Europa, Política

La política y los políticos, en horas bajas

La crisis del compromiso se nota también en la política. Los partidos pierden afiliados y tienen que abrirse a los “simpatizantes”. Hay movilización de protesta, pero poca organización política. ¿El problema es el descrédito de la clase política o la desconfianza de la sociedad?

No hay acontecimiento político que suscite más atención mediática que las elecciones presidenciales de EE.UU. Pero la participación apenas suele llegar al 50%, aunque cuando fue elegido Obama en 2008 se alcanzó un récord del 68%. Para las del próximo 6 de noviembre, según una encuesta realizada por la Suffolk University y el diario USA Today, cuatro de cada diez ciudadanos con derecho a voto no acudirán a las urnas. El dato tiene importantes implicaciones sobre la representatividad de la democracia en Estados Unidos.

A falta de militantes, simpatizantes

En Occidente, por un lado, se advierte una demanda creciente de sistemas más participativos, pero a la vez algunas encuestas señalan cómo la implicación en organizaciones políticas desciende. En la primera década del siglo XXI, la militancia en partidos políticos cayó un 20% en Alemania, un 27% en Suiza y un 36% en Gran Bretaña. Y eso, a pesar de que el importe de las cuotas ha ido bajando con respecto al nivel de vida.

 

En el Reino Unido, el total de afiliados al Partido Conservador, al Laborista o al Liberal-demócrata se ha reducido en tres cuartas partes desde finales de los años ochenta. Los afiliados al Partido Laborista son ahora 187.000, en torno a la mitad de los que eran en los primeros tiempos del liderazgo de Tony Blair. La sangría es aún mayor en el caso del Partido Conservador, que contaba un millón de miembros hasta 1990 y ahora tiene entre 130.000 y 170.000.

La dificultad para conseguir nuevos afiliados está haciendo que algunos partidos den más voz y voto a los “simpatizantes”, que aunque no están afiliados pueden registrarse como copartícipes de los valores que defiende el partido.

En esta línea, los socialistas españoles aprobarán, previsiblemente en noviembre, una “nueva regulación para la selección de candidatos”. El objetivo que persigue la reforma es abrir las elecciones a “simpatizantes” del PSOE, y no solo a los afiliados, cuyo número baja cada año y ahora ronda los 220.000. Para figurar como simpatizante solo será necesario firmar una declaración de compromiso con los valores del partido, y pagar una cuota simbólica de uno a tres euros.

Esta es una manera de enfrentarse a la crisis de credibilidad que sufren las organizaciones políticas en gran parte de Occidente, y que se traduce, además de en pérdida de militancia, en la abstención electoral.

La experiencia de los socialistas franceses puede ser animante. El partido cuenta con 200.000 militantes, pero cuando celebró unas primarias –abiertas a los simpatizantes– para elegir el candidato a las elecciones presidenciales que ganaría Hollande, participaron 2,9 millones de personas.

 

¿Hay vida tras los partidos tradicionales?

Las invectivas contra la política “tradicional” (partidos, sistemas electorales o representativos) se han convertido en moneda corriente entre los que critican el “sistema”. Sin embargo, las alternativas se han caracterizado por su volubilidad y falta de organización.

Internet actúa a la vez de catalizador y de sepultura de muchas de las protestas. La mayor accesibilidad a la información y opinión no ha traído la anhelada “democratización de la democracia”. Más bien existe la sensación contraria. En un mundo globalizado y complejo, muchos ciudadanos se retiran de la discusión política general y se refugian en foros virtuales sobre temas específicos de su interés, con conexiones muy indirectas con la “gran política”. La crisis financiera, con su efecto imán de atraer todas las discusiones hacia la economía, ha añadido un punto de opacidad que hace aún más improbable que el ciudadano medio participe. Esto se ha notado también a nivel institucional: el recurso a tecnócratas para liderar países en crisis o el auge de partidos populistas (y habitualmente radicales) son en realidad dos caras de una misma moneda.

Da la impresión de que el “activismo del clic” no es un antídoto contra el fenómeno que algunos llaman “privatización de la política”: se discute en casa, con los amigos, o en esa privacidad publicada de las redes sociales, pero apenas existe movilización más allá.

