// CARTAS AL DIRECTOR

La cultura del trabajo en los cinco continentes

Como en tantos aspectos de la vida, la pandemia ha acentuado tendencias que se venían observando en la evolución social. Así, en la visión de la gente joven ante el empleo. Ciertamente, en determinados países se acusan más dificultades que en otros para conseguir un trabajo. Pero no a cualquier precio, ni con las condiciones más o menos tradicionales. Y no afecta sólo a los hijos de familias acomodadas, porque en muchos lugares han ido creciendo las prestaciones sociales del tipo renta básica universal o renta mínima solidaria. En el actual panorama laboral advierto dos posibles tendencias bastante acusadas. La primera es la desaparición de la conciencia de clase, si es que existió realmente o fue una de las ilusiones creadas por el marxismo desde el siglo XIX. Puede ser una de las principales causas de la desorientación del movimiento sindical y, sobre todo, de los partidos socialistas o laboristas. Explicaría también el auge del voto obrero favorable a populismos, como en Francia el Frente Nacional (ahora Rassemblement). La segunda es el comienzo del rechazo del trabajo como fin en sí mismo, y no como medio para obtener fines, muy distintos según la mentalidad y los intereses de cada persona. Lleva consigo la progresiva dignificación social de la formación profesional, entendida no como alternativa vergonzante a la enseñanza universitaria, sino como recurso para adquirir y mejorar habilidades al servicio de proyectos personales tal vez difusos, pero reales. A la vez, resulta inseparable de la crítica a los horarios laborales excesivos, especialmente de los más jóvenes, como requisito indispensable para la promoción personal, y para evitar cualquier aire de explotación humana.

Domingo Martínez Madrid

El ajetreo

Cada vez se habla más de la ‘cultura del ajetreo’ que consiste en fatigarse yendo y viniendo de aquí para allá sin encontrar ningún motivo sólido para hacerlo. Lo que se decía que ‘nunca hemos corrido tan deprisa hacia ninguna parte’. Es muy cansado moverse mucho y lo hemos visto recientemente con la votación de la reforma laboral. Y eso que se ha quedado en reforma, sin llegar a la derogación que es lo que pretendía el Gobierno, hasta que los plazos de Bruselas obligaron a un apaño, no fuera a ser que nos quedáramos sin el maná de las subvenciones europeas por no llegar a tiempo con una legislación laboral sensata. Lo mismo pasa con el festival de Benidorm, que ha pasado a ser el tema recurrente de todos y todas, como si tuviera alguna importancia que nos representara en el festival de Eurovisión una canción u otra, cuando sabemos que, desde el ‘La,la la’, no hemos acertado con la canción adecuada y nunca ha sido ni siquiera un asunto como para rasgarse las vestiduras.

José Morales Martín

Destruir las Cruces

Desde hace un cierto tiempo, ¿meses, años?, estamos asistiendo en nuestro país a un fenómeno que no deja de llamar la atención: la obsesión de algunos alcaldes por derribar Cruces que han estado erguidas en algún lugar de las calles de su pueblo, desde hace más de 20, 30, 50, 100 años. Cruces, todas, sin Crucificado. La Cruz es un recuerdo de un hecho histórico, la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y de su Resurrección. En un cierto sentido, el recuerdo de la muerte redentora del pecado de los hombres; y a la vez, vencida la muerte, el anuncio de la Vida Eterna. Aunque un buen número de esos alcaldes quieren derribar y destrozar las cruces con el pretexto de que son recuerdo de la guerra civil; la razón no parece muy seria. Marcar con un sentido político la Cruz de Cristo, a estas alturas, carece de toda razón, no es más que un banal prejuicio ideológico. El querer tirar al suelo esas cruces, manifiesta de entrada, que la presencia de la Cruz no deja indiferente ni siquiera al más empedernido enemigo de Cristo. Y es interesante constatar que tampoco deja indiferentes a muchos que, sin llegar a llamarse ateos, se declaran agnósticos e indiferentes a la religión. De alguna manera, y por caminos muy personales, la Cruz puede despertar en el espíritu de algunas personas la conciencia del Pecado. “A Ese también lo hemos matado nosotros. Que no me moleste más este recuerdo: quitémosla de en medio”, puede pensar. E inmediatamente añadir: voy a destrozar la cruz, y así ya no me acuerdo más de mis pecados. Repiten en su interior, y de alguna manera, las escenas del Calvario. Gente semejante, gritaban al Crucificado: “Si eres hijo de Dios, bájate de la cruz y creeremos en ti”.

Jesús Martínez Madrid

Mayores pero no borregos

Acaso haya generaciones que no estén tan ayunas de conocimientos y destrezas (como ahora se dice) y su mentalidad y su experiencia les lleven a no aceptar una serie de premisas que se dan por ineluctables, lo que en ningún caso habla de su incapacidad para manejar un ordenador, un cajero automático, una tableta o las múltiples variantes de un móvil, operaciones que puede hacer un niño de pocos años y por supuesto cualquier analfabeto, funcional o no. Está de moda la discusión sobre la capacidad digital de los mayores y las protestas desatadas por la desaparición de sucursales bancarias, oficinas de correos, centros de salud y otros muchos servicios que van siendo sustituidos por una atención despersonalizada y en manos de las nuevas tecnologías y de las redes sociales. Hay opiniones que defienden las reivindicaciones de quienes se sienten abandonados y hasta quienes, “misericordes” ellos, y “comprensivos” con esas supuestas carencias, abogan por una especie de “últimos auxilios” y hasta por una pedagogía adaptada a los conocimientos de los “pobres” mayores. Lo que no parece plantearse en muchos ámbitos es la posibilidad de que esas generaciones no estén tan ayunas de conocimientos y destrezas.

JD Mez Madrid

Un completísimo informe

Por mucho que algunas terminales mediáticas quieran hacer de este asunto, los abusos sexuales hacia la infancia, una causa general contra la Iglesia, que ni siquiera aparece mencionada en el Informe de la organización Save the Children, estamos, en efecto, ante una auténtica lacra social. Como se ha reconocido tantas veces, esto no resta un ápice de gravedad a cada caso que se haya producido en el seno de la Iglesia, pero sitúa, con verdad, el drama en su adecuado contexto. La clave está en la prevención y, cuando por desgracia, se llega tarde, lo decisivo es proteger bien al menor. La respuesta más eficiente y acorde con los derechos de la infancia y de la adolescencia que sufre violencia debe ser integral. Un buen diagnóstico, que parta de situar adecuadamente el enorme problema que tenemos delante, es imprescindible si, fuera de toda demagogia y sectarismo ideológico, lo que pretendemos como sociedad es acabar con la lacra de los abusos.

Jesús Martínez Madrid

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