Política

Al ritmo de Alemania en la nueva Unión Europea

La ampliación de la UEse suponía que iba a ser maravillosa. Europa Central y Oriental iban a unirse a una feliz familia europea y a participar de sus riquezas y de su estabilidad política.


Sin duda, los burócratas que negociaron la expansión de la UE seguramente se
darán unos a otros golpes en la espalda cuando los 10 Estados entren
“oficialmente” a la UE. Pero no se puede negar que el entusiasmo inicial y el
ingenuo optimismo que acompañaron las negociaciones de ampliación en Europa
Central y Oriental se están desvaneciendo. No sólo los ciudadanos de los nuevos
países de la UE disfrutarán de un estatus de segunda clase en los mercados
laborales de la UE y expuestos a una competencia injusta por parte de los
sobre-subsidiados granjeros franceses, sino que también serán sujetos al
chantaje de su tradicional némesis: Alemania.

El sacrificio implicado en
el corazón de la ampliación de la UE era claro. Los CEEC´s ganarían acceso a los
mercados de la UE y, a cambio, adoptarían 97,000 páginas de reglas europeas y
regulaciones llamadas la “aqui communautaire”. Muchas de esas reglas eran
inapropiadas y absolutamente dañinas. La Comisión de la UE, por ejemplo, estimó
el costo para Europa Central y Oriental de cumplir sólo con las regulaciones
medioambientales en 120 mil millones de euros. Por el otro lado, a los CEEC´s se
les prometió ayuda financiera de la UE para que cubran el costo de la accesión.
Sin embargo, en el momento en el que los CEEC´s firmaron el tratado de accesión,
la UE estaba experimentando una recesión económica y tuvo que cortar el tamaño
de las transferencias financieras de occidente hacia oriente. En el presupuesto
de la UE propuesto para 2004, por ejemplo, los nuevos miembros sólo recibirán un
total de 1.800 millones de euros, muy poco para compensar el costo de accesión.


La mala noticia es que en tanto los CEEC´s sigan recibiendo ayuda
financiera de la UE, deberán marchar de acuerdo con los deseos de Alemania,
puesto que es el contribuyente alemán el que financia gran parte del gasto de la
Unión. Ese hecho se les pasó a los negociadores, pero no a un hábil e
inescrupuloso canciller alemán, Gerhard Schroeder, quien la semana pasada ató la
continuación de la ayuda al nivel de recaudación tributaria de los CEEC´s. De
nuevo, el sacrificio es simple. Luego de décadas de comunismo y la concomitante
devastación económica, muchos países de los que van a entrar a la UE siguen
sufriendo baja productividad y alta corrupción. Para compensar sus defectos,
algunos de los CEEC´s han decidido disminuir impuestos como una forma de mejorar
su clima de negocios. Eslovaquia, por ejemplo, introdujo un impuesto corporativo
y a la renta de 19%. Las inversiones comenzaron a llegar y muchas firmas
europeas, incluyendo las alemanas, están considerando irse para allá.


Eso no hace feliz a Gerhard Schroeder. En sus narices, la economía
alemana comenzó a detenerse y, el año pasado, se contrajo. Lo mismo sucedió con
la inversión privada, que se redujo en un 12.1% en los últimos tres años. La
mayoría de los analistas coinciden en que Alemania está plagada de profundos
problemas estructurales y de un sistema impositivo que acaba con los negocios.
Desgraciadamente, Schroeder no puede hacer mucho para cambiar eso porque
necesita de los ingresos por impuestos para pagar por un estado de bienestar
inflado, y los cortes en el bienestar son casi imposibles de llevar a cabo por
el tamaño y la fuerza de la oposición doméstica. Schroeder podría, claro,
demostrar liderazgo político y usar su mayoría parlamentaria para imponer
cambios en su país de la manera que Margaret Thatcher hizo en el Reino Unido. En
cambio, él ha decidido extender la enfermedad económica alemana a los países que
llegan a la UE.

De hecho, la UE en general y Schroeder en particular se
han causado ellos mismos la situación actual. En una UE rápidamente en
“armonización”, la política fiscal se ha convertido en el único medio efectivo
de competencia entre los estados miembros. Las políticas de reducción de
impuestos, que todavía son una prerrogativa nacional, le permiten a los estados
miembros compensar los crecientes costos de la legislación social europea y
“quitarse” los inversionistas entre ellos. Como el acuerdo sobre tributación
comunitaria no es probable que se dé pronto, Schroeder optó por extorsionar los
paraísos fiscales europeos, como Eslovaquia, al advertirles que los bajos
impuestos son incompatibles con unas transferencias financieras sostenidas desde
el occidente.

Como explicó: “En el futuro tenemos que discutir
críticamente el asunto [de bajos impuestos] con los nuevos miembros… Las
políticas fiscales de esos países no son suficientes para financiar el
desarrollo de infraestructura y entonces ellos [los CEEC´s] se concentran en
co-financiarse con Bruselas”.

En otras palabras, si los CEEC´s no
aumentan sus impuestos, no recibirán los fondos estructurales y de cohesión que
se les prometieron en el primer lugar. Con el absoluto cinismo de Schroeder a un
lado, los CEEC´s tienen que considerar seriamente sus políticas de desarrollo.
Existe una amplia evidencia que sugiere que un ambiente favorable a los negocios
y bajos impuestos son mejores para lograr crecimiento económico que la ayuda
financiera oficial. Entonces, si así son las cosas, los CEEC´s debiesen estar
dispuestos a perder toda la ayuda de la UE, concentrándose en mantener sus
impuestos bajos y en permanecer alertas- porque es seguro que los Schroeders de
este mundo buscarán nuevas formas para socavarlos.

Marian L. Tupy es
Director Adjunto del Proyecto sobre la Libertad Económica Global del Cato
Institute.

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