Política

Análisis del primer año de Néstor Kirchner en Argentina

Dice Néstor Kirchner: “Todavía estamos en el infierno”. Afirma Aníbal Fernández: “Argentina aún no es un país normal” A confesión de partes, relevo de pruebas…

Gabriela Pousa
De pronto pareciera como si ponernos de acuerdo fuese posible y no sólo
probable. Sin embargo, poder sostener la anormalidad vigente o situarnos lejos
de la panacea sigue siendo patrimonio de unos pocos. Una cosa es que lo diga el
Presidente o alguno de sus voceros y otra diferente es que se opine de afuera
(aún cuando no se atravesó la frontera) Y es que pese a tanta diatriba en contra
de las etiquetas, a Néstor Kirchner, mantener esta ignominia donde un día puede
serse de derecha y al otro de izquierda sin que medie más que una expresión
pasajera, le ha dado -a lo largo de un año de gestión- algunas “ventajas” para
afianzar su parcial percepción de la política.

En primer lugar, ha
logrado sumar voces que ya no tenían eco en Argentina y cuya disfonía las ha
silenciado definitivamente, en el mundo desarrollado. En segundo término, ha
logrado cierto respaldo para tomar distancia del Justicialismo porque en el
trance de estipular el punto cardinal dónde éste estaría ubicado, la confusión
es tal que es vano y hasta inútil detenerse a considerar si el PJ ha adoptado en
esta coyuntura, un tinte progresista, demócrata o tirano.

La chatura, la
mediocridad entendida como “igualdad” o victoria ante la discriminación por
parte del jefe de Estado se inmiscuye en todas las áreas de la vida nacional
anulando el discernimiento. Si Kirchner hubiese rechazado de plano la conducción
del peronismo estando éste organizado y claramente enmarcado en una doctrina
factible de ser transmitida (y eventualmente comprendida), la gobernabilidad hoy
no sería tema de debate sino recuerdo del pasado. No se trata de golpes ni
derribamientos arbitrarios, por el contrario, se trata de acercarnos a una
democracia más sólida o simplemente verdadera.

En ese aspecto, hay que
admitir que el primer Mandatario aprovechó con creces la desidia en materia
partidaria y la carencia de estructuras políticas capaces de jaquearle, sin
riesgo los atributos de mando.

Ya casi en los albores de la segunda mitad
del año, quienes comienzan a manifestar disgusto por la “administración” de
Néstor Kirchner y aquellos que, desde el vamos, supieron que el ex gobernador de
Santa Cruz no tenía herramientas para conducir un país quebrado no hallan un
referente político capaz de representarlos.

Es común la proliferación de
balances que surgen cuando se cumple un año de la asunción al gobierno. El
controvertido papel de los medios de comunicación y la creciente duda en materia
de libertad de expresión, permiten descreer de los aplausos para una gestión
que, en rigor de verdad, y pese a los 365 días que pasaron desde el protocolar
traspaso de los atributos de mando, no ha comenzado. ¿Qué hizo Néstor Carlos
Kirchner desde el 25 de Mayo de 2003 hasta la fecha? Poco, por no decir nada.
Puede hallarse una respuesta que no parta de una negativa si la pregunta fuese:
¿Qué deshizo Néstor Kirchner desde entonces y hasta hoy día? Todo, o al menos lo
intentó de manera tal que, lo que ha mantenido ciertos signos de supervivencia,
aparece en extremo debilitado como para abrigar la orfandad de quienes no se
sienten ni un ápice siquiera cercanos al maniqueo “estilo K” En este desorden de
cosas sin embargo, no debiera ser únicamente el Gobierno quién halle ventajas.
Si bien, a éste le facilitó llegar al año amortizando los golpes de las caídas,
a la oposición le legó un escenario óptimo para estructurar de una vez por
todas, una alternativa concreta y a su vez, operar como contralor de quienes
hoy, siguen deshaciendo la Nación sin límite, sin pausa pero con
prisa…

Resulta incómodo apelar a la “autocrítica” en tanto este término
ha sufrido igual suerte que muchos otros convertidos en eufemismos y
consecuentemente vaciados de contenido intrínseco. Podría decirse, sin tanto
riesgo, que la misma oportunidad que el Gobierno tuvo (y desperdició) para
generar políticas de Estado capaces de afianzar un proceso de cambio
estructural; la tuvo la oposición. Es posible que a ésta, aún le sea factible
redimir su inacción, a diferencia del Ejecutivo que parece haber quedado ya sin
chance de reivindicación, a juzgar por el énfasis y la reafirmación constante
que hace del desatino y del ridículo.

La génesis de microclimas en
Argentina se ha visto fortalecida en los últimos años por todo ese renacer de
oscurantismo y bohemia de los años setenta.

Admitiendo la necesidad de
sociabilidad, el individuo busca denodadamente ámbitos de referencia. Tal vez,
sea la misma naturaleza humana la que torna imprescindible, un hábitat donde
pueda dejarse de lado corazas y armaduras. Lo cierto es que hallar el espacio
adecuado se torna complicado. No es fácil administrar el instinto de
supervivencia que el hombre fabrica, consciente o inconscientemente, ante la
hostilidad de la prédica reivindicadora de “derechos” para victimarios que el
marketing setentista ha instaurado usurpando el lugar de las víctimas. ÉL Y SUS
CIRCUNSTANCIAS…

Por estas circunstancias, y otras tantas, es dable
reconocer que hay un importante espacio para la acción todavía desperdiciado,
donde puede instrumentarse una oposición razonable capaz de convertirse en el
refugio de todos esos individuos cercenados por los “muertos vivos” del
kirchnerismo. Al margen de los motivos meramente sociológicos, sintetizados en
el párrafo anterior, hay una segunda ventaja para que las vertientes
desconformes con la política ideológica o mejor dicho con la ideología sin
política del Gobierno, logren su cometido.

