Política

Gobernando bajo el signo de la improvisación

Los argentinos no deberíamos demandar grandilocuencias y si acaso, éstas se nos ofrecen, sería más conveniente analizar el costo de la limosna excesiva.

Por Gabriela Pousa
Uruguay y la neo-izquierda, George Bush y la decepción de los argentinos, China
y la salvación… No es fácil admitir -menos aún digerir- que estos hayan sido
los temas centrales en los últimos días. Como si, en verdad, el rescate de
Patricia Nine haya sido el final de los secuestros extorsivos, como si los
superpoderes garantizaran un super gobierno, como si la educación lograra
convertirse en prioridad para el Estado, como si desaparecieran cartoneros,
piqueteros, villas miseria, etc. Como si no existiesen más, diez millones de
pobres en Argentina…

Si acaso estuvieran prestas a arribar al país,
inversiones chinas, no deberíamos escatimar elogios o al menos agitar
esperanzas. No porque aquellas fuesen a solucionar mágicamente los problemas que
aquejan sino porque mostrarían quizá, una apertura o actitud diferente de parte
de la actual administración. En rigor, la administración dejaría ver, por
primera vez, un interés concreto en solucionar la crisis que afecta a la
Argentina. Sin embargo, el grado de impericia del gobierno, la improvisación que
caracteriza la gestión de Néstor Kirchner, no admite agitar demasiadas
expectativas en torno a las versiones que circulan, muchas de ellas en forma más
antojadiza que fidedigna.

¿Cómo es posible que 37 millones de argentinos
estemos sometidos al reloj arbitrario de un jefe de Estado o de un grupo de
ministros y funcionarios? ¿Cómo es posible que estemos esperando como rebaño que
el paraíso soñado? Y de ser cierta la buena nueva, ¿con qué derecho, pues, se
manipula el “futuro” del país sometiéndolo a correveidiles, rumores o ecos
vilipendiados? Pensar un gabinete burlándose del pueblo en despachos
aclimatados, no suena hoy tan descabellado como lo es creer en un ejército de
asiáticos desplazándose en carabelas para desembarcar en suelo patrio.


Así es como terminamos enfrentados, indefectiblemente, al dilema de
siempre. Y es que la culpa de este atropello a la razón no es de la
neo-izquierda que avanza en la región, menos aún la tiene la reelección de Bush
ni se halla inmersa en la filosofía oriental de Mao. Hay una sociedad que
consume el show, que aplaude a los acróbatas, que paga caro la entrada a esta
función….

Esa misma sociedad deberá analizar si la “neo-izquierda” que
hoy proclaman mayoritaria en la región -empezando por Argentina-, tiene, en
rigor de verdad, algún rasgo en común cuando se cruza la frontera. Porque Chile
dista considerablemente de tener un mandatario con los caprichos de nuestro jefe
de Estado, Uruguay proclamó vencedor a un candidato que en sus primeras
declaraciones aseguró que “jamás tocaría la propiedad privada de los ciudadanos”
(Tabaré dixit) Y ni siquiera Hugo Chávez admitiría el grado de desorden que
prevalece en esta geografía. ¿Cuántos intrusos saldrían ilesos de un merodeo por
el Palacio de Miraflores?

Y estos son sólo algunos ejemplos.
Atreviéndonos a más, ¿quién podría imaginarse un piquete a Fidel Castro
finalizando con un “Fernando Esteche” prófugo para la justicia pero no para un
periodista mediático? Triste es que, de las elecciones en los Estados Unidos,
sólo quede de este lado un par de debates sin asidero o un peculiar dato
estadístico -en boca de un ministro- buscando denostar el caudal electoral
americano. Más triste todavía es que de la conducta cívica de aquel pueblo sólo
importemos la polémica acerca del matrimonio entre individuos del mismo sexo. La
trivialidad enceguece.

Quizá sea preciso que el gobierno comience por
entender que el país no necesita mega-anuncios, “regalos” navideños empaquetados
con lujo, ni grandes decorados para acceder a la posibilidad de un futuro.


Los argentinos no deberíamos demandar grandilocuencias y si acaso, éstas
se nos ofrecen, sería más conveniente analizar el costo de la limosna excesiva.
No hace falta la santidad para desconfiar de la clase política dirigente.


Nadie duda que las inversiones, serían como, un soplo de aire fresco
para poder remontar lentamente la crisis económica. Pero, de nada servirían las
mismas, si llegan a un país sin reglas de juego, sin seguridad jurídica y sin
una concepción económica que pueda escindirse de la faz netamente política.


Es paradójico que, cuando la cuestión económica no encabeza la lista de
prioridades de la ciudadanía se nos quiera vender la bienaventuranza en forma de
ecuación matemática.

¿Para qué la posibilidad de alcanzar una calidad de
vida más vasta? Véase lo que sucede a los “pobres” legisladores negando sus
declaraciones juradas, temerosos de que por ellas se conviertan en señuelos de
secuestradores…

En rigor, en estas circunstancias, inversiones
genuinas no parecen tener cabida. Creer en la bonanza de la piedad china
diagnostica una sociedad más que ingenua, enfermiza. Argentina necesita ser
génesis de confianza (¿Acaso confía en sí misma?) Si alcanzara un monto de
dinero para cicatrizar tantas heridas podría empezarse a construir la fe,
trayendo de regreso los fondos de la provincia de Santa Cruz cuyo paradero no lo
reclaman los paladines de los derechos humanos ni la justicia setentista…


¿Desde cuándo la República puede volver a ser gracias a un anuncio sin
voz, sin argumento, y sin fecha? Si bien se mira, el Presidente podría ahorrarse
el séquito de comentaristas de pasillo que lanzan “sorpresas” como si fuesen
capítulos de telenovela a sabiendas que, el suspenso, no siempre es el mejor
clima. ¿Y cómo hará ahora Néstor Kirchner para satisfacer tanta expectativa?
¿Volveremos a la cadena nacional de radiodifusión como cuando se anunciara la
transparencia para la elección de jueces en la Corte Suprema? Esa misma Corte
que, tras la mediatizada proclama, paradójicamente o no, avaló la pesificación
asimétrica…

Al margen de todo predicado, al país le falta, para
comenzar un camino que conduzca a la salida, contar con instituciones básicas
que garanticen la independencia de poderes y no la dependencia de
superpoderes…

Más allá de las inversiones precisas para garantizar el
crecimiento es menester contar con un plan de reestructuración que lo sustente.
De la deuda, sin ir más lejos, seguimos sin saber un ápice de lo que sucede.


¿O será que Kirchner está asumiendo su faz noventista? En ese caso, al
revival de ese modus operandi que supo implementar cuando fuera gobernador de
provincia, le estaría faltando una confesión. Porque en ese caso, al Presidente,
es posible que de China, lo seduzca más el carácter autoritario del régimen
político que los capitales capaces de “salvar” a la Argentina.

GABRIELA
POUSA (*) Analista Política. Licenciada en Comunicación Social (Universidad del
Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE) Sociología del Poder
(Oxford) Queda prohibida su reproducción total o parcial sin mención de la
fuente.

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