Europa, Política

Grecia, algo más que la deuda

Las devoluciones de la deuda han sido una constante en la historia de las muchas guerras entre países europeos. Francia y Alemania, por ejemplo, saldaron sus conflictos contemporáneos imponiendo insoportables cargas financieras al vencido o arrebatándose mutuamente los territorios de Alsacia y Lorena como ocurrió en la guerra francoprusiana de 1870-1871 o al término de la Gran Guerra, según se estipuló en el tratado de Versalles de 1919.

El año 1995, con una Alemania unificada por el impulso del canciller Helmut Kohl, se decidió devolver todas las deudas y sus respectivos intereses de los préstamos recibidos por Alemania en el periodo de entreguerras. El tema de las reparaciones, dijo el banquero que representaba el Tesoro americano en las negociaciones de París de 1919, fue el que causó más enfrentamientos entre los aliados. Cómo y cuánto debía pagar Alemania por haber provocado y perdido la Gran Guerra fue el tema más conflictivo.
Lo estudia con detalle Margaret MacMillan en su espléndido libro sobre cómo Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña presidieron las negociaciones para firmar el tratado de Versalles que, curiosamente, no fue ratificado por el Congreso de Estados Unidos. El primer ministro británicoDavid Lloyd George decía que si Alemania no puede pagar serán los contribuyentes británicos los que tendrán que hacerlo, por lo que lo más razonable es que paguen los que han causado los daños.
En 1945, Alemania quedó arrasada, humillada y avergonzada. Perdió territorios al Este y volvió a quedar prácticamente inmovilizada por las deudas que no podía pagar. En la Conferencia de Londres de 1953 se decidió perdonar parte de la deuda alemana. El resto se fijaría en una cláusula de exportaciones que constituirían la pieza clave del que luego se llamó el milagro económico alemán. En ambos casos la acumulación de deudas impagables eran consecuencia de guerras perdidas.
La victoria de Tsipras en Grecia ha sido en parte una consecuencia de las deudas contraídas por los gobiernos de Atenas como consecuencia de los rescates ordenados y ejecutados por la troika, compuesta por el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo.

Pero como esas entidades, al fin y al cabo, se reducen a unas siglas, se ha personalizado en Angela Merkel toda la carga de la política de austeridad impuesta a Grecia, Portugal, Irlanda, España y también a Francia e Italia.

Es cierto que la austeridad lleva el sello alemán y de Angela Merkel. Pero es demasiado simple el interpretar los resultados de Grecia como una bofetada de los griegos a la Europa que les ha impuesto la austeridad.

La situación es mucho más compleja y el caso griego es distinto al de otros países del sur de Europa que tienen mucho más que perder porque no se habían abandonado tanto a funcionar en un Estado que vivía en el seno de la Unión Europea sin modernizarse.

El PIB griego ha descendido un 25% en los últimos seis años. La fiscalidad ha sido un barniz inaceptable y prácticamente estaba fuera del control del Gobierno. La corrupción ha galopado con más pillaje proporcional que en Italia o en España. La salida de fondos griegos ha sido monumental mientras los agentes de la troika iban y venían de Atenas para establecer un cierto orden. Grecia representa un 2% del PIB de la Unión Europea.
Importante, pero no decisivo.

Alexis Tsipras
 ha obtenido un gran resultado. Pero al día siguiente de su victoria ha pactado conPanos Kamenos para formar gobierno. Se trata de un partido escindido o expulsado de la Nueva Democracia de Samarás, conservador, nacionalista, xenófobo y euroescéptico. Pero sus 13 escaños evitan a Syriza mayores complicaciones para gobernar.
Europa ha advertido que no piensa pactar una quita con el nuevo gobierno de Atenas. Si Tsipras quiere establecer un pulso con Alemania y con Europa los griegos lo pasarán todavía peor. Pero si propone pactar la deuda con argumentos razonables, no habrá más remedio que escuchar y buscar una solución total o parcial. Lo que está claro es que ningún país del sur de Europa, Francia incluida, está en condiciones de devolver su deuda en esta generación. ¿Cuántas regularizaciones de deuda no llevó a cabo el FMI en América Latina en los años ochenta y noventa?
Pretender que lo ocurrido en Grecia el domingo tiene una importancia relativa para Europa sería una irresponsabilidad. Pero pienso que podría calificarse de quimera si los griegos pensaran que han dado un giro a la historia de Europa.
Grecia tiene que entrar en la senda de la modernización, crecer económicamente, aplicar una política de impuestos obligatoria y equitativa. Decía Yannis Miliós en una entrevista en El Confidencial que “las necesidades sociales han de ser más importantes que las de las corporaciones”. Muy bien. Este profesor universitario marxista ha trabajado en el programa económico de Syriza. Su discurso rompedor comporta un desafío a la Unión Europea para que cambien los paradigmas. Las cosas no son tan fáciles ni tampoco tan rápidas. Hay problemas, sí. Y hay que buscar soluciones, también. Pero no unilateralmente.

Pero la realidad es que en dos meses habrá que acudir a los mercados para conseguir financiación. Es mejor un pacto que un desafío. Para Grecia y para Europa.
 

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