En un momento en el que el 60% de los estadounidenses piensan que Estados Unidos debe dedicar menos atención a las crisis internacionales, y en que la popularidad del presidente va por el 40%, la administración podría tener dificultades a la hora de reunir apoyos a su actual política en Irak.
Está siendo un año trágicamente espectacular para el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), que se ha hecho con el control de numerosos municipios de Irak y Siria, se ha apropiado de recursos energéticos, tiene en el punto de mira a las minorías religiosas, ha desatado incursiones criminales contra quienes no suscriben sus principios y ha declarado un califato.
No es por tanto motivo de sorpresa que Estados Unidos haya acelerado sus ventas de equipo militar a Irak en los ocho últimos meses. Durante su intervención el 28 mayo en West Point, el Presidente Obama anunció la creación del llamado Counterterrorism Partnership Fund para plasmar un mayor compromiso a la hora de ayudar al gobierno iraquí a combatir el terrorismo. Al mes siguiente, la administración anunció que varios cientos de efectivos militares norteamericanos serían destacados en Irak para asesorar a los cuerpos de seguridad, proteger al personal estadounidense y valorar las necesidades en materia de seguridad e Inteligencia y los resultados del ejército iraquí.
A pesar de los reiterados anuncios por parte de la administración de que Estados Unidos no volvería a Irak en una instancia militar, el Presidente Obama situaba a Estados Unidos en la vía a una mayor implicación el 7 de agosto. Muchos estadounidenses apoyan la misión humanitaria del presidente para salvar a los agotados yazidíes de ser perseguidos por el Estado Islámico. Puede que también apoyen su decisión de llevar a cabo ataques aéreos si el Estado Islámico de Irak y Siria avanza hacia Irbil, capital regional del Irak kurdo donde hay asesores militares estadounidenses destacados.
¿Pero bastarán los limitados ataques aéreos para decapitar al ISIS?
En un momento en el que el 60% de los estadounidenses piensan que Estados Unidos debe dedicar menos atención a las crisis internacionales, y en que la popularidad del presidente va por el 40%, la administración podría tener dificultades a la hora de reunir apoyos a su actual política en Irak.
La Casa Blanca tendría difícil materializar un apoyo nacional generalizado si amplía su campaña de bombardeos frente a un tenaz Estado Islámico. Todavía no habían lanzado proyectiles guiados por láser los cazas estadounidenses a las afueras de Irbil el 8 de agosto y ya se debatían objetivos adicionales. Tales intervenciones serán problemáticas, porque son maniobras tácticas carentes de valor estratégico.
La Memoria Cuadrienal de la Defensa 2014 presta escasa atención a la creciente insurgencia de Irak y al potencial del país para convertirse en un campo de batalla en el que Estados Unidos habrá de meterse. La realidad no pasó desapercibida en la respuesta bipartidista al documento estratégico que elabora el Departamento de Defensa: "Las capacidades e instancias invocadas acertadamente en la Memoria de la Defensa 2014… claramente desbordan los recursos presupuestarios facilitados" al Departamento de Defensa.
No disponer de los presupuestos ni las políticas idóneas en vigor a la hora de combatir a una insurgencia en Irak o los levantamientos comparables de África y Oriente Próximo tendrá consecuencias importantes para nuestros esfuerzos militares. Las guerras sin estrategia ni recursos las carga el diablo.
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