Europa, Política

España: Que salga y se sepa todo

El estupor en el Govern se fue traduciendo en rabia contenida y se hablaba de tristeza, desolación y reprobación. La clase política ha reaccionado con matices pero contundentemente.

Nunca me habría podido imaginar que una sola declaración de Jordi Pujol causaría una sacudida negativa tan grande en la política catalana. El fundador de Convergència Democràtica de Catalunya reconoció el viernes por la tarde haber tenido dinero irregular en el extranjero durante 34 años sin que pudiera encontrar un momento adecuado para regularizar la herencia de su padre que tendría que ser destinada a sus siete hijos y a su señora.
 
No decía de qué cantidades se trataba ni dónde estaba el dinero libre de impuestos ni tampoco quién era la persona de máxima confianza que unos años más tarde de la muerte de Florenci Pujol i Brugat administraría la herencia del que fue fundador de Banca Catalana. Era un comunicado inculpatorio que hablaba del dolor personal, pedía perdón y consideraba que aquella declaración intentaba ser una reparación por el daño causado y una expiación para sí mismo.
 
Sólo tres días después, el partido fundado por Jordi Pujol, del que era un referente político y moral incuestionable, abría la puerta a su figura más emblemática para que abandonara sus cargos en el partido. El estupor en el Govern se fue traduciendo en rabia contenida y se hablaba de tristeza, desolación y reprobación. La clase política ha reaccionado con matices pero contundentemente. La posición más significativa políticamente ha sido la de ERC al solicitar la retirada de las prerrogativas del expresident y al suscribir la petición de comparecencia promovida por la oposición.
 
Me ha sorprendido comprobar en las redes sociales que los que con más dureza le han atacado son algunos de los que durante años se han alimentado y vivido del discurso y de la acción de los gobiernos de Pujol. Son actitudes propias de la condición humana que no mejoran con el tiempo ni con las distintas formas de gobierno.
 
Entre las élites dirigentes -siempre y en todas partes- detectamos a personajes como el príncipe de Talleyrand-Périgord que sobreviven en la cresta de la ola hasta el final, al margen de los abruptos cambios que se producen en una sociedad.
 
Lo primero que habría que averiguar es de qué estamos hablando, cuánto dinero se ha mantenido y se mantiene en paraísos fiscales, cuál es su procedencia y qué responsabilidades civiles, penales y políticas va a tener esta declaración inculpatoria. La reacción política no puede basarse en la venganza, ni en la moral ni en un ajuste de cuentas. Debe atenerse a la responsabilidad personal y política ante las leyes que no contemplan ni aceptan en ningún caso extremos como la corrupción, la mentira y el engaño.
 
Que salga todo y que sepamos a qué atenernos. Con mesura, que diría Ferrater Móra, pero con determinación y energía. Que salga toda la carpeta de la familia Pujol y que la justicia actúe con todas las garantías pero con todo el rigor con que deben aplicarse las leyes. Y que salgan todos los casos pendientes de juicio, como el del Palau y Fèlix Millet, cuyo sumario se eterniza y no acaba de cerrarse, cinco años después de que se declarara culpable. También los que afectan al resto de partidos.
 
Quiero señalar que el comunicado de Jordi Pujol no es una acción voluntaria fruto del arrepentimiento, sino que es consecuencia de verse acorralado por la evidencia que habían hecho aflorar la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF), el periodismo de Madrid, la Agencia Tributaria y la policía judicial. Las instituciones catalanas, me temo, no habrían osado señalar con tanta crudeza que el rey iba desnudo.
 
Pues sí, Pujol nos había mentido hablando de valores desde hace cuarenta años para acabar reconociendo voluntariamente unas irregularidades que han provocado “en tanta gente de buena voluntad” una sensación de profunda pérdida de confianza en las instituciones que él ha presidido durante 23 años. La historia sigue y del árbol caído se va a hacer mucha leña. Sospecho que CDC detectará en las urnas el daño causado por una mentira sostenida durante tanto tiempo por su figura más emblemática, su icono.
 
No voy a contar aquí el contenido de las centenares de conversaciones que he mantenido con Pujol desde 1974. Su obsesión por controlar la prensa es conocida por muchos de mis colegas. Me duele que su conducta, según se desprende del comunicado, haya causado tanto daño a una sociedad en la que él era un referente indiscutido.
 
He recordado una de las tesis de la historiadora Barbara Tuchman, que sostiene que un fenómeno universal en el tiempo y en todos los países es que los gobiernos y sus líderes adoptan actitudes que son contrarias a sus propios intereses. Lo saben, y a pesar de todo, siguen adelante con sus errores. ¿No sabían los troyanos que aquel caballo de madera plantado en el interior de la ciudad amurallada era sospechoso de ser una trampa mortal de los griegos?
 

No sé si lo ocurrido con la confesión de Jordi Pujol va a incidir en el llamado proceso. Tampoco sé si el president Mas hablará con Rajoy del tema en el encuentro que celebran hoy. Pero Jordi Pujol flotará en el ambiente aunque no hablen de él. El caso debilita a CiU, a Catalunya y a todos. Es un hachazo del que tardaremos un cierto tiempo en recuperarnos. Se puede convivir con la corrupción como se ha demostrado en tantos sitios y siempre. Pero una sociedad estructuralmente corrupta no avanza, no progresa y no es libre. 

Publicado en foixblog

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