En ese sentido, el poder de
turno parece estar haciendo más a favor de la manutención de ese espacio que las
voces disidentes. Y es que Kirchner ha hecho todo para deshacerse incluso a sí
mismo. Quién sentara en el sillón de Rivadavia al santacruceño, no fue sino el
Partido Justicialista al cuál paradójicamente, hoy, éste jaquea. Es válido en
este contexto rescatar a Oscar Wilde sosteniendo que los discípulos son la mejor
biografía del maestro, aun cuando es siempre Judas quién firma debajo…


Mientras los necesarios “jóvenes del peronismo”, posteriormente
devenidos en “imberbes inútiles”, desarchivan etiquetas ya vencidas y
anacrónicas sin asimilar la caída del Muro de Berlín siquiera, el escenario que
dejan, no está siendo aprovechado.

Hoy, habla Elisa Carrió y gran parte
de esa “derecha” se asombra al coincidir con lineamientos que la titular del ARI
plantea. ¿Por qué sucede esto? Porque no hay otra voz que resuma lo que pasa en
ese otro lado… La ausencia injustificada de una oposición condena prácticamente
a una complicidad para con el Gobierno actual. No es dable excusarse en censuras
o persecuciones cuando el escenario mismo muestra que hay lugar, hay espacio. Si
no es el más razonable, será el más hábil quién se embandere como alternativa y
podemos caer en el engaño de tomar como opción “más de lo mismo”, burdamente
maquillado.

Si es Ricardo López Murphy, si es Mauricio Macri o bien
Patricia Bullrich no debiera revestir tanta trascendencia… Mientras queda
definido el “quién” puede ir abriéndose paso el “cómo” y el “hacia adónde” ir.
Quién dirija, finalmente, será un reflejo de aquello razón por la cuál, el
nombre ahora es lo de menos…

El fenómeno Blumberg, sin ir más lejos, se
explica de alguna manera en la carencia de alternativas. Ciertamente, fue
necesaria su presencia y su circunstancia pero la gente que respondió a sus
reclamos, lo hizo más allá de quién fuera. Es decir si se hubiese llamado Juan
Pérez o José Fernández no habría cambiado sustancialmente la reacción de la
ciudadanía.

El último dislate del gobierno, sin ir más lejos, fue el
nombramiento de un jefe para la “Policía Comunal” que aún brilla por su
ausencia. Tenemos una cabeza sin cuerpo… Magnífico. Ahora bien, ¿quién puede
explicar con cierta lógica la utilidad de ésta? Imposible armar el rompecabezas.
Por eso, y para evitar caer en lo mismo, sería bueno que se comience a unir las
partes del todo, aún cuando las primeras que encastren sean las más pequeñas. En
una de esas, a pesar de la acefalía directiva se consigue que los pies surjan
como base firme y sustentable para erigir luego, el resto de la figura. Una vez
completa, la cabeza quedará definida por el conjunto más que por descarte
arbitrario o prédicas que tanto se han devaluado en el plano de la política. Es
la suma de partes lo que permite el todo y no viceversa… En el aniversario de la
asunción de Kirchner quizá sea más productivo detenerse a contemplar los
agujeros y espacios vacíos, que contabilizar sus errores y perderse en las
quejas. En ese aspecto además, convengamos que Raúl Castells y sus hordas
piqueteras -con todas las alternancias de letras o siglas- no admiten
competencia… Hasta es extraño que no se les ocurriera escarchar alguna firma
española o la misma Embajada de la Madre Patria, el pasado sábado 22 de Mayo, en
repudio de la Boda Real puesto que siempre están dispuestos para mancomunarse en
contra, más allá de su incumbencia… Claro, que a diferencia de lo que ocurre con
lo que Kirchner se empeña en llamar la “derecha”, este séquito piquetero y
muchos otros grupos reivindicatorios de la violencia montonera, tienden a sumar
antes que quedar diezmados en la noche de los tiempos debatiendo quién lleva la
batuta y quién las partituras.

Más allá de quién dirija, la orquesta
está. Desafinan, es cierto, pero poseen al menos los músicos y los instrumentos.
Después podrán o no articular la melodía. Pero ese es otro cantar…

La
pregunta final, en este caso, apunta a desentrañar: ¿De qué sirve que la
“derecha” -o como prefiera llamársele- tenga dueño para la batuta si no hay
músicos e instrumentos dispuestos a armonizar y ofrecer un espectáculo distinto
a aquel que brindan las huestes insurrectas…? Amén de todo esto, ya decía el
Martín Fierro: “mientras ellos pelean, los devoran los de afuera” Hay balances
de sobra sobre qué hizo (o qué deshizo) en los últimos 12 meses el Presidente.
No lo hay, sin embargo, de la otra vereda. Eso lleva a preguntarse si no es
mejor construir alternativas, en vez de quedarse en el mero reclamo o en la
simple queja…

GABRIELA POUSA (*) Lic. en Comunicación Social/Periodismo
(Universidad del Salvador) Master en Economía y Cs. Políticas (ESEADE) Estudios
en Sociología del Poder (Oxford) Autora del libro “La Opinión Pública: el nuevo
Factor de Poder”. Se desempeña como Analista Política independiente. Prohibida
su reproducción en forma total o parcial sin mención de la fuente.

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