Ni la fuerza de Israel ni el terrorismo de Hamas o Hizbulah acabaran con el viejo conflicto en una tierra en la que hay demasiada historia y muy poca geografía.
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Jueves, 05 de diciembre 2024
Ni la fuerza de Israel ni el terrorismo de Hamas o Hizbulah acabaran con el viejo conflicto en una tierra en la que hay demasiada historia y muy poca geografía.
Cuando Europa se encendió hace más de un siglo, se decía que la Gran Guerra iba a acabar con todas las guerras. Toda guerra ha pretendido, sin éxito, ser la última, pero con un argumento bélico no puede alcanzarse la paz, sino, a lo sumo, una tregua o un armisticio.
El Gobierno Netanyahu ha respondido desproporcionadamente a los asesinatos de más de mil israelíes en una desgraciada noche del 7 de octubre pasado. Israel es más poderoso, dispone de tecnología militar muy sofisticada y cuenta con los sistemas de inteligencia más elaborados del mundo. No ha perdido ninguna de las cinco guerras libradas desde la fundación del Estado en 1948.
Pero no ha conseguido la paz. Y no parece que la alcance en una tierra en la que hay demasiada historia y muy poca geografía. El dominio de la tierra es la causa principal de la mayoría de las guerras.
El factor demográfico es también determinante. El problema es que controlar un territorio como Gaza y Cisjordania, sin dar salida política a los habitantes que residen en ellos, no puede generar la convivencia.
Tras ganar espectacularmente la guerra de los Seis Días de 1967 había poco más de medio millón de palestinos en los territorios ocupados. Hoy son más de cinco millones, a los que hay que sumar los casi dos millones de árabes con nacionalidad israelí con representación política.
Las proyecciones demográficas indican que en pocos años habrá más árabes que judíos en las tierras bajo el control de Israel. Esta guerra que ahora abre un nuevo frente en el sur de Líbano para destruir Hizbulah no traerá la paz. Como tampoco se ha aniquilado el terrorismo de Hamas con las decenas de miles de muertos en Gaza. Ni el terrorismo de cuño palestino ni la fuerza de Israel resolverán un conflicto tan endémico.
Es interesante la versión novelada de La Ilíada de Homero que hace Alessandro Baricco. Dice que “reunió Ulises a los príncipes en asamblea. Y con aquella voz grave, de la que él solo era capaz, empezó a hablar: amigos, vosotros seguís confiando en vuestras armas y en vuestro coraje. Pero mientras tanto vamos envejeciendo aquí, sin gloria, en una guerra sin fin. Oídme: será con la inteligencia y no con la fuerza como conquistaremos Troya”. Cuando las armas hablan, la inteligencia duerme. Así ocurre en todas las guerras.
Publicado en La Vanguardia el 26 de septiembre de 2024
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