Pensamiento y Cultura

La American Academy of Arts & Sciences distingue a Etcheverry

El rector de la Universidad de Buenos Aires recibe una distinción que premió en su tiempo a Benjamin Franklin, Albert Einstein y George Washington, entre otros.

IMPORTANTE RECONOCIMIENTO
Cada semana intento plasmar para Diario Exterior qué nos pasa a
los argentinos. Posiblemente, no pude aún, brindarles una respuesta concreta por
la cuál, el país, dista de ser aquel que soñaron nuestros abuelos. Y tampoco es
el país que nosotros queremos. Sin embargo, estamos aquí y de nosotros depende
ir construyéndolo. A veces, no es mucho lo que podemos aportar pero compartir y
difundir el aporte de los demás es también una manera de sumar.

Confieso
que me mueve un sentimiento personal al escribir pero, en este caso, eso no
quita un ápice de objetividad a mis palabras. Estamos inmersos en un flujo de
noticias tan faltas de sustancia como efímeras. Nada dura más de 24 ó 48 horas
y, la mayoría de las veces, lo que vemos y leemos está impregnado de una
sobredosis de intereses ambiguos. De allí que, lo que debió haber sido portada
de los grandes medios, quedase relegado a unos pocos centímetros.

Por
eso, quiero rescatar la reciente incorporación del Dr. Guillermo Jaim
Etcheverry, Rector de la Universidad de Buenos Aires, a American Academy of Arts
& Sciences. Dicha distinción fue recibida por personalidades de la talla de
Albert Schweitzer, Benjamin Franklin, Albert Einstein, George Washington, Thomas
Jefferson, Thomas Carlyle, John Stuart Mill, Ralph Emerson, Winston Churchill y
otras destacadas figuras de la educación, el arte, la ciencia y la política
mundial.

Guillermo Jaim Etcheverry completó sus estudios de medicina con
Diploma de Honor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
En esa institución, obtuvo el título de Doctor en Medicina en 1972, habiendo
merecido su tesis de doctorado el premio Facultad de Medicina a la mejor Tesis
en Ciencias Básicas.

Ocupó todas las posiciones docentes en el
Departamento de Biología Celular e Histología de la Facultad de Medicina de la
UBA del que es actualmente profesor titular y director y de la que fue decano
entre 1986 y 1990. Realizó estudios de posgrado en Basilea, Suiza, y, entre
otras, obtuvo la beca de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation para
trabajar en el Salk Institute de La Jolla, California.

Es editor de
numerosas publicaciones nacionales e internacionales, miembro de número de la
Academia Nacional de Educación y de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de
la Comunicación. Su libro titulado “La tragedia educativa” (1999) recibió el
premio al mejor libro de educación del año otorgado por las X Jornadas
Internacionales de Educación. “Maestro de la Medicina Argentina” (2001) fue
elegido rector de la Universidad de Buenos Aires (2002).

Dedicado en
forma exclusiva a la docencia y la investigación en el campo de la
neurobiología, fue becario de iniciación y de perfeccionamiento del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), institución en la
que actualmente se desempeña como Investigador Principal en su Carrera del
Investigador Científico. Ocupó todas las posiciones docentes en el Departamento
de Biología Celular e Histología de la Facultad de Medicina (UBA) en el que,
actualmente, es profesor titular.

Pertenecer a las filas de esa entidad,
fundada en 1780 por John Adams y otros patriotas “para cultivar cada arte y
ciencia que pueda tender a hacer avanzar el interés, el honor, la dignidad y la
felicidad de un pueblo libre, independiente y virtuoso”, es uno de los más altos
honores del mundo intelectual. Pero, quienes estén interesados en conocer
naturaleza y fin de la Academia pueden hacerlo ingresando en
http://www.amacad.org/index.htm.

Para mí, y para la Argentina toda, lo
que prima no sólo es destacar que Guillermo Jaim Etcheverry es uno de los
académicos y científicos más importantes que tenemos. Podría enumerar sus logros
en el campo de la medicina, sus antecedentes profesionales, sus libros, pero sin
duda, todo aquello también es factible de ser hallado en enciclopedias o páginas
de Internet.

Para mí, es una suerte de deber moral hacer trascender –
con legítimo orgullo por saberlo mi Amigo -, más allá de las virtudes
académicas, el don de gente, la hombría de bien, la honestidad y la humanidad de
Guillermo.

Hoy que los valores y el reconocimiento intelectual están en
franca decadencia, un argentino como él, no debería quedar relegado a segundo
plano en los medios informativos. Menos aún puede ser para nosotros, materia de
olvido. De allí, estas palabras -quizás insignificantes- a modo de homenaje y
agradecimiento.

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