// CARTAS AL DIRECTOR

Después de que, lógicamente, las cifras bajaran a causa de la pandemia, este año los peregrinos han vuelto a recorrer el Camino de Santiago de forma masiva. Según los datos ofrecidos por la Oficina del Peregrino compostelana, aún en una situación repleta de restricciones sanitarias, han sido más de 77.000 personas las que durante este año han peregrinado hasta la tumba del apóstol. El acierto de prolongar el año santo, también durante 2022, hará que, a buen seguro, esta cifra aumente más todavía durante los próximos meses.

La importancia del Camino de Santiago en la vertebración de Europa es una realidad y los frutos que el Camino ha dado a lo largo de la historia son evidentes. Allí, en Santiago de Compostela, san Juan Pablo II invitó a Europa a ser ella misma. Allí, Benedicto XVI, también como peregrino, la invitó a abrirse a Dios y a salir a su encuentro sin miedo. Y, sobre esa misma idea, Francisco nos confesó, al hablar de un posible viaje a Santiago, su preocupación por la unidad de Europa, de la misma manera que durante su viaje a Hungría y Eslovaquia, incidía en la necesidad de que Europa no deje secar sus raíces cristianas.

Domingo Martínez Madrid

Las estadísticas de la OCDE nos dicen que casi uno de cuatro jóvenes en España ni estudia ni trabaja. El porcentaje de ninis fue en 2020 del 22 por ciento, una cifra solo superada por Italia, Ninis voluntarios, jóvenes que no quieran ni trabajar ni estudiar tenemos pocos. La mayoría lo son por dos causas: por el funcionamiento de nuestro mercado laboral y por la falta de formación. Las dos cosas están muy relacionadas.

En España tenemos un alto fracaso escolar y es habitual que cuando los jóvenes terminan sus estudios dejan de formarse. En un mundo como el que estamos viviendo no sirve la mucha o poca formación que se obtenga en el colegio o en la universidad. No tenemos un sistema educativo que garantice buena formación y nos falta la mentalidad necesaria para reciclarnos.

Pedro García

Las recomendaciones de la Comisión Europea sobre la necesidad de que los Estados miembros de la Unión mantengan vivos los sistemas de equilibro y división entre los poderes del Estado Democrático y Derecho no son fruto de las filias o las fobias nacionales. Se trata, pienso, de un principio clave para el buen funcionamiento de las democracias que, a veces, se olvidan en aras de intereses particulares, parece el caso de gobierno español. El Gobierno de España ha recibido ya una llamada de atención de la Comisión Europea. A esta se suma la reciente recomendación del Consejo de Europa, que no es un órgano de la Unión, pero sí un órgano internacional cuya razón de ser es la defensa de los derechos humanos, especialmente civiles y políticos. ¿Habrá finalmente renovación justa del Poder Judicial?

Jesús Martínez Madrid

Ante las noticias que, algunas solapadamente, van apareciendo sobre los precios de los productos de uso diario, la situación empieza a parecer una pescadilla que se muerde la cola. Si el paro sube, hay menos gente que compra y, si la cosa fluctúa, hay más gente que se guarda el dinero para más adelante, no gasta, consume con menos alegría, y lo notan los comercios, las empresas y los bares. Esa indecisión revela la falta de confianza de unos con otros, posiblemente la mayor enfermedad social de cara al futuro.

Se ha ralentizado la idea de que podríamos salir adelante con alguna facilidad. Acaba el crecimiento exorbitado de la pandemia, pero no se refleja en las cuentas de cada uno, con la electricidad galopante y los problemas estructurales que nos afligen, con un paro desorbitado y pocas ganas de contratar gente nueva. Somos tal vez el país con más ninis de Europa, gente joven que ni estudia, ni trabaja.

No siempre ha sido así, ni tiene por qué ralentizarse. Otros han sabido resolver situaciones parecidas, básicamente, contando con una mayor confianza de todos para tomar las medidas oportunas, confianza y unidad que ha de empezar por los miembros del Gobierno. Vamos palante.

Jesús D Mez Madrid

Cuando Occidente pecó de candidez y abrió con alfombra roja las puertas de la OMC a China, el presidente Obama hizo un primer intento de contrarrestar la influencia económica china en Asia. Donald Trump echó abajo esa iniciativa, pero endureció el discurso. Con formas algo más diplomáticas, Joe Biden ha dado pasos decisivos en la contención militar en el Pacífico, reforzando alianzas regionales, a la vez que sigue la línea de Trump de considerar a China un competidor hostil en tecnología. No hay otra vía.

Sin una determinación clara, Beijing no tomará nunca en serio a los norteamericanos, y así y todo no va a perder ocasión de poner a prueba su determinación. Pero a la vez China representa casi ya el 20 del PIB mundial, y es un socio imprescindible frente a retos como el cambio climático. No será fácil, en otras palabras, encontrar el punto de equilibrio, pero no queda más remedio que buscarlo y a ser posible encontrarlo.

Juan García

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