Las estimaciones sobre el tamaño de la economía informal, en todas sus diferentes versiones, suelen reflejar enormes variaciones.
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Domingo, 15 de junio 2025
Las estimaciones sobre el tamaño de la economía informal, en todas sus diferentes versiones, suelen reflejar enormes variaciones.
Ello es reflejo de la definición que se utilice, o el concepto relevante de las
actividades productivas que se incluyan dentro del universo de la informalidad.
El criterio oficial maneja una estimación de 12% del ingreso nacional,
mientras que otras estimaciones más generales llegan a manejar porcentajes de
hasta 40 por ciento.
En el fondo, se trata de medir lo invisible. Así
afirma el semanario The Economist, en su más reciente aportación al tema. En un
sistema abierto, con competencia abierta, la famosa mano invisible genera
cooperación espontánea entre actores que buscan satisfacer sus intereses
personales. En sistema sobreregulado, asfixiado por la carga tramitológica, o
por la ausencia de un derecho facilitador, la mano invisible se manifiesta en la
sombra, en las economías paralelas, al margen del sistema tributario, al margen
del sistema jurídico. Habría dos formas para tratar de medir la informalidad,
una directa, otra semejante a la labor de un detective. Sin duda, la metodología
de encuestas podría dar resultados que arrojen conclusiones interesantes. Sin
embargo, los márgenes de error son importantes, ya que las personas cotidianas
ciertamente no estarán en disposición de admitir evasión fiscal, o desobediencia
jurídica. Habrá, entonces, que recurrir a ejemplos, casos concretos, hasta las
anécdotas generalizables. Una sugerencia popular en la material implica comparar
todas las transacciones financieras en efectivo, o el uso de electricidad,
contra las cifras oficiales de crecimiento económico.
En el caso
mexicano, nos admite un economista del sector privado, la discrepancia entre el
importante crecimiento de los medios monetarios, versus el bajo crecimiento de
la actividad registrada, significa que existe una demanda monetaria invisible,
informal, misma que refleja el dinamismo de la propia economía paralela. Los
datos sobre el desempleo, aun en su cifra “preocupante” de alrededor de 3.4%, se
debe en gran parte a que el excedente laboral encuentra ocupación dentro del
universo informal. En la superficie, la existencia de esta válvula de escape
conlleva buenas noticias para nuestro panorama socioeconómico, en la medida que
evita la explosión de una bomba en potencial social.
Empero, el precio
de la informalidad es el subdesarrollo perpetuo. Una empresa, o actividad, que
genere éxitos económicos, que crezca, tenderá a llamar la atención, y por lo
tanto se enfrentará a un costo de oportunidad importante. El desafío de la
informalidad es que la actividad informal debe permanecer gris, en la sombra, lo
menos visible posible. Por tanto, acceso a transferencias de tecnología, al
crédito, al sistema de contratos, a esquemas de resolución de disputas, están
fuera del alcance de los informales.
Por ello, la informalidad es, en
una medida importante, reflejo de un círculo vicioso de pobreza. Hay enormes
incentivos de permanecer en ella, en la medida que ser parte del universo formal
implica enormes, incluso imposibles, costos de transacción. Es mejor, más
eficiente, tributar por fuera que por dentro, o sea, pagar el costo de
entendimiento para un “diablito” que pagar la tarifa eléctrica vigente. En esta
situación, sin embargo, no se puede prosperar -es meramente una postura
defensiva, sólo para sobrevivir, ante las barreras en el sistema legal que hacen
costosísimo en acceso a la economía formal.
En otras palabras, la
informalidad es otra mano invisible, imposible de medir con la exactitud
deseada, pero condenada al subdesarrollo permanente.
Roberto
Salinas-León es Director General de Política Económica de TV Azteca en México y
Académico Asociado del Cato Institute.
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