1428 años a la construcción de templos en el Japón y la familia Kongo mantuvo durante todo ese tiempo el control de la compañía. Varios de los templos budistas más famosos del Japón así como el castillo de Osaka se encuentran entre sus obras. El año 2006 se debió decretar la quiebra de la empresa más milenaria del mundo. ¿Qué la liquidó? El cambio de la sociedad. El Japón de hoy no es la cultura y sociedad de  100 años atrás: la ciencia, la tecnología y las transformaciones producidas por el capitalismo avanzado hacen que una empresa, por milenaria que sea, que se resiste a renovarse y reinventarse, no sea capaz de soportar la revolución socio-cultural actual y menos lo serán a futuro. Kongo Gumi no entendió los cambios, se condenó a morir; fue un harakiri cultural.


Linus Torvalds, aprovechando la creatividad integrada que permiten las nuevas tecnologías dio vida al único competidor de Microsoft. Los Torvalds, Gates y Ollila (Nokia) son ejemplos de una clase empresarial y ejecutiva “no-Kongo Gumi”: son quienes tratarán de ir de acuerdo a los cambios; es más, de ser un motor de su generación.


¿Qué pasa en la política sudamericana? Existen sectores que pugnan por mantener algo que nunca, siquiera, se ha podido definir su existencia: la sudamericanidad. Nos faltan hombres de negocios, políticos y una cultura general que entienda que una sociedad de la comunicación global significará una Sociedad Mundial; que los desafíos y oportunidades están interconectados y quien no se suma a la globalización tiene un solo destino: Kongo Gumi.


Heráclito, uno de los grandes de la era filosófica pre-socrática, quien no fue comprendido del todo en su época, ya indicaba que una característica de la vida son las paradojas y  el cambio. Tratar de mantener una Sudamérica estatista al estilo de los años 60, países con una cultura indigenista cerrada o una retórica sesentera antinorteamericana y pro-castrista, es la opción de Medea: auto-destrozar a sus propios hijos. El Estado debe ser un generador del cambio, que permita que en una era de fuerte individualidad esta se pueda manifestar, para lo cual se deben generar las condiciones institucionales que la individualidad requiere: Democracias sólidas y libre mercado con reglas claras, es ahí donde se produce crecimiento y desarrollo acompañado del respeto a la libertad.


Bolivia, Ecuador, Venezuela y quizás también la Argentina han optado por el sacrificio trágico, al igual que Eurípides, lamentarse de la pérdida de algo que es inevitable, con la gravedad  de que en estos casos “lo que se lamenta perder” es infinitamente más difuso que la cultura griega clásica; es más, ha sido una ilusión: la vía sudamericana al desarrollo, sólo ha generado su opuesto.


El Brasil de Lula y el Chile de la Concertación, aunque de modo más nítido en la época de Lagos que hoy en día, son los únicos ejemplos esperanzadores de que en nuestro continente se abra paso a una filosofía del cambio como la de Heráclito y una acción que la asume como principio rector, creando las condiciones institucionales para el surgimiento de nuestros propios Torvalds. De lo contrario, Medea volverá a masacrar a sus hijos.

Fuente: CADAL

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