Espacio para partidos más radicales

El declive de la militancia puede traer escenarios distintos. Los sociólogos y analistas políticos están de acuerdo en que los partidos se verán obligados a prestar más atención a voces de fuera. Unos piensan que eso favorecerá la participación de los ciudadanos; pero otros señalan que la falta de financiación puede llevar a las formaciones políticas a depender de lobbies que, gracias a su poder económico, acaben imponiendo sus intereses.

Otros piensan que la fuga de afiliados empujará a las formaciones a repolitizarse, después de un periodo que muchos caracterizan por la “desideologización” de los principales partidos. La crisis económica ya les está obligando a situarse en un debate que aunque comenzó siendo económico ha derivado en una revisión más general sobre el capitalismo.

Además, esta presión para repolitizarse aumenta a medida que algunos partidos más radicales (de derechas y de izquierdas) están aprovechando la coyuntura para pescar apoyos entre los desencantados. Un ejemplo es Syriza, la coalición izquierdista griega, que en unos pocos meses ha pasado a ser un partido pujante e influyente gracias a su declarada política antiausteridad. No obstante, también se observa que estos partidos “coyunturales” tienen un crecimiento vertiginoso en determinados momentos pero se estancan cuando las circunstancias cambian, o simplemente con el paso del tiempo.

Cuando falla la confianza social

La sociología moderna ha entendido la participación política de los ciudadanos –con su voto en las elecciones, pero también de otras formas– como un producto de la cultura (valores, tradiciones, etc.) de un determinado pueblo. Gabriel A. Almond y Robert Putnam, dos de los politólogos más importantes del siglo XX, han utilizado los conceptos de “cultura política” y “confianza social” para describir los presupuestos necesarios de una sociedad realmente democrática.

Los ensayos más famosos de Putnam (Bowling Alone: America’s Declining Social Capital, de 1995, y Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community, de 2000) establecían un nexo entre la decreciente implicación de la ciudadanía estadounidense en la política y el descenso en la participación en asociaciones. Según él, que un pueblo deje de unirse voluntariamente en torno a ocupaciones como la de jugar a los bolos –en sus estudios constató que el total de equipos bajaba cada año mientras que aumentaba el número de personas que jugaban solas–, es un síntoma de que la raíz de la confianza social está minada, lo que afecta de manera directa a la participación política.

Aunque después otros sociólogos han matizado o rechazado los postulados de Putnam, su idea central sigue vigente: la asociación voluntaria es un signo inequívoco de confianza social, sin confianza no puede haber un verdadero proyecto de sociedad, y sin proyecto la participación en política desciende. A la luz de esta teoría, la baja participación de la ciudadanía occidental en todo tipo de asociaciones señalaría que la principal falla de los sistemas democráticos no está en la clase política.

Escaso activismo político en España

En España, las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas muestran un bajo nivel de participación activa en asociaciones, tanto políticas como de otro tipo.

En el Barómetro de octubre de 2011, solo un 2,4% decía pertenecer y participar activamente en un partido político, mientras que otro 2% pertenecía sin participar, y un 90% nunca había pertenecido a un partido. Es verdad que la participación activa tampoco era muy superior en otras organizaciones, si exceptuamos a las deportivas (9,6%), seguidas de las culturales o de ocio (8,6%) y las religiosas (5,1%).

En cuanto a las formas de participación en acciones políticas y sociales en los últimos doce meses, según el Barómetro de abril de 2012, las más frecuentes son las más esporádicas, como participar en una manifestación (21%), firmar una petición (22%), mientras que asistir a una reunión política baja al 10% y donar o recaudar fondos para una actividad de este tipo se queda en el 13%.

Más significativo del desencanto es que cuando se pregunta cuáles son los principales problemas del momento, tras el paro (81,7%) y los problemas económicos (52,7%), aparece en tercer lugar “la clase política, los partidos políticos” (18,1%). Los que deberían ofrecer soluciones son vistos ahora como problema.

// OTROS TEMAS QUE TE PUEDEN INTERESAR

// EN PORTADA

// LO MÁS LEÍDO

// MÁS DEL AUTOR/A

Menú