Europa, Oriente Próximo, Política

En Rusia y en Irán se ha perdido el miedo

Las autocracias no son lo que eran. El control de la sociedad tropieza con el arma ilocalizable de las redes sociales. Putin y el líder iraní, Ali Hamenei, tienen a favor la televisión, los ejércitos, los servicios de inteligencia y un control estricto de la disidencia.

Pero no dominan la calle cuando toman decisiones que afectan a los derechos individuales de sus compatriotas. El reclutamiento de trescientos mil soldados para ir a luchar en Ucrania es un síntoma de que Putin ha perdido la guerra aunque anexione cuatro regiones del país invadido con referéndums ilegales e improvisados, sin ninguna garantía ni campaña. La resistencia a alistarse es general en las grandes ciudades y también en remotas aldeas perdidas en Siberia. No quieren ir a una guerra que no consideran suya.

Cientos de rusos y rusas han sido detenidos. El reclutamiento sigue igualmente pero con un desgaste que le puede costar un susto a Putin y al núcleo amplio de agentes del KGB que son los que gobiernan en Rusia. Muchos rusos han perdido el miedo y plantan cara a una guerra decimonónica y absurda.

Algo parecido ocurre en Irán con la revuelta en contra de la policía moral que llevó al hospital a una joven, Masha Ami, que no llevaba bien puesto el pañuelo que le cubría y tapaba la cabeza. Murió en el centro sanitario. Las protestas empezaron en Teherán y se han extendido a todo el país con mujeres valientes que han quemado el pañuelo y han pedido libertad en plena calle gritando contra la dictadura.

Ni Moscú ni Teherán pueden controlar movimientos sociales en contra de sendos regímenes cuando hay una causa que los justifique. La fuerza de las redes sociales es incontrolable para bien y para mal. Pero son imbatibles cuando transmiten una causa compartida por amplias mayorías que pierden el miedo y se enfrentan a gobiernos autoritarios.

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