Economía y Sociedad, Oriente Próximo

El sobrecogedor balance de Siria

Elaborar la serie del número de muertos es una labor dantesca en medio de un país lacerado y reducido a escombros. Las Naciones Unidas anunciaron en enero que suspendían el recuento de muertos, manifestando la incapacidad para recoger las cifras con precisión a causa del caos bélico.

A diario llega, puntual y doloroso, el parte de muertos desde Siria: 141 muertos, 201 muertos, 152 muertos, 81 muertos (jornada afortunada esta última). Pero en algún punto del camino dejamos de prestar atención. Quizá sea porque ha dejado de estar claro quién aprieta el gatillo; quién pierde la vida y quién permanece en libertad o secuestrado por otro batallón pro-régimen o grupo yihadista criminal de más reciente creación.
 
El mundo se cansa de esta guerra, y los sirios parecen cansarse de combatir. La pasada fue una semana relativamente "tranquila", según el recuento del Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Diecinueve civiles, 11 menores y dos mujeres incluidos, perdieron la vida a consecuencia de los bombardeos aéreos sobre Om al-Amad. Un menor perdió la vida a consecuencia del fuego de un francotirador en la zona de Jam´iaj al-Zajraa, y una mujer en al-Wafdín. Otro menor perdió la vida a consecuencia de un mortero que cayó en el campamento de al-Neirab, y dos niños y una mujer fallecieron a consecuencia de los bombardeos de Során que efectúa el régimen. Una docena de tragedias de esta naturaleza se suman al ritmo semanal de muertos por debajo de la treintena — "parte decente" en Siria.
 
El recuento de abril, por tercer año de la serie del levantamiento sirio, fue mucho más sangriento. Fíjese en la última semana de abril: Un proyectil del gobierno sirio alcanzó la escuela Ein Jalout al este de Aleppo, según Al Yasira, matando a 19 personas por lo menos, incluyendo 10 menores. Esto sucedió mientras profesores y alumnos preparaban una exposición de dibujos infantiles retrato de la Siria en guerra. La víspera, el grupo al Nusra reivindicaba la autoría de los dos atentados con coche bomba que mataron al menos a 79 personas en Homs. Otros 21 efectivos del Cuerpo de Defensa Nacional, financiado por el Estado y controlado por alauitas, murieron en otros combates.
 
Durante la semana anterior, Tarek Grair, de 15 años de edad, perdió la vida cuando un mortero caía en las inmediaciones del estadio de fútbol de Homs. Nueve personas habrían perdido la vida en la deflagración. Tarek era un prometedor futbolista de la cantera, y por esa razón la Asociación Siria de Fútbol difundió su pésame. En cuanto al resto, parece que nadie ha tenido tiempo para recabar sus nombres.
 
Luego está Frans van der Lugt, un sacerdote holandés convertido en figura conocida en la ciudad vieja de Homs por su insistencia en permanecer con "sus fieles" dentro del asediado municipio. Se trataba, según la BBC, del último europeo que permanecería en el interior de la ciudad vieja, donde había oficiado y vivido los últimos 50 años y donde acogía a personas de toda confesión. Fue abatido por un desconocido justo antes de finalizar el sitio.
 
Elaborar la serie del número de muertos es una labor dantesca en medio de un país lacerado y reducido a escombros. Las Naciones Unidas anunciaron en enero que suspendían el recuento de muertos, manifestando la incapacidad para recoger las cifras con precisión a causa del caos bélico. Otros, como el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, siguen intentándolo. Y luego están las familias de los fallecidos o desaparecidos, que se marcharon sin hogar, algún brazo o algún ojo esperando dejar atrás los recuerdos por lo menos. Pero las cifras siguen siendo esquivas, y no queda la energía suficiente para recabar y actualizar el recuento cotidiano de la casquería.
 
Hay pruebas de más de 150.000 muertos en Siria. Esto significa que dentro de una enorme base de datos de la forma en la que ha desaparecido ese estilo de vida concreto existe una ficha, un nombre, una fotografía y en ocasiones hasta un epitafio. Pero los que elaboran el recuento, en el Observatorio radicado en el Reino Unido, están convencidos de que la cifra real rondaría los 220.000 muertos.
 
Cuando comenzó la revolución en el año 2011, había aproximadamente 22 millones de habitantes en Siria. Desde entonces, unos cinco millones se han marchado y una cifra parecida se quedó y permanece sin hogar y siguen desplazados dentro del asediado país. El informe más reciente del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados habla de más de nueve millones de sirios desplazados como consecuencia del conflicto. Uno de cada cuatro habitantes del Líbano es hoy sirio. Uno de cada cinco jordanos es también sirio, mujeres y niños en su mayor parte dado que los hombres se quedan atrás para combatir o ser enterrados.
 
Las refugiadas son las que peor lo pasan de todos. Muchas huyeron de la horrible guerra sólo para ser violadas por el camino. "El conflicto de Siria está cada vez más marcado por la violación y la violencia sexual como armas de guerra", decía el pasado febrero en Ginebra Erika Feller, alto funcionario de la ONU. Zein, que enviudó hace poco en un campamento de refugiados libanés, denunciaba este mes a Associated Press que no tiene dinero suficiente para sobornar a quienes reparten de forma desinteresada en teoría la ayuda de las Naciones Unidas.
 
Esta situación desesperada está obligando a algunos padres sirios a casar a sus hijas menores de edad. Dominique Hyde, representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia en Jordania, dice que algunas menores refugiadas contraen matrimonio nada más cumplir los 12 ó 13 años de edad a cambio de unos 1.000 dólares. Se habla de miles de casos así.
 
Hay muchas historias detrás de las cifras, y muy pocas de ellas se cuentan. La catástrofe siria no va a terminar sola, y el mundo tiene que despertar antes de que no quede nada.
 

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