Las palabras de Josep Borrell dirigidas a los 140 diplomáticos de la Unión Europea repartidos por el mundo causaron estupor en Bruselas. Borrell es el máximo representante de la diplomacia europea y su portavoz oficial más cualificado.
Es frecuente que Borrell se salga de lo políticamente correcto y del poder suave que forma parte del lenguaje burocrático y reglamentista de Bruselas. Las emociones no pueden sobreponerse a la racionalidad, pero cuando alguien con responsabilidad da un golpe sobre el tablero se remueven las aguas siempre templadas y tranquilas de la Unión.
Borrell hizo autocrítica, necesaria en estos tiempos en los que la guerra de Ucrania está cambiando el curso de la historia de Europa y del mundo. Dijo en voz alta lo que muchos políticos europeos piensan pero se lo callan. Que la seguridad de Europa sea protegida por Estados Unidos y que la prosperidad económica dependa de la energía rusa y del comercio con China muestra la gran fragilidad europea.
Basamos nuestra prosperidad, dijo, en el gas barato de Rusia y en el acceso al mercado de China. Europa es un gran mercado, el más potente del mundo, pero depende de las tres potencias que activa o pasivamente le mantienen con una especie de respiración asistida. Si se corta el gas ruso, se cierra el mercado asiático y se rompe la alianza estratégica con Estados Unidos, Europa queda como un gigante con los pies de barro.
Las libertades, el Estado de bienestar, la seguridad y la protección de las identidades nacionales no pueden salir gratis. Utilizó Borrell la metáfora de que “no podemos ser herbívoros en un mundo de carnívoros”. Su discurso contra Putin ha sido duro y claro desde que empezó la guerra. Ayer dijo que si Rusia utiliza armas nucleares en Ucrania, su ejército será aniquilado.
Este cambio de paradigma afectará a nuestro estilo y nuestro nivel de vida. Europa tiene que cortejar y no sermonear al mundo en unos tiempos en que los discursos y las políticas autoritarias de partidos del seno de la Unión Europea van ganando peso.
Detener a Putin no va a ser fácil ni gratis. La identidad europea no es otra cosa que la suma de las identidades nacionales que hay que defender con una seguridad común y con recursos energéticos propios.
Publicado en La Vanguardia el 14 de octubre de 2022
