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Exceso de ex presidentes

El problema con los ex presidentes en América Latina es que muchas veces son ellos los que no aceptan su condición de jarrón valioso.

Desde que existe sufragio universal, Chile nunca había tenido cuatro ex presidentes vivos. Aunque su presencia pudiera resultar incómoda para el gobierno actual e inconveniente para las aspiraciones políticas de sus correligionarios, los ex mandatarios son un patrimonio que, bien utilizado, ayuda al fortalecimiento de las instituciones y mejora la democracia.

Atribuyendo el origen de la comparación a Felipe González, el ex mandatario chileno Ricardo Lagos decía que los ex presidentes eran como jarrones valiosos. Todos en la familia estaban orgullosos de tenerlos, pero nadie sabía muy bien dónde ponerlos. Aunque pintoresca, la analogía es falaz. Las familias que tienen jarrones valiosos saben dónde ponerlos. En tanto no pretendan darles un uso diferente al que se debe conferir a un objeto de valor, las familias pueden gozar de sus piezas valiosas e incluso presumirlas ante sus vecinos. El problema con los ex presidentes en América Latina es que muchas veces son ellos los que no aceptan su condición de jarrón valioso. Quieren devenir en enseres esenciales para el funcionamiento cotidiano del país. Ahí es cuando su presencia produce incomodidad.

De los cuatro ex presidentes vivos, tres participan activamente en política. La excepción es Patricio Aylwin. Si bien a sus 92 años parece razonable que no lo haga, Aylwin optó por el retiro definitivo al dejar el poder en 1994, a los 75 años de edad (tres más de los que tiene hoy Lagos). Entendiendo que su gran legado sería la transición a la democracia, Aylwin asumió el admirable rol de ex presidente en retiro. Precisamente por eso, su gobierno fue el menos cuestionado en el periodo posterior. Como Aylwin dejó en claro que no era amenaza de futuro, permitió que la historia -y no la coyuntura- evaluara su legado. Esa decisión le ha rendido enormes frutos. Además de ser respetado y servir de apoyo a su partido -como cuando ejerció temporalmente la presidencia del PDC a fines de 2001- Aylwin se ha convertido en un sabio consejero. Cuando habla lo hace dejando en claro que busca el bien del país. Felizmente para él y para Chile, Aylwin dejó de ser un patrimonio de la Concertación para convertirse en un patrimonio de Chile.

Eduardo Frei Ruiz-Tagle se convirtió en el primer ex presidente en buscar la reelección después de que Jorge Alessandri lo intentara, también frustradamente, en 1970. Ya que tiene su escaño en el Senado hasta 2014, Frei podrá mantenerse activo en política, aunque deje de lado sus aspiraciones presidenciales. Ricardo Lagos también participa activamente en política. Después de especular con la posibilidad de ser candidato en 2009, Lagos equivocó su apuesta al establecer condiciones que la Concertación rechazó. Equivocadamente, Lagos quería ser candidato sin someterse a primarias. Alegando que la gente ya había votado por él, Lagos desconoció que su victoria en 2000 le otorgaba la presidencia sólo por seis años.

Después de la derrota de Frei, Lagos tomó el estrado la noche de la derrota haciendo un llamado al recambio generacional, pero aparentemente se creyó con el derecho a nominar a los nuevos líderes en vez de que los simpatizantes de centro izquierda los escojan. Ahora que Piñera ha llegado a La Moneda, Lagos ha aumentado su presencia, con llamados al orden y con propuestas estratégicas y tácticas.

Un resultado inevitable de ser la primera presidenta de Chile es que Michelle Bachelet es también la primera ex presidenta. Porque recién dejó el poder, su futuro papel político es una incógnita. A sus 58 años, los mismos que tenía Frei Ruiz-Tagle en 2000, Bachelet tiene derecho a querer seguir activa en política. Su enorme popularidad constituye una poderosa tentación para buscar la presidencia en 2013. De hecho, muchos en su Partido Socialista parecen comprometidos ya con esa idea. La propia Bachelet ha sido ambigua respecto a sus planes. Al señalar que quiere pasar más tiempo con su familia -cualquier persona normal quisiera lo mismo- ha rechazado descartar una futura candidatura. En lenguaje político, si las cosas se dan, será candidata. Pero al rechazar entrar a retiro, Bachelet será sometida al escrutinio normal aplicado a todo presidenciable. Es más, su historial de aciertos y derrotas será cuidadosamente escudriñado más que por historiadores, por aquellos preocupados de la próxima carrera presidencial. Bachelet parece querer sumarse a la posición de trinchera que tomaron Frei y Lagos y que provocó fuertes cuestionamientos a sus respectivas presidencias.

Ya que tres de los cuatro han optado por seguir en política activa, corresponde evaluar por qué los ex mandatarios chilenos rechazan la oportunidad de, parafraseando a Lagos, convertirse en valiosos jarrones. En Estados Unidos, los ex presidentes -aun aquellos que pudieran seguir activos- no albergan aspiraciones políticas. Todos, independientemente de sus legados, construyen carreras que les permitan posicionarse como líderes nacionales desde nuevas plataformas. Los ex presidentes Carter, Bush y Clinton han logrado además superar sus afiliaciones partidistas y se han consolidado como patrimonios de la nación. Ya sea para enfrentar catástrofes naturales o para ayudar en procesos de transición democrática en otros países, estos ex presidentes son aliados útiles para las administraciones de la Casa Blanca, independientemente de la afiliación del presidente de turno.

En América latina, la experiencia es mixta. Mientras algunos ex presidentes optan por un retiro definitivo de la política -ya sea por obligación como Fernando Henrique Cardoso en Brasil o Ernesto Zedillo en México- otros se mantienen activos y buscan repetirse el plato, como Alan García y Alejandro Toledo en Perú o el propio Carlos Menem en Argentina. Aunque la mayoría de los ex presidentes latinoamericanos parecen hacer honor a la frase de que los políticos sólo se retiran cuando están dentro de un ataúd.

Es mejor tener ex presidentes que aceptan y asumen a cabalidad su papel de jarrones valiosos. Cuando disipan dudas sobre futuras aspiraciones presidenciales y dejan en claro que tampoco buscan promover activamente sus propios delfines como líderes del recambio, los ex presidentes dejan de ser actores partidistas para convertirse en patrimonios de la nación. Ya que en Chile los ex mandatarios parecen preferir seguir activos en política, pudiera ser razonable que el gobierno de turno tome medidas para inducir un comportamiento distinto. Aprovechando que los ex mandatarios reciben sueldo estatal, el gobierno debiera asignarles tareas que los induzcan a convertirse en patrimonios del país. Si rechazan la invitación, al menos estarán transparentando sus planes políticos futuros. Además de constituir un gran espaldarazo para la renovación política, la iniciativa de involucrar a los ex presidentes en temas país -como comisiones presidenciales o embajadores de buena voluntad en temas específicos- sería de mucha ayuda para el posicionamiento internacional de Chile. Por ejemplo, el gobierno actual podría involucrar a Lagos mucho más en temas ambientales. Bachelet podría ser invitada a colaborar en asuntos de protección social y derechos humanos.

Al ofrecerles oportunidades para entrar a un Olimpo suprapartidista que beneficie al país, el gobierno de turno podrá convertir a los ex presidentes en patrimonios del país, induciendo así una mayor renovación de la política y evitando que los juicios sobre el gobierno anterior se hagan pensando en la próxima elección presidencial. Cuando el país ha heredado valiosos jarrones, corresponde tener un buen lugar donde puedan contribuir al progreso y bienestar de la nación.

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