// CARTAS AL DIRECTOR

Destruir las Cruces

Desde hace un cierto tiempo, ¿meses, años?, estamos asistiendo en nuestro país a un fenómeno que no deja de llamar la atención: la obsesión de algunos alcaldes por derribar Cruces que han estado erguidas en algún lugar de las calles de su pueblo, desde hace más de 20, 30, 50, 100 años. Cruces, todas, sin Crucificado. La Cruz es un recuerdo de un hecho histórico, la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y de su Resurrección. En un cierto sentido, el recuerdo de la muerte redentora del pecado de los hombres; y a la vez, vencida la muerte, el anuncio de la Vida Eterna. Aunque un buen número de esos alcaldes quieren derribar y destrozar las cruces con el pretexto de que son recuerdo de la guerra civil; la razón no parece muy seria. Marcar con un sentido político la Cruz de Cristo, a estas alturas, carece de toda razón, no es más que un banal prejuicio ideológico. El querer tirar al suelo esas cruces, manifiesta de entrada, que la presencia de la Cruz no deja indiferente ni siquiera al más empedernido enemigo de Cristo. Y es interesante constatar que tampoco deja indiferentes a muchos que, sin llegar a llamarse ateos, se declaran agnósticos e indiferentes a la religión. De alguna manera, y por caminos muy personales, la Cruz puede despertar en el espíritu de algunas personas la conciencia del Pecado. “A Ese también lo hemos matado nosotros. Que no me moleste más este recuerdo: quitémosla de en medio”, puede pensar. E inmediatamente añadir: voy a destrozar la cruz, y así ya no me acuerdo más de mis pecados. Repiten en su interior, y de alguna manera, las escenas del Calvario. Gente semejante, gritaban al Crucificado: “Si eres hijo de Dios, bájate de la cruz y creeremos en ti”.

Jesús Martínez Madrid

Mayores pero no borregos

Acaso haya generaciones que no estén tan ayunas de conocimientos y destrezas (como ahora se dice) y su mentalidad y su experiencia les lleven a no aceptar una serie de premisas que se dan por ineluctables, lo que en ningún caso habla de su incapacidad para manejar un ordenador, un cajero automático, una tableta o las múltiples variantes de un móvil, operaciones que puede hacer un niño de pocos años y por supuesto cualquier analfabeto, funcional o no. Está de moda la discusión sobre la capacidad digital de los mayores y las protestas desatadas por la desaparición de sucursales bancarias, oficinas de correos, centros de salud y otros muchos servicios que van siendo sustituidos por una atención despersonalizada y en manos de las nuevas tecnologías y de las redes sociales. Hay opiniones que defienden las reivindicaciones de quienes se sienten abandonados y hasta quienes, “misericordes” ellos, y “comprensivos” con esas supuestas carencias, abogan por una especie de “últimos auxilios” y hasta por una pedagogía adaptada a los conocimientos de los “pobres” mayores. Lo que no parece plantearse en muchos ámbitos es la posibilidad de que esas generaciones no estén tan ayunas de conocimientos y destrezas.

JD Mez Madrid

Un completísimo informe

Por mucho que algunas terminales mediáticas quieran hacer de este asunto, los abusos sexuales hacia la infancia, una causa general contra la Iglesia, que ni siquiera aparece mencionada en el Informe de la organización Save the Children, estamos, en efecto, ante una auténtica lacra social. Como se ha reconocido tantas veces, esto no resta un ápice de gravedad a cada caso que se haya producido en el seno de la Iglesia, pero sitúa, con verdad, el drama en su adecuado contexto. La clave está en la prevención y, cuando por desgracia, se llega tarde, lo decisivo es proteger bien al menor. La respuesta más eficiente y acorde con los derechos de la infancia y de la adolescencia que sufre violencia debe ser integral. Un buen diagnóstico, que parta de situar adecuadamente el enorme problema que tenemos delante, es imprescindible si, fuera de toda demagogia y sectarismo ideológico, lo que pretendemos como sociedad es acabar con la lacra de los abusos.

Jesús Martínez Madrid

Desconfiar del Congreso

Antes de que se produjera el sainete en el Congreso en la primera semana de febrero con la aprobación de la reforma laboral, los españoles ya teníamos una notable desconfianza hacia la clase política. Hace un año, según el Eurobarómetro, un 90% de los españoles desconfiaban de los partidos políticos, y un 70% del Gobierno y del Congreso. El Congreso es la sede de la soberanía donde estamos representados todos los españoles. Desconfiar del Congreso es, en el fondo, desconfiar de la democracia. Esa desconfianza recorre como un fantasma todo el mundo occidental.

Jesús D Mez Madrid

Todo muy moderno

En esta España democrática, progresista y moderna, se persiguen con saña solamente los delitos de unos delincuentes y no las mismas aberraciones en otros malhechores igualmente canallas. Y debe de ser porque los curas y las monjas en las mentes de estos retrógrados de la justicia, además de ver en curas y monjas quienes envenenan las fuentes, descubren también a quienes queman herejes, persiguen a supuestas brujas, torturan a los indios de las tierras que conquistan y roban en los confesionarios las herencias de viejecitos abducidos por las sotanas. Todo muy moderno, muy del S.XXI, muy en defensa de las víctimas, pero oliendo a podrido, a rancio y a sectario.

Domingo Martínez Madrid

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