Europa, Política

Los extremos y la centralidad

En España, Grecia y Portugal la hegemonía de la socialdemocracia ya no domina la izquierda, que se ha fragmentado con el auge de partidos radicales que pretenden enterrar la socialdemocracia.

La reelección de Jeremy Corbyn como líder laborista en la conferencia del partido el sábado pasado es el síntoma del desconcierto en la izquierda europea que va abandonando los postulados socialdemócratas clásicos para alinearse con posiciones más radicales que ocupan partidos que hasta hace bien poco eran o habrían sido marginales.

Corbyn ganó en contra de los criterios de la mayoría de los diputados laboristas, de la vieja guardia del partido y de los votantes que ven lejana la posibilidad de que el laborismo vuelva a ocupar el poder en Gran Bretaña. Los militantes le dieron un apoyo del 61,8 por ciento sin preocuparse de si llegaría a ganar unas elecciones.

Los jóvenes y el ala radical del partido han obtenido una mayoría considerable en la conferencia anual. La militancia se ha doblado desde que Corbyn sucedió por casualidad a Ed Miliband, que anunció su dimisión antes de que terminara el escrutinio de las elecciones generales de mayo del 2015. Ninguno de los líderes de aquellas elecciones del año pasado continúa en su puesto. Incluso el vencedor, David Cameron, ha dejado de ser primer ministro y diputado. Sólo tiene 49 años y se dedicará, supongo, a dar conferencias y a hacer dinero.

La época de los líderes socialdemócratas que, junto con los democristianos, construyeron el Estado de bienestar ha pasado. Era la generación de Jacques Delors, Helmut Schmidt, François Mitterrand, Harold Wilson, Olof Palme y también el laborista israelí Shimon Peres, fallecido en las últimas horas. El SPD alemán está en el Gobierno en coalición con Angela Merkel y el socialismo francés tendrá que superar el pesimismo que anuncian las encuestas para que Hollande mantenga la presidencia. En el 2017 hay elecciones en Francia y Alemania.

En España, Grecia y Portugal la hegemonía de la socialdemocracia ya no domina la izquierda, que se ha fragmentado con el auge de partidos radicales que pretenden enterrar la socialdemocracia. La delicada posición de Pedro Sánchez al frente del PSOE se debe al miedo de que Podemos le pueda atrapar en las urnas. El laborismo liderado por Corbyn se ha sumado al club de la denuncia de las desigualdades, del desprecio a las élites y de aquellos efectos negativos de la globalización.

La insatisfacción social y política se canaliza en partidos radicales de izquierda y en otros de extrema derecha xenófoba rampante, que avanza en votos en todas partes y condiciona ya muchos gobiernos europeos. El idealismo de la izquierda radical está en las antípodas del populismo y la xenofobia que dominan los gobiernos de países como Hungría y Polonia.

Pero los dos extremos están minando el gran éxito de convivencia, progreso y libertad que ha caracterizado el Esta- do de bienestar europeo. El daño más
inquietante es la influencia que desde los extremos se está ejerciendo sobre las dos grandes fuerzas de la centralidad política europea que no sabe reaccionar.

Pubicado en La Vanguardia el 29 de setiembre de 2016

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