Europa, Pensamiento y Cultura

En Holanda buscan “soluciones” para sus museos

Mientras que el arte y el artista siempre existirán, las instituciones que gestionan el arte no lo tienen tan seguro. Y una de ellas, cuyo futuro es incierto, sujeto a cambios y nuevas intuiciones, es el museo.

¿Cómo seguir atrayendo al público si la colección permanente no se amplía? ¿Qué puede ser objeto de una exposición temporal que además sea rentable? ¿Puede el museo deshacerse de obras antiguas para adquirir nuevas? ¿Entrada gratuita o no?

Mientras los foros debaten en busca de soluciones, los holandeses ya han puesto en marcha nuevos modelos de gestionar los museos.

Museo: pasen y compren

El museo Van Gogh nació en 1973 cuando el sobrino nieto de Vincent cedió las obras de su tío a cambio de que construyesen un museo y los beneficios de la reproducción de sus obras se quedasen en la familia. En 1990, el centenario de la muerte del pintor se celebró por todo lo alto con tres exposiciones. Desde entonces, Vincent van Gogh es el prototipo de una multinacional que no para de crecer, con la peculiaridad de que su producto es en esencia arte, la obra de un artista que –¡oh, paradoja!– en vida no ganó ni un céntimo. A partir de aquel centenario el mundo se fue enterando de que van Gogh no era francés, sino holandés, aunque sus obras más conocidas las pintara en el sur de Francia.

 

Actualmente, las colas para entrar en el museo dan la vuelta a la manzana del edificio, que por cierto en marzo reabrirá con el doble de superficie, después de una remodelación que ha durado seis meses. Las obras siguen siendo las mismas que cedió el sobrino nieto, pero siempre hay alguna faceta nueva que mostrar: van Gogh y los colores de la noche; van Gogh y el expresionismo; todas las versiones de los Girasoles juntas, etc. Si el verdadero arte no se agota en una mirada, el marketing debe tener algo de esa creatividad.

Las tiendas de los museos se han convertido en una fuente sustancial de ingresos. El Rijksmuseum y el Van Gogh tienen una en común en la llamada Museumplein, plaza en la que comparten fachada. Accesorios de marca, joyas inspiradas en los cuadros, piezas de vajillas que aparecen en los bellísimos bodegones del XVII y juegos para fomentar la creatividad de los niños, son ejemplos de lo que se puede adquirir. El museo ha descubierto el perfil del cliente: persona de buen gusto, relativo poder adquisitivo – la entrada cuesta 12,50 euros­– y alguien a quien le gusta llevarse un recuerdo.

Con los cinco sentidos

Van quedando pocos museos en los que los nuevos medios no jueguen un papel en la contemplación del arte para poner en juego todos los sentidos.

Un ejemplo es el Museo Histórico de Amsterdam. Ubicado en uno de los edificios más interesantes del centro histórico de la ciudad, ha dado un cambio radical para entrar con la cabeza alta en el siglo XXI. Se construyó en el siglo XVII como orfelinato para chicos. Las salas están unidas por vericuetos a diferente nivel creando rincones y pasadizos que dan al edificio un encanto especial. En uno de los dos patios estaba situada la entrada al edificio y tiene todavía el porche, donde los huérfanos guardaban las herramientas del oficio que aprendían, zona hoy ocupada por vitrinas de exposición.

 

Para desempolvar el nombre, se ha prescindido del adjetivo histórico, deshaciéndose de la connotación formal que le aportaba. Hoy las exposiciones, ya sean en torno a un periodo, un barrio o un grupo social, están montadas con gran aparato multimedia y juegos interactivos que apelan a la imaginación a través de todos los sentidos.

La exposición actual, “El Siglo de Oro, laboratorio del mundo”, es, en ese sentido, toda una fiesta. El tema del siglo de oro holandés –el XVII– es una ofensiva nacional. Las exposiciones tienen lugar en diferentes ciudades, hay una serie de TV sobre lo mismo y el 2013 está lleno de celebraciones, pues entre otras cosas se conmemoran los 400 años de la excavación de los canales de Amsterdam.

La citada exposición está dividida en 10 temas y el enfoque de cada sala es diferente. El grueso de la exposición lo forman los cuadros de maestros menores holandeses, con su conocida variedad de géneros. La oferta multimedia da vida a esos cuadros.

Al entrar en el tema ciudad, se siente una vuelta al pasado: se escucha el repique de las herraduras en los adoquines; ovejas, gallinas y demás animales que se vendía en el mercado balan, cacarean etc.; entre el trajín de gente que va y viene se oyen las voces de transeúntes, comerciantes y clientes. Es como si los ruidos saliesen de los cuadros. En el tema transporte marítimo y por los canales, te invade el olor de los 80 bacalaos colgados para secarse en la bodega de un galeote.

El tacto se pone en juego en las pantallas táctiles, con las que se accede a más información. Y hay una fiesta de inauguración en la que se presentará todo lo organizado en Amsterdam en torno al Siglo de Oro, y aquí también tendrá su sitio el sentido del gusto, con una aperitivo servido por la Casa Bols (famosa ginebra desde el siglo XVII) y con puestos de comida de la época.

La Bolsa nació en Amsterdam

Las ofertas de multimedia son una tendencia muy extendida que amplía la oferta del museo al exterior. Un app te lleva al mundo que pretende expresar el arte en cuestión. La colección del van Gogh se ha mudado por seis meses al edificio del Hermitage junto al Amstel. El turista que no estaba informado y se dirige al Museo Van Gogh se encuentra un cartel Van Gogh moves en la fachada y puede emprender un viaje interactivo de dos kilómetros acompañado por el mismísimo van Gogh. Bajándose gratis una app a su smartphone y siguiendo una línea roja Vincent le irá contando dónde vivió en la capital y qué pensaba sobre ciertos asuntos.

Además de celebrar los aniversarios históricos, Holanda tiene otra ambición y es que el mundo y en especial los EE.UU., se enteren de que con la Compañía de las Indias Occidentales y la Compañía de las Indias Orientales, la Bolsa nació en Amsterdam y no en Londres. Con estos viajes intercontinentales se desarrolló un comercio en el que Holanda estuvo muy activa. Por poner un ejemplo, la plata de Potosí llegaba a España, los holandeses la intercambiaban por grano y vendían la plata a los chinos. Si consiguieron devolver la verdadera nacionalidad a Van Gogh, ¿cómo no van a conseguir ahora que les crean? Y que se sepa de donde vienen sus cualidades mercantiles actuales.

Con estas soluciones pragmáticas Holanda demuestra, más aún que con la exposición, El Siglo de Oro, laboratorio del mundo, que aquel impulso que les llevó en el siglo XVII a negociar y desarrollar su propio estilo mercantil no solo es una huella de entonces, sino parte de su ADN.

Más información: :http://www.amsterdammuseum.nl/

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