Un libro reportaje sobre la creciente expansión china en países en desarrollo, con inversiones y construcción de infraestructuras.
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Lunes, 02 de diciembre 2024
Un libro reportaje sobre la creciente expansión china en países en desarrollo, con inversiones y construcción de infraestructuras.
Poderío económico y debilidad cultural
China sigue afianzando su fortaleza económica, con un aumento del PIB de un 9,2% en el último año, y una creciente inversión en otros países en desarrollo. A la vez, el poder es consciente de la debilidad de la cultura china frente a la influencia occidental, que transmite otros valores y fomenta la crítica. Pero por mucho que se abra a la economía de mercado, su gobierno sigue siendo el de un partido comunista con métodos de control típicamente leninistas.
Las empresas chinas, controladas por el partido, siguen expandiendo sus inversiones por países en desarrollo, en busca de materias primas
La creciente actividad de empresas chinas en países de África, Asia y Latinoamérica es lo que rastrea el libro La silenciosa conquista china (1), obra de los periodistas españoles Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo. El libro es al mismo tiempo un gran reportaje, con un recorrido por 25 países, y una obra de tesis que trata de mostrar el expansionismo económico de China por el planeta.
El magnífico trabajo es una certera demostración de que Deng Xiaoping ocultaba la verdad en 1974 cuando se dirigió a la Asamblea General de la ONU para afirmar que China no era una superpotencia, ni aspiraba a serlo nunca, y que no optaría por jugar a la tiranía en el mundo. El paso del tiempo ha demostrado que los comunistas chinos eran tan nacionalistas como los que más. De este libro, como de tantos otros que analizan la China actual, se desprende que los dirigentes chinos se ven como continuadores de la historia de su país, de los tiempos en que el Imperio del Centro ocupaba un lugar destacado en la escena mundial.
El papel de la diáspora
Sin embargo, los chinos no vienen como conquistadores arrogantes. Su táctica sigue siendo la de hacer frente a los asuntos con tranquilidad, presentar un perfil bajo que oculte sus capacidades para actuar en el momento oportuno. Son maestros en las técnicas del soft power, aunque al estilo de Sun Tzu, el gran estratega del siglo VI a. C., que en El arte de la guerra prefería las técnicas de combate indirectas a la lucha en campo abierto.
En poco más de dos décadas, las que han transcurrido desde la masacre de Tiananmen, China ha pasado de ser una pérfida dictadura a ser la potencia redentora de la economía mundial, sin que por ello haya cambiado la naturaleza de su régimen. En la configuración de China como gigante económico global han desempeñado además un papel decisivo, según reconocen los autores del libro, los emigrantes, los mingongs, un ejército pacífico y laborioso que se ha extendido por todas partes, que continúa con la tradición de una diáspora china que ya era muy numerosa en el siglo XIX.
Hay que reconocer la habilidad del régimen comunista chino al permitir a la población la libre salida del país para buscar fortuna. La prosperidad material acalla todas las críticas políticas, y es capaz de llevar a la gente a Birmania, Mozambique, Egipto, Venezuela, Costa Rica o Argentina, ejemplos de países que forman parte de una estrategia china a la búsqueda de mercados en lugares todavía resentidos con el colonialismo occidental.
Sin reproches sobre los derechos humanos
La estrategia del régimen chino es seguir explotando los sentimientos anticolonialistas como, por ejemplo, en las cumbres periódicas China-África. No importa que los chinos parezcan haber copiado los planteamientos de la Inglaterra liberal victoriana, que se nutría de materias primas en las colonias y les vendía, a su vez, productos manufacturados. La única diferencia es que no acompañan de momento esta estrategia con el poder militar. Su ventaja es que China no será criticada por unos países que ven en ella a un socio más benévolo que un Occidente que les puede hacer recriminaciones sobre el respeto de los derechos humanos.
China, al igual que otras potencias emergentes, siempre repite un discurso que suena bien entre los pueblos descolonizados: lo más importante es la soberanía nacional y la no interferencia en los asuntos internos. No es extraño que un alto funcionario chino comentara con los autores que el modelo occidental que promueve la democracia y los derechos humanos en terceros países puede considerarse periclitado. Crece, por tanto, la percepción de que China no se occidentalizará sino que, por el contrario, extenderá su modelo político y económico por el mundo.
Esta circunstancia se verá además favorecida por la debilidad de la sociedad civil en el gigante asiático y por la ausencia de un auténtico Estado de Derecho, que serían el necesario contrapeso a los desmanes del poder dentro y fuera de China. Los autores de esta obra creen que ninguna potencia servirá de contrapeso a China, y no será EE.UU. porque “nadie puede ser duro con su banquero”, en expresión de Hillary Clinton. La única excepción podría ser India, cuyas divergencias con el gigante chino se remontan más allá de la guerra de 1962, pero los chinos se apoyan en la alianza con Pakistán, un viejo enemigo cuyos militares no parecen ser ajenos al terrorismo endémico que suele azotar al otro coloso del sur de Asia.
La expansión económica china
Lo más apasionante del libro es la crónica detallada del viaje de los dos periodistas, no exento de riesgos para su seguridad física y salpicado de numerosas anécdotas y entrevistas, por el Asia Central ex soviética, India, Birmania, Sudán, Mozambique, Angola, Perú, Ecuador… En estos y otros lugares trabajan empresas chinas, que construyen infraestructuras a cambio de satisfacer sus voraces ansias de materias primas, se llamen oro, hierro, petróleo, jade o madera.
Pero esta no es sólo una crónica del éxito económico y empresarial; es además una cruda exposición del sufrimiento humano, de la explotación de los trabajadores, chinos o de otras nacionalidades, que inmolan sus vidas o su salud en el altar de los beneficios económicos. También resulta perjudicada la naturaleza con la tala indiscriminada de empresas chinas en los bosques de Siberia, del sureste asiático o del África subsahariana. ¿Y qué decir de los países de las cuencas sureñas de grandes ríos asiáticos, como el Mekong, que se ven perjudicados aguas abajo por la desenfrenada construcción de embalses que los chinos hacen río arriba? Se daña así el ecosistema y se alteran formas tradicionales de vida, con los consiguientes perjuicios sociales y económicos.
Si los países occidentales realizaran este tipo de prácticas, el peso de la opinión pública, y probablemente de algunos tribunales y foros internacionales, caería sobre ellos, mas esta medida no es aplicable a una China que sigue sin tener una sólida conciencia medioambiental, que le sería indispensable si realmente aspira a ser una potencia mundial.
Los autores denuncian además con fuerza que la corrupción es otro de los instrumentos más destacados en la silenciosa conquista china del planeta. La corrupción, que también está presente en el entramado socio-político de China, facilita mucho las cosas a unas élites que buscan salvaguardar sus intereses gracias al dinero chino, y desgraciadamente esto es una visión común a las élites de países democráticos como Costa Rica o Zambia, y de otros que no lo son como Birmania o Sudán.
Cardenal y Araújo dan a entender que la expansión económica de China por Asia, África y América Latina es el primer paso para otra expansión, que la crisis financiera puede contribuir a facilitar, y que llevará a los chinos a una mayor penetración en las economías occidentales. Está por escribir el libro en que se nos hable a fondo de esto, nada inverosímil en una época en que China se está convirtiendo en el gran banquero del planeta.
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Notas
(1) Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo. La silenciosa conquista china. Crítica. Barcelona (2011). 304 págs. 22,90 €.
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