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La Agenda 2030 como caballo de Troya del totalitarismo

Cualquier persona que lea los diecisiete objetivos de desarrollo sostenible de la famosa Agenda 2030 entiende que son titulares perfectamente aceptables y aparentemente inocuos. ¿Quién va a estar en contra de acabar con la pobreza y el hambre o fortalecer la industria, innovación e infraestructuras? El truco, como en el Caballo de Troya, es que esos objetivos claramente compartidos por todos han sido secuestrados por el intervencionismo más abyecto y burócratas embebidos de arrogancia e ignorancia para implementar el control político de todas las áreas económicas.

Primero destruyeron la misma industria que la Agenda 2030 se compromete a fortalecer, y ahora van a por la agricultura, la ganadería y toda la actividad privada en una Europa que se parece cada vez más a esa sociedad asfixiada por el estado depredador y los zombis cercanos al gobierno de un capítulo de “La Rebelión de Atlas” de Ayn Rand.

La realidad del asalto a la Agenda 2030 por los políticos más intervencionistas es que, además, sus políticas siempre –siempre- generan el resultado opuesto a lo que fingen defender.

La Agenda 2030 que han secuestrado los socialistas –de izquierda y de derecha- inoculados por la fatal arrogancia ni reduce la pobreza ni el hambre ni mucho menos fortalece el crecimiento, la igualdad o la industria.

Esta manipulación de los objetivos de la Agenda 2030 es exactamente el Caballo de Troya que, bajo la apariencia de un regalo bello e imponente, esconde en su interior a los que masacrarán la ciudad.

En los últimos años, el número de explotaciones agrícolas se ha ido hundiendo en la Unión Europea de manera alarmante. En 2020, quedaban 9,1 millones de explotaciones, una disminución estimada del 37%, o alrededor de 5,3 millones menos que en 2005, según Eurostat. Desde 2020 esa tendencia no ha hecho más que acelerarse. En la última década, en España se han destruido alrededor de 70.000 explotaciones y se han perdido más de 18.000 agricultores y ganaderos. En los dos últimos años esa tendencia se ha acelerado, y se han destruido 8.000 empresas y 70.000 empleos, según el INE.

Se prevé que en el período 2015-2030 la tierra agrícola de la UE se reducirá un 1,1%, impulsada principalmente por la disminución de los dos grupos principales (tierras cultivables y pastos para ganado) de un 4,0% y un 2,6% respectivamente, según la propia Comisión Europea. Esto es destruir nuestro futuro y hacer Europa más dependiente y pobre.

En la industria es aberrante. Una política energética equivocada, impuesta por activistas sin conocimiento industrial, ha llevado a que la industria pague el doble por electricidad y gas natural que en China o EE.UU, según la IEA. ¿Y cómo lo justifica la burocracia? No se lo pierdan. En un estudio de la Comisión Europea afirman que “el análisis de descomposición revela que el menor crecimiento económico en la UE en relación con el mundo tuvo el mayor impacto negativo en la contribución de su sector manufacturero”. No se preocupen, no es que destruyamos la industria, es que crecemos mucho menos. En fin…

Según el informe de la ERT (Vision Paper 2024-2029) que, además, da soluciones constructivas, la cuota de mercado de la industria de la Unión Europea en el mundo ha pasado de ser un 21% en 2001 a un mísero 14,5%. En ese mismo periodo, EE.UU., que también tenía un 21% de cuota, ha bajado mucho menos, a un 16,5%. Cito: “La industria es el alma de una economía sana. La industria representa el 16 por ciento del PIB de la UE. Proporciona una cuarta parte del empleo directo y millones más indirectamente. Más allá de generar riqueza y empleo, es fundamental en la mejora de las capacidades de la fuerza laboral y el impulso de la innovación. Siempre que se den las condiciones adecuadas, su potencial para estimular el crecimiento y la prosperidad es fenomenal. Por estas razones, la necesidad de hacer Europa más atractiva para la inversión privada es evidente” ¿Y qué se ha hecho? Asfixiar a burocracia, impuestos y normativas que destruyen lo que fingen proteger.

