La cultura del trabajo en los cinco continentes
Como en tantos aspectos de la vida, la pandemia ha acentuado tendencias que se venían observando en la evolución social. Así, en la visión de la gente joven ante el empleo. Ciertamente, en determinados países se acusan más dificultades que en otros para conseguir un trabajo. Pero no a cualquier precio, ni con las condiciones más o menos tradicionales. Y no afecta sólo a los hijos de familias acomodadas, porque en muchos lugares han ido creciendo las prestaciones sociales del tipo renta básica universal o renta mínima solidaria. En el actual panorama laboral advierto dos posibles tendencias bastante acusadas. La primera es la desaparición de la conciencia de clase, si es que existió realmente o fue una de las ilusiones creadas por el marxismo desde el siglo XIX. Puede ser una de las principales causas de la desorientación del movimiento sindical y, sobre todo, de los partidos socialistas o laboristas. Explicaría también el auge del voto obrero favorable a populismos, como en Francia el Frente Nacional (ahora Rassemblement). La segunda es el comienzo del rechazo del trabajo como fin en sí mismo, y no como medio para obtener fines, muy distintos según la mentalidad y los intereses de cada persona. Lleva consigo la progresiva dignificación social de la formación profesional, entendida no como alternativa vergonzante a la enseñanza universitaria, sino como recurso para adquirir y mejorar habilidades al servicio de proyectos personales tal vez difusos, pero reales. A la vez, resulta inseparable de la crítica a los horarios laborales excesivos, especialmente de los más jóvenes, como requisito indispensable para la promoción personal, y para evitar cualquier aire de explotación humana.