Oriente Próximo

El terrorismo en Irak y los voluntarios jihadistas

Durante meses, un debate entre bambalinas raramente mencionado ha resonado en Occidente, acerca de los orígenes de los “combatientes extranjeros” que atacan a las fuerzas norteamericanas, a las de la coalición y a las fuerzas locales anti-jihadistas en Irak.

 Algunos, incluyendo a disidentes saudíes como Alí al-Ahmed, del Instituto Saudí, y a mi mismo, sospechábamos del peligroso vecino meridional de Irak, el reino de Arabia Saudí, como principal fuente.

 

Nuestras pruebas a menudo parecían pocas. Citamos los repetidos llamamientos de centenares de clérigos saudíes a que los voluntarios fueran al norte de la frontera sin vigilancia a matarse a sí mismos y a otros. Hicimos circular traducciones y fotografías de los "mártires saudíes" cuyas biografías aparecían en la prensa del reino y en páginas web.

 

Pero la opacidad oficial se mantuvo en Occidente. En los principales medios e instancias de los gobiernos, los asesinos jihadistas nunca eran identificados, más allá de destacar que eran extranjeros.

 

Hoy tenemos pruebas reales, y el veredicto señala aún a la frontera iraquí.

 

El Centro de Investigación Global en Temas Internacionales de Israel, una institución fiable de alta reputación, ha publicado un documento titulado "Voluntarios árabes fallecidos en Irak: un análisis", disponible en e-prism.org. Firmado por el Dr. Reuven Paz, el informe analiza los orígenes de 154 jihadistas árabes fallecidos en Irak en los últimos seis meses, cuyos nombres se habían colocado en páginas web islamistas.

 

La muestra no recoge todos los jihadistas de Irak, pero proporciona un perfil de ellos útil y revelador. De Arabia Saudí  hay 94 jihadistas, o el 61 por ciento de la muestra, seguida de Siria con 16 (10 por ciento), del propio Irak con sólo 13 (8 por ciento), y de Kuwait con 11 (7 por ciento). El resto incluye pequeñas cifras de Jordania, del Líbano, de Libia, de Argelia, de Marruecos (de los cuales uno residía en España), de Yemen, de Túnez y de los territorios palestinos (solamente 1), de Dubai, y de Sudán. El sudanés vivía en Arabia Saudí antes de fallecer en Irak.

 

Los nombres de la mayor parte de los muertos aparecieron en páginas web tras la batalla de Faluya, y todos eran partidarios de Abú Musab al-Zarqawi y al Qaeda.

 

De los 94 saudíes, 61 eran naturales de la región de Najd, conocida como el corazón de los wahabíes. El total de los 154 incluía 33 terroristas suicida, de los que 23 eran saudíes (10 de Najd). Dado que los najdíes suponen el 43,5 por ciento de los terroristas suicida saudíes en Irak, y el 65 por ciento de todos los jihadistas saudíes de la lista, Paz concluye que "las doctrinas wahabíes de Najd — el corazón del wahabismo – continúan teniendo amplia aceptación".

 

Paz acentúa que "el apoyo a la jihad violenta en Irak contra los americanos fue impulsado por el estamento islámico saudí". Pero también ofrece algunas observaciones interesantes:

 

"Los voluntarios jihadistas constituyen una porción significativa de los insurgentes sunníes", sugiriendo que aludir a los terroristas como si representaran a los sunníes en general o como si fueran simplemente guerrillas opuestas a un invasor exterior en inexacto.

 

"Otro elemento a notar es el número relativamente pequeño de iraquíes implicados en la lucha a nombre del grupo de Zarqawi".

 

"Particularmente sorprendente… es la ausencia de egipcios entre los voluntarios árabes extranjeros [en] Irak, incluso cuando Egipto es el país árabe más grande, con millones de simpatizantes de grupos islamistas". Paz observa que los egipcios destacaron previamente como combatientes en Afganistán, Bosnia-Herzegovina, o Chechenia. Atribuye la falta de egipcios alistados en la jihad iraquí a una combinación del declive de la influencia islamista en Egipto, la acción decidida del gobierno egipcio contra el jihadismo, y las órdenes de la Hermandad Musulmana de Egipto de no participar físicamente en la jihad iraquí.

 

El predominio de saudíes en el terrorismo iraquí también explica en gran medida el otro hecho de que los medios y gobiernos occidentales hayan sido reticentes a admitir: el papel del wahabismo como acicate de la violencia contra chi´íes. Los wahabíes odian a los chi´íes aún más que a cristianos y judíos, porque, como enseñan las escuelas saudíes (incluyendo aquellas como la Academia Islámica Saudí de Estados Unidos), cristianos y judíos tienen sus propias religiones que son abiertamente opuestas al islam, pero los chi´íes "quieren cambiar el islam", lo que los wahabíes consideran patrimonio exclusivo de los gobernantes saudíes. Pocos en Occidente parecieron notar que 2.000 personas se reunieran en Hila, cerca de Bagdad, para protestar por un coche bomba que mató al menos a 125. ¡Los manifestantes cantaron "¡no al terrorismo!. ¡No al Baathismo y al Wahabismo!".

 

Paz concluye su estudio con palabras difíciles de pasar por alto por su claridad e importancia: "La fuerte implicación de voluntarios saudíes en la jihad en Irak es el resultado del doble lenguaje del gobierno saudí, dispuesto a luchar contra el terrorismo por su parte, pero solamente si se ve directamente afectado por él en su propio suelo. Arabia Saudí o está haciendo caso omiso deliberadamente, o es incapaz y demasiado débil para implicarse en la oposición abierta y valiente al terrorismo jihadista fuera del reino. Sus ojos cerrados ante el apoyo del estamento islámico saudí a la jihad en Irak puede suponer una amenaza mayor en el futuro, conforme los centenares de voluntarios vuelvan a casa".

 

Sólo necesita añadirse una cosa: es hora de cerrar la frontera norte de Arabia Saudí, silenciar a los predicadores jihadistas y suspender la financiación al wahabismo internacional.

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