¿A qué viene esta redundancia de los diecisiete objetivos de la Agenda 2030 todos se cumplen con el capitalismo de libre mercado sin hacer propaganda? Todos esos objetivos en realidad solo se cumplirán con más libertad económica y más capitalismo. El socialismo no solo incumple todos esos objetivos sino que añade el número 18: represión y cancelación del que se queja.

Criticar la equivocada imposición de esta agenda no es ser antieuropeo. Es ser pro-europeo. Hace años nos llamaban antieuropeos por defender la energía nuclear. Hoy, la UE anuncia acuerdos para desarrollar masivamente nuevos reactores. Hace años nos llamaban antieuropeos por criticar el expolio fiscal y la burocracia impuesta al campo y la industria. Hoy, muchos gobiernos despiertan ante el brutal error cometido. Criticar el euro digital no es atacar al euro, es defender que siga siendo reserva de valor y mantenga su poder adquisitivo.

Ser pro-europeo y defender el proyecto de la Unión Europea no es tragar con todas las entelequias intervencionistas que se le ocurran a un grupo de burócratas. Si queremos defender el proyecto europeo debemos rechazar el socialismo y la planificación central. En Alemania del Este están todavía recuperándose del destrozo generado por la planificación central tras décadas de apoyo financiero.

La planificación centralizada no funciona. No ha funcionado nunca. Pero siempre hay algunos, que no sufren las consecuencias, por supuesto, que piensa que va a funcionar si la implementan ellos.

¿Cuál es el truco de este nuevo asalto a la libertad? Como siempre, el “buenismo”, que en realidad es y siempre ha sido “malismo”. Usar objetivos aparentemente inocuos y que todos defendemos para atacar al que produce y penalizar al que crea riqueza. Así, si escribes un artículo como este o alertas sobre el peligro, te dicen que estás en contra de reducir la pobreza, el hambre y la desigualdad. ¿Ven ustedes el truco? En realidad, es la misma estrategia que la del leninismo: Tomar una causa que todo el mundo defiende para imponer una dictadura represora.

Los que han llenado este Caballo de Troya de sanguinarios soldados dispuestos a masacrar a los habitantes de la ciudad con nocturnidad y alevosía una vez que estén dentro de la muralla, saben perfectamente que no funciona, pero la pieza número 18, la que une la entelequia de la planificación central con la realidad, es el empobrecimiento de la gente y la destrucción de la demanda. No es ni siquiera un objetivo escondido. Este grupo de iluminados que se ha autodesignado como salvador de Europa sabe que la única pieza que hace cuadrar la ecuación de destrucción empresarial con la oferta hundida es imponer la contracción de la demanda haciéndonos más pobres y menos libres.

Si queremos que se cumplan los diecisiete objetivos de desarrollo sostenible y que no se imponga el dieciocho de restringir las libertades individuales, lo primero que deberíamos hacer es abandonar el socialismo y defender al avance de la libertad individual.

Si queremos cumplir los objetivos que dice promover la Agenda 2030 la única solución es quitar esa agenda de las manos del socialismo e intervencionismo confiscatorio y dotar a Europa de más libertad económica, empresas más fuertes y estados facilitadores con regulaciones sencillas, predecibles y que promuevan la inversión.  Más agricultura, ganadería e industria y menos redistribuidores de la miseria.

 

 

Daniel Lacalle

Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es Doctor en Economía, profesor de Economía Global y Finanzas, además de gestor de fondos de inversión. Casado y con tres hijos, reside en Londres. Es colaborador frecuente en medios como CNBC, Hedgeye, Wall Street Journal, El Español, A3 Media and 13TV. Tiene un certificado internacional de analista de inversiones CIIA y un máster en Investigación económica y el IESE